Publicidad

Síguenos en nuestras redes sociales:

Publicidad

El poder de la simplicidad

Los sistemas de trabajo crecieron en complejidad. Ahora, los empleados necesitan un rito de iniciaci
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

En estos tiempos de la high technology, las megatrends y otros conceptos de vanguardia, parece aventurado –por no decir temerario– escribir un libro sobre el Management bajo el título The power of Simplicity (Jack Trout, McGraw-Hill, México, 1998). Parece increíble que alguien tenga la osadía de mencionar que el mundo de los negocios está al alcance de cualquier individuo, lleno de necesidades y buenas ideas, y no sólo restringido a un selecto grupo armado con un MBA en Harvard. Sin embargo, esta obra pone de manifiesto la importancia, casi olvidada, de una mente clara para el ámbito de la empresa, cuya carencia es uno de los problemas más importantes en países que, como México, buscan insertarse en el mundo de la economía global.

-

La administración científica de las empresas nació con pretensión universal, válida para todas las ramas de productos, productores y culturas. Esta concepción de la administración –y por lo mismo del desarrollo personal dentro de la empresa– permeó toda nuestra sociedad haciéndola funcional, ofreciéndonos modelos basados en operaciones mecánicas y libres valores. A este funcionalismo siguió un derrotero que no esperábamos: la complejidad.

-

El grado de complejidad que alcanzaron las empresas exigió especialización y los especialistas, dentro de las corporaciones, se encuentran cada vez más aislados de sus colegas. Las instituciones trabajan con una serie de engranajes construidos por personas carentes de una visión global sobre el rumbo que sigue ese ente en el que pasan la mayor parte de su vida: la empresa.

Publicidad

-

Los sistemas de trabajo, al crecer en complejidad, “formatearon” al trabajador con un lenguaje y pensamiento tan complicados que parecería necesario seguir un “rito” de iniciación para ingresar en ese mundo. Y el “templo” donde se realizan esos ritos son, curiosamente, las escuelas de negocios. Es ahí donde enseñan que la complicación creciente de las situaciones de negocio se debe enfrentar con estructuras de organizaciones proporcionalmente más complejas. Es así como caímos en una vorágine de términos empresariales, de tan rápida evolución, que las compañías no terminan de implantar uno cuando ya piensan que resulta obsoleto y deberían pasar a “la siguiente generación” de técnicas administrativas.

-

Serenidad y paciencia
Jack Trout establece que los métodos aprendidos en tales escuelas son muy útiles, pero que el verdadero core business radica en una mente clara y simple. Todo lo demás que requiere la empresa es la capacidad de esfuerzo y la creatividad inagotable de sus colaboradores. Cuando una empresa tiene hombres con sentido de pertenencia y deseos de trabajo asociativo, la organización y las soluciones de negocio se simplifican resolviéndose los problemas de forma acertada y veloz. La acción de dirigir es también sencilla: no se necesita dirigir más, sino dirigir mejor. Trout también señala que es necesario simplificar el flujo de información dentro de la empresa. Si ésta tiene un elevado grado de complejidad, no podrá coordinarse bien, debido a que siempre quedarán huecos en las cadenas de mando y en los flujos de información.

-

El director de empresa debe ordenar su mente para pensar con claridad y su ejemplo se transmitirá a sus subordinados. La dirección de empresas es, en su mayor parte, un ejercicio de sentido común. Como la regla de oro de Nordstrom: “Usa tu buen juicio en cualquier situación; no hay otra regla”. Pero muchos directivos tienen miedo a confiar en sus instintos, no siguen las ideas que más les atraen por parecer tan sencillas que –piensan– los demás las considerarán tontas o pueriles. Hay que diferenciar entre lo complejo y lo arduo, así como entre lo simple y lo fácil. Encender la computadora es sencillo, aunque su funcionamiento sea muy complejo. Lo arduo es romper los esquemas tradicionales de cooperación patrón-empleado y abrirse a un esquema de sociedad con los empleados.

-

Lo más simple no es, necesariamente, lo más fácil, pero tal vez sí lo más conveniente.

-

En resumen, la mayor y radical simplificación administrativa y comercial no se consigue con el expediente de la supresión de niveles de mando, sino por la disposición personal del trabajo en equipo y el uso del sentido común. La simplicidad obliga a pensar en lo esencial y a clarificarlo. Obliga a la consistencia: decirles no todo a todos, pero sí a todos lo mismo.

-

La simplicidad se consigue dando su lugar a la persona: cuando pretendemos que ésta deje de serlo, todo se complica. Coincido con Jack Trout en que la atención a la persona –singular e individualizada– y la sencillez de la organización son elementos que hacen a la empresa “magnánima”. Como decía Ralph Waldo Emerson: “No hay nada tan simple como la grandeza; de hecho, ser simple es ser grande”.

-

Carlos Llano es presidente fundador del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (IPADE)y miembro del Consejo Editorial de Expansión

Newsletter

Únete a nuestra comunidad. Te mandaremos una selección de nuestras historias.

Publicidad

Publicidad