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Economía mundial <br>El &#34freno invis

Nadie se atreve a vaticinar catástrofes económicas mundiales, pero parece un hecho que la desacele
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Las experiencias de los últimos años confirman una verdad expresada de manera soterrada: no es fácil el oficio asumido por los economistas de predecir el futuro.  Sin embargo, ese trabajo de prospección no se puede evitar, tanto para las variables relacionadas con la actividad productiva del país como para las externas, de gran importancia en el caso de México puesto que la suma de importaciones y exportaciones equivale a cerca de 60% del PIB; lo que suceda más allá de las fronteras tendrá fuertes implicaciones internas.

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Las expectativas sufren matices de acuerdo con los expertos entregados a la tarea de escudriñar el futuro económico. Es útil, pues, hacer un recuento de lo que se espera para el año que inicia.

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Pablo Álvarez Icaza, de Bursamétrica, recuerda que a finales de 1999 existía la opinión generalizada de que en 2000 la economía de Estados Unidos se desaceleraría. En realidad, en el primer semestre no se frenó; por el contrario, aumentó el ritmo de crecimiento y su PIB alcanzó tasas superiores a 5%; sólo hasta el tercer trimestre moderó su comportamiento, con un crecimiento de 2.4%.

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Eduardo Uribe, de la firma Standard & Poor’s (S&P), considera que esta disminución refleja que la política de tasas impulsada por la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) ya comenzó a dar resultados y ahora el reto es sostener el crecimiento. Si se pudiera mantener en tasas de 2 o 3%, resultaría muy conveniente para la economía mundial, dice. El riesgo a superar es que, en apariencia, se está al final de un ciclo económico, lo cual pudiera desembocar en una fase recesiva.

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Coincide con lo anterior César Castro Quiroz, del Centro de Análisis y Proyecciones Económicas para México, representante de Oxford Economic Forecasting (CAPEM-Oxford). Opina que la desaceleración de Estados Unidos está vinculada al fin de un ciclo de expansión prolongado –de casi 120 meses–, propiciado por las innovaciones tecnológicas desarrolladas en la década de los años 90. “Por eso la oferta de algunos bienes crece a mayor ritmo que la demanda.”

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Otra consecuencia de la prolongada expansión de la economía estadounidense es la dificultad para cubrir la demanda de trabajadores. Este aspecto llevó a Alan Greenspan, presidente de la Fed, a señalar ante un grupo de banqueros el 5 de diciembre que después de las dificultades de las empresas durante algunos años para mantener su plantilla, ahora registren mayores incrementos en las horas trabajadas con relación a los empleos generados.

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Efectos en otras regiones
Álvarez, de Bursamétrica, apunta que la expectativa de la desaceleración de la economía de Estados Unidos hacia tasas más sostenibles repercutirá en una baja de las importaciones que realiza ese país; su versión es la reducción en el precio del crudo y el efecto indirecto sobre el resto del mundo. Dice que debido a que los sectores más dinámicos de Europa y Asia dependen de la demanda estadounidense, los más interesados en que la desaceleración de Estados Unidos se dé suavemente son, precisamente, Japón y la región europea.

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Cuando el euro hizo su aparición, señala Álvarez, pocos dudaban de la apuesta del mercado a un mayor crecimiento de Europa; se esperaban cuantiosos flujos de recursos financieros a esa región, pero no ocurrió. ¿El resultado? “Se mantiene gran dependencia respecto de Estados Unidos”.

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Uribe, de S&P, explica que cuando se debilita una economía, como se espera suceda en términos relativos con Estados Unidos, el mercado baja la cotización de la moneda; si los países europeos aprovechan sus inercias internas, el euro podría fortalecerse. Japón, en cambio, tendría más problemas por la importancia de su sector externo en el PIB.

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Desde el punto de vista de Castro Quiroz, un elemento que puede contribuir a evitar una caída brusca es que “el crecimiento de las economías no se encuentra sincronizado”. Cita el ejemplo del gobierno japonés, que sigue inyectando recursos para impulsar la actividad económica, y el de Europa, con una gran diversificación de mercados. En este contexto, Uribe considera que la demanda generada por la economía china podría compensar el efecto de la desaceleración en Estados Unidos.

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En lo general, se tiende a descartar severas caídas en el crecimiento económico, las estimaciones hechas a partir del análisis de la actual estructura del comercio mundial coinciden en un menor ritmo de crecimiento en todos los países. Merrill Lynch pronostica que la economía de Europa pasará de una tasa de 3.5% en 2000, a 2.8% en 2001. Japón a su vez reducirá su ritmo de 2% a 1.8%.

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De cualquier modo, como señala Álvarez Icaza, se debe tener presente que “si bien hay indicios de que se logrará un aterrizaje suave de la economía estadounidense, no se puede ignorar el riesgo de una baja brusca, con graves repercusiones sobre la economía mundial”.

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Algunos factores de riesgo
Además de los elementos generales de incertidumbre implícitos en la actual coyuntura mundial, en 2001 se podrían presentar etapas de turbulencia debido a la presencia de problemas en países localizados.

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El más relevante hasta el momento es Argentina. En paralelo con la venta de sus activos nacionales, los gobiernos de ese país lo endeudaron excesivamente en su esfuerzo por bajar la inflación mediante una paridad fija. Hoy ya controla su inflación, pero el pago de intereses y amortizaciones de la deuda se comen el presupuesto público, lo cual provoca condiciones para mayores desequilibrios. “El riesgo –dice Castro, de CAPEM– obedece a los abultados compromisos a corto plazo de Argentina, pero el acuerdo con el FMI, formado por un paquete cercano a $20,000 millones de dólares, le podría significar un alivio”. En realidad el paquete de crédito de emergencia para el país sudamericano sumó $39,700 millones de dólares del FMI y otros organismos.

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Al respecto, Merrill Lynch establece que el país del sur se podría beneficiar de una devaluación del dólar –e implícitamente, del peso argentino– frente al euro; un fortalecimiento de la economía brasileña y una revaluación del real.

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Recientemente Turquía también ha superado problemas económicos, pero no tuvieron mayor impacto en la economía mundial. Japón, por otro lado, tiene una economía de grandes interrogantes. Todo señalaba que el pasado 2000 lo cerraría con un crecimiento de 2% y las expectativas apuntaban a que en 2001 se podría desacelerar a 1.8%, y en 2002 avanzaría a 2.4%. Según Castro, “buena parte de esa expectativa se debe a un paquete keynesiano de gasto público que eleva el déficit fiscal a 10% del PIB aplicado en Japón”. Si bien el país puede absorber ese déficit gracias a su competitividad y enorme ahorro interno, algunos organismos internacionales no dejan de advertir ciertos riesgos en la medida.

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El papel del petróleo
Como una excepción que confirma la regla, o como otra expresión del momento económico, resulta paradójico que si bien uno de los problemas de la economía global es un exceso de oferta de muchos productos, cuando se habla de los energéticos aplica lo contrario: aquí se muestra más bien una insuficiencia.

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Lo que contribuye al deterioro de la situación económica. De hecho, en una exposición reciente, Alan Greenspan reconoció la influencia de esos precios como factor de desaceleración en Estados Unidos, ya que desde la primavera de 1999 hasta noviembre de este año los costos en energía –petróleo, gas natural y electricidad– para las empresas manufactureras se incrementaron 40%.

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Por otra parte, no existe información clara acerca de la situación del mercado energético. Por ejemplo, a finales de 2000 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señalaba que a pesar de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) había aumentado su producción desde inicios de año, el mercado petrolero se mantenía estrecho, con una producción de crudo cercana al tope de la capacidad e inventarios ubicados en niveles históricamente bajos.

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Si así fuera, el mercado se encontraría muy vulnerable. Sin embargo, a principios de la temporada invernal, cuando aumenta la demanda, se registró una baja de casi 20% en el precio del crudo. A su vez, contradiciendo el diagnóstico de la OCDE, el ministerio de Energía de Argelia declaró que debido a los últimos incrementos en la producción y un aparente debilitamiento de la actividad económica, la oferta excede a la demanda en 1.4 millones de barriles diarios, provocando una baja en los precios. Por eso, informó la dependencia, los países de la OPEP podrían acordar una reducción de la oferta en su reunión de enero.

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En resumen, menor crecimiento
Más allá de las causas –el fin del ciclo de crecimiento o la política de elevar las tasas de la Fed–, la desaceleración parece inevitable. Instancias como la OCDE estiman que después de alcanzar un crecimiento de 4.25% en 2000, el ritmo más fuerte en una década, en 2001 el conjunto de los países miembros de esa asociación podrían tener un crecimiento global de sólo 3.25% y de 3% en 2002.

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La firma Merrill Lynch, a su vez, especifica que la economía de Estados Unidos podría desacelerarse de una tasa de 5.1% en 2000 a 2.5% en 2001. Adicionalmente, Álvarez Icaza menciona como factores de desaceleración el ajuste correctivo observado en las bolsas de valores y el efecto de la política restrictiva aplicada por la Fed.

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A fines de 2000 sobraron las explicaciones alrededor de mercados saturados para algunos productos, o noticias de señales de desaceleración en varios países. Un ejemplo doméstico fue que, no obstante el crecimiento de la economía mundial durante el año pasado, fuentes vinculadas a la mexicana AHMSA estiman que el planeta tiene capacidad para producir cerca de 800 millones de toneladas de acero, pero sólo hay mercado para 700 millones, lo que ha provocado una baja en los precios internacionales. Obviamente, la situación se complicará conforme avance la desaceleración.

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A su vez, la misma Reserva Federal comenzó a documentar los primeros indicios de la desaceleración. En su The Beige Book del 6 de diciembre, recoge información respecto de que en noviembre observaba un incremento de los inventarios de autos, en línea con una reducción de sus ventas en muchas regiones de Estados Unidos. Asimismo, tomó en cuenta testimonios de manufactureros, quienes consideran que su actividad se ha vuelto más lenta y en algunas regiones están presionados porque sus costos laborales y de energía han aumentado, en tanto se mantienen estables o incluso disminuyen, sus precios de venta. Menciona directamente la opinión de empresarios acereros, en el sentido de que resienten una caída de precios y un aumento de las importaciones, estimuladas por la fortaleza del dólar.

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Para los economistas de Merrill Lynch la expectativa de una desaceleración en Estados Unidos se reflejará en menores tasas de inversión. “Después de crecer a un ritmo de dos dígitos durante ocho años consecutivos, se espera que el gasto en equipo y software reduzca su ritmo a tasas de 9% en 2001.”

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Adicionalmente, aunque la posición de Standard & Poor’s va por la estabilidad de las tasas de la Fed alrededor de los niveles actuales, Uribe señala que la Reserva cuenta con la posibilidad de reducirlas si se presenta el riesgo de una desaceleración. En esa línea, Merrill Lynch considera que la Fed podría hacer ligeros ajustes a la baja en la primera mitad de 2001 para pasarlas del 6.5% actual, a 6% o menos.

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Lo cierto es que la complejidad de la economía actual no da lugar a la certidumbre. Al inicio de 2001 lo único claro es una situación más difícil que en 2000, pero nadie tiene elementos para definir en qué proporción y con qué efectos.

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