Demagogia pura
La justificación frente al más absurdo de los nombramientos al amanecer del sexenio: el del ex director general del desastre de Nacional Financiera, Oscar Espinoza Villarreal, era simple: dada la magnitud de sus problemas de caja, la capital del país reclamaba a un financiero.
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Con esa misma lógica se impuso como candidato oficial del pri en la pantalla de la elección abierta –tras dos intentos desde Los Pinos de convencerlo hace dos años de contender contra Cuauhtémoc Cárdenas– al ex secretario de Hacienda, Jesús Silva Herzog, a soslayo del famoso editorial del diario gubernamental de ingrata memoria, El Nacional, en que se le declaraba de facto traidor al país...
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El hecho es que dentro del partido oficial se atribuyó la victoria aplastante del PRD al triste papel del hombre que sería premiado con la Secretaría de Turismo. “Hacía falta un buen político”, dijo la frustración de la ex aplanadora; mientras mandaba forjar los candados que le ponían distancia a los tecnócratas en sus posibilidades de participar en justas electorales.
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Lo cierto es que el regreso de los políticos está resultando peor que la enfermedad.
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Se diría que la embestida es con cargo a la demagogia.
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Si el candidato Ernesto Zedillo ofrecía bienestar para la familia, el precandidato Manuel Bartlett tiene una oferta más chiquita pero más concreta: Útiles escolares gratis, tortillas a precio congelado y salario sin discriminación para las mujeres...
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Y mientras el precandidato Francisco Labastida retoma el abollado proyecto zedillista de crear un millón de empleos por año, el candidato panista Vicente Fox habla de tasas de crecimiento económico superiores a 6% anual en promedio durante su sexenio...
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...en tanto el duro de los priístas, Roberto Madrazo plantea un combate frontal a la pobreza, y Cuauhtémoc Cárdenas había de operar a nivel nacional el esquema con que gobernó la metrópoli; en paralelo a proponer la revisión de los acuerdos del TLC que a juicio de algunos sectores resultaron nocivos para el país.
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Así nada más.
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La fórmula mágica, el cómo se guarda bajo siete llaves, no vaya a ser el diablo y alguien se la piratee.
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Y como el voto es el voto, cuando se suelta la lengua frente a un tema tabú, inmediatamente llega la rectificación correspondiente. Así cuando Fox juró y perjuró ante su estandarte de la Virgen de Guadalupe que su primer acto de gobierno sería vender Pemex...
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Así, cuando Madrazo declaró a la prensa extranjera que colocaría una parte del capital de la principal empresa pública en los mercados internacionales...
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Ahora que, aunque se habla hasta los codos de la injusticia del modelo económico frente a los 30 millones de mexicanos en pobreza extrema, ninguno de los cuatro distinguidos priístas en la lid de papel se atreve a cuestionar a fondo la política zedillista. ¿Cómo armarían, por ejemplo, sus programas de combate a la miseria, cuando una parte sustancial del presupuesto, al menos $35,000 millones de pesos durante los seis años de gobierno, están comprometidos para el servicio de los Pagarés Fobaproa?
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¿Cómo fortalecerían la producción nacional, frente a la política de fronteras abiertas de par en par a la imposible competencia? ¿Cómo proteger a las grandes constructoras nacionales y su caudal de empleos en 40 ramas productivas, frente a la política que privilegia la participación de consorcios extranjeros en la adjudicación de los contratos de Pemex y la Comisión Federal de Electricidad?
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¿Cómo podrían multiplicarse los niveles de empleo, frente a la imposibilidad del sector financiero de financiar la creación y expansión de las empresas?
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Se diría, en la triste coyuntura en que desarrolla sus campañas la caballada más flaca de los últimos 40 años, que los mexicanos votaremos por los lemas más que por los proyectos.
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Muera el neoliberalismo. México para los mexicanos. Basta de repartir inequitativamente la riqueza. Trabajo y oportunidades para todos. Levantemos la bandera del ahorro. Deme 15 minutos y reconstruyo el país. Una vivienda digna para cada mexicano. Una lágrima por cada pobre.
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¿Quién dice que no se puede?