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El nuevo paradigma

Las naranjas, Disney y los cruceros son el lugar común. Florida es mucho más. Y le ha puesto el oj
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Al estado de la Florida se le asocia frecuentemente con muchas cosas. Es el estado de la naranja y uno de los hogares de Mickey Mouse; es donde viven los ancianos retirados; es el refugio y la puerta de entrada a Estados Unidos de inmigrantes pobres –cubanos, principalmente, pero también portorriqueños, dominicanos, haitianos, salvadoreños, etcétera–; es el lugar de donde salen los vuelos espaciales y los cruceros para lunamieleros; es la tierra de elección del lagarto y el delfín.

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Todos estos lugares comunes, aunque ciertos, ya no describen la compleja realidad de la moderna Florida, sobre todo desde el punto de vista de los negocios. Pues pocos están conscientes de que se trata de uno de los estados más poderosos en lo que toca a tecnologías de información (TI), industria aerospacial, entretenimiento y otros sectores que dominarán la economía durante el próximo siglo. He aquí algunos datos duros que hablan con más precisión sobre lo que es la economía de Florida.

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Se trata de la decimosexta economía del mundo y la quinta más poderosa en el hemisferio americano. En 1998, su producto interno bruto (PIB) sumó $386,000 millones de dólares, cifra ligeramente inferior a la del PIB de México. Sin embargo, su población apenas llega a 15 millones de personas y, en un par de años, podría ser el tercer estado más poblado de la Unión Americana. Su fuerza laboral alcanza los 7.4 millones de personas que, en conjunto, ofrecen una de las más variadas mezclas culturales de Estados Unidos. Hay unas 800,000 empresas establecidas en su territorio, y la gran mayoría son compañías pequeñas, capaces de adaptarse rápidamente a los nuevos entornos. El intercambio comercial internacional de este estado llegó a $70,000 millones de dólares en 1998.

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Lo más importante es que se trata de una economía que ya no está basada en los servicios y que alberga uno de los sectores de alta tecnología –llamado “el corredor i4”, por la carretera interestatal sobre la que están casi todas las empresas de este segmento– más importantes de Estados Unidos y el mundo.

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Aunque existe una muy cercana relación con el resto de Latinoamérica –particularmente con naciones como Brasil, Argentina y muchas del área de Centroamérica y el Caribe– la relación de México con la Florida ha sido más bien distante. John Ellis Jeb Bush, gobernador de Florida, admite que existen razones políticas, culturales y geográficas que explicarían esa distancia y, de manera inversa, la cercanía y familiaridad con los estados de la Unión Americana que hacen frontera con México, particularmente Texas y California.

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Para remediarlo, por primera vez el gobierno de Florida y asociaciones empresariales de ese estado agrupadas alrededor de Enterprise Florida (asociación de empresas que promueve el desarrollo económico) organizó, en días pasados, la más grande exposición que estado alguno de la Unión Americana haya organizado con el apoyo de la American Chamber of Commerce en la Ciudad de México. Más de 120 empresas participaron en el evento, que fue inaugurado por el gobernador Bush.

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Resulta difícil comprender que México y la Florida hayan tardado tanto en reconocer la importancia mutua que implica estrechar sus lazos comerciales. El aeropuerto de Miami, por ejemplo, es la puerta de entrada de 80% de las mercancías que Latinoamérica exporta por vía aérea a Estados Unidos; ni más ni menos. Y los puertos de la Florida son la entrada natural para productos destinados a los mercados de la costa este de ese país.

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Bush cree que la falta de atención hacia México es más una oportunidad de negocios y recuerda la importancia de la economía mexicana en la región. “Tenemos una enorme frontera con México, lo que pasa es que la gente no la ve así. La diferencia con el río Bravo es que la nuestra es ‘un poco’ más ancha”, explica Bush durante una entrevista en su despacho ubicado en el Capitolio de Tallahassee, la tranquila capital del estado.

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A pesar de los buenos deseos, el intercambio comercial entre México y Florida (que prácticamente se duplica cada año) es uno de los más bajos y su monto se ubica muy lejos del principal exportador latinoamericano a ese estado: Brasil (ver tablas de intercambio comercial). Y no sólo eso, los productos de Florida que llegan al mercado mexicano y los nacionales que ingresan a ese estado, en su gran mayoría pasan a uno y otro lado a través de la frontera terrestre, lo que explica que, según cifras del Departamento de Comercio de Estados Unidos (basadas no en el origen de los productos, sino en el puerto de salida de los mismos), exista un superávit a favor de México de poco más de $400 millones de dólares.

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Pero según Antonio Villamil, encargado del despacho de comercio, turismo y desarrollo económico del estado de Florida, al rehacer la cuenta considerando el origen de las exportaciones, existe una mínima diferencia en los intercambios comerciales entre México y ese estado. “En realidad, tenemos una relación muy sana y equilibrada”, sostiene Villamil, quien conoce bien a México, pues durante la presidencia de George Bush fue miembro del equipo de negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), que dirigía Carla Hills.

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Alguna influencia debe ejercer también el que Bush –hijo del ex presidente George Bush y hermano del gobernador de Texas y precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, George W. Bush– haya llegado al máximo despacho político del estado. Como se sabe, Jeb es el Bush casado con una mexicana, Columba, así que fortalecer las ligas entre Florida y México bien podría tener un aire de reto personal.

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Lagarto high–tech
Una de las claves del desarrollo que ha experimentado Florida en los últimos 25 años, ha sido la incorporación de empresas de alta tecnología a la vida económica. La llegada de estas empresas no fue casual aunque su multiplicación es parte del efecto “bola de nieve” provocado por ciertas empresas. Villamil lo resume así: “Una cosa trae otras muchas más. Por ejemplo: con la llegada de la gente de edad, que eligió Florida como su lugar de retiro, llegaron los hospitales; con los hospitales, llegaron los centros de investigación farmacéutica; con esos centros, se le dio impulso a la investigación y colaboración con universidades, y toda una serie de empresas de la más variada naturaleza se van multiplicando.” Historias similares se pueden relatar a propósito de la apertura del Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral, que impulsa la creación del Centro Nacional de Simulación –a cuyo alrededor operan más de 250 negocios y reporta un beneficio anual de $3,000 millones de dólares–; o para el caso de Disney World, en Orlando, que explica el dramático crecimiento de la industria turística en una zona donde hace 25 años prácticamente no había nada.

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Pero quizá sea el desarrollo de gente entrenada y preparada para trabajar en empresas de alta tecnología, además de la diversidad cultural del elemento humano, el factor que más peso ha tenido en el desarrollo del estado.

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Para Peter Panousis, director de Cirent Semiconductor –planta de manufactura de microprocesadores, resultado de una coinversión de Cirrus y Lucent Technologies– la infraestructura (puertos, agua, electricidad, carreteras, aeropuertos, etcétera) es importante, “pero sin un entorno adecuado, conformado por gente entrenada y una legislación que apoye los intercambios entre empresas y universidades, no hay desarrollo”.

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En Florida, el proceso de intercambio con las universidades es sumamente formal y claro, con apego a una ley especial, emitida para impulsar el intercambio entre las empresas y las instituciones de educación superior. Los académicos proponen proyectos pero debe existir un interés mutuo, admite Panousis. El proceso es simple, pragmático y directo. No hay injerencia directa ni del Estado ni de las autoridades universitarias. El trato entre la empresa y el profesor responsable de la investigación es llano. “La ley es muy específica en este sentido”, subraya el directivo de Cirent.

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Otra manera de apoyar el desarrollo de investigaciones ha sido la donación de equipo, práctica impulsada por diversos esquemas de descuentos fiscales para las empresas. Lo fundamental, en este tipo de iniciativas, es que aparte de los beneficios económicos, gracias al intercambio de ideas y experiencias las empresas están de hecho entrenando a quienes conformarán su fuerza laboral en el futuro cercano.

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Panousis admite que este tipo de acuerdos dan, al mediano plazo, grandes recompensas económicas y advierte que en México las autoridades y las universidades estatales deberían imitar este tipo de iniciativas, impulsar el trabajo en equipo con las empresas –mediante más investigaciones de corte práctico y no tan puras– y desarrollar áreas de interés común. Para ello, se debe establecer un marco regulatorio que ofrezca seguridad a los proyectos de investigación conjunta.

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El monto anual que conforma el fondo de apoyo a universidades en programas de investigación alcanza $1 millón de dólares, mismos que son controlados por el sector privado. El objetivo es sencillo: buscar universidades que necesiten recursos para hacer investigaciones.

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Una gran ventaja para las empresas es que la propiedad intelectual de los hallazgos se mantiene en poder de la industria. “Si inventan algo valioso, eso se queda con nosotros. Eso es muy importante”, recalca quien lleva las riendas de una de las principales plantas productoras de microprocesadores en Estados Unidos (25% de los chips alojados en los celulares de todo el mundo proviene de esta planta con sede en Orlando).

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A pesar de esta rica oferta tecnológica, quizá los principales productos que Florida logre mercadear en México serán el cúmulo de experiencias que explican su desarrollo durante los últimos 25 o 30 años. Bush se muestra confiado sobre lo oportuna que resulta, en este momento, la promoción del estado. “Creo que el tiempo es el correcto”, concluye.

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