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El problema de la distribución

Hay muchas teorías sobre cómo repartir mejor la riqueza de un país, pero ¿cuál es la más convi
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Hace unas semanas estuvo en la Ciudad de México Amartya Sen. Él recibió el premio Nobel de Economía en 1998, en parte, por sus contribuciones a la teoría de la elección social (cómo las sociedades se ponen de acuerdo para elegir).

- La contribución más importante de Sen es una analogía muy útil para pensar en las políticas públicas. Todas las políticas públicas tienen efectos redistributivos. Directa o indirectamente, le dan a unos y le quitan a otros. La analogía empieza así: imagínate que tienes una flauta. Imagina también que hay tres niños: Ana, Beatriz y Carlos. Tú debes decidir a quién darle la flauta.

- Ana te dice que ella no tiene con qué jugar, mientras que los otros dos niños poseen otros juguetes. Por eso, según Ana, deberías darle la flauta a ella. Beatriz te explica que ella es la única de los tres niños que sabe tocar la flauta y que por eso es ella quien debería recibirla. Finalmente, Carlos te dice que la flauta le corresponde a él por una simple y sencilla razón: él la hizo. Los tres niños dicen la verdad.

- Tomadas aisladamente, cada una de las tres razones es convincente. En ausencia de las otras dos explicaciones, cada una es suficiente para darle la flauta a un niño. Sin embargo, cuando las tres razones se ponen sobre la mesa, no queda claro qué hacer.

- Por años, los teóricos de la elección social se han preguntado “a quién deberíamos darle la flauta”. Algunas teorías han favorecido dársela a Ana. Por ejemplo, la teoría de Karl Marx propone darle “a cada cual según sus necesidades”. Otras teorías que defienden la eficiencia proponen que debemos dársela a Beatriz. Ése es el caso de la teoría de John Stuart Mill, según la cual habría que dársela a quien incrementa más la felicidad de todos. Al tocar la flauta, Beatriz la disfruta y los demás gozan escuchándola. También hay teorías que defienden la equidad, como la de Robert Nozick. Esa teoría dice que debemos dejar que las personas gocen del fruto de su trabajo, y la flauta es fruto del trabajo de Carlos.

- Si pusiéramos a votación quién debería quedarse con la flauta, ¿quién ganaría? ¿Marx, Mill o Nozick? Los economistas Daniel Kahneman (premio Nobel de Economía), Jack Knetsch y Richard Thaler le han preguntado a la gente algo similar con ejemplos distintos. No es que cada persona tenga una idea distinta de justicia. Todos tenemos principios muy similares de lo que entendemos como justo. Sin embargo, esos principios están en conflicto, porque no podemos darle la flauta a los tres niños por más que eso sea lo que quisiéramos.

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- Lo que genera diferencias en cómo juzgamos es el contexto. Cada uno de nosotros usa toda la información a nuestro alrededor para juzgar una situación como justa o injusta. Un músico profesional podría decir que “sin duda hay que darle la flauta a quien puede tocarla”. Una persona que está en contacto diario con niños pobres que carecen de estímulos podría decir que la niña sin juguetes debería recibirla. Un padre de familia que trabaja a destajo y que gracias a su mayor esfuerzo gana más que sus compañeros podría decir que la flauta debe quedársela quien la hizo. No es que estas personas tengan valores diferentes y que sus ideas de justicia sean irreconciliables. Su contexto está generando esas diferencias.

- Imagínate que una persona está de viaje y que un taxi la lleva al aeropuerto. Al final del trayecto el taxista le dice que el total es de 130 pesos. Esa persona sólo trae un billete de 200. El taxista no tiene cambio y no hay quien les cambie el billete. El pasajero y el chofer no van a verse de nuevo. ¿Es justo que el pasajero le dé los 200 pesos? ¿O es justo que el taxista no le cobre los 130 pesos?

- Cómo juzgamos esa situación depende del contexto. Si te digo que entre las reglas del sitio al que pertenece el taxista está “siempre tener cambio”, es probable que favorezca que el taxista se quede sin el billete. Si te digo que el pasajero es un ejecutivo que acaba de cerrar un trato en el que se va a llevar una gran comisión y que el hijo del taxista está muy enfermo y requiere medicinas muy caras, tu respuesta puede ser otra. La situación es la misma. La diferencia es el contexto.

- Quienes mandan a sus hijos a escuelas privadas pagan doble por la educación: una vez a través de los impuestos, y otra vez por medio de las colegiaturas. La deducibilidad permite que las familias que hoy pagan doble puedan obtener una reducción en los impuestos. Esa reducción sería de sólo una fracción de lo que pagan en colegiaturas. En lugar de pagar doble, quizá paguen 1.75 veces.

- La deducibilidad es como darle parte de la flauta a quien la hizo: con los impuestos el gobierno nos quita las flautas que elaboramos con nuestro trabajo. Sin embargo, para que la flauta vaya a quien la hizo, hay que quitársela a quien la necesita más. El costo fiscal de la deducibilidad se ha puesto en 13,000 millones de pesos. Algunos programas van a tener que ser eliminados o reducidos por el hueco que va a dejar la deducibilidad. Y podemos suponer que esos programas que van a eliminarse o reducirse benefician a quienes menos tienen.

- Darle la flauta a quien la hizo también significa no dársela a quien podría usarla mejor. Los 13,000 MDP podrían ir a más y mayores becas del gobierno para los estudiantes que pueden aprovechar más ese apoyo. La deducibilidad también podría haberse decretado de una forma distinta para tener un efecto más grande sobre la formación de capital humano.

- El impacto de la deducibilidad sería mayor si incluyera la educación superior: un mayor porcentaje de los estudiantes en ese nivel van a escuelas privadas y las colegiaturas son más altas. De acuerdo con la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, un tercio de la matrícula en licenciaturas y posgrados está en escuelas privadas. Ese porcentaje es de cerca de 10% en los niveles básico y medio. Y en ese nivel las colegiaturas son más altas. Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, la colegiatura promedio en escuelas privadas de nivel superior es casi el doble que en los niveles básico y medio.

- Con el decreto, la flauta pudo no haber llegado a quienes le sacarían más provecho. Por ejemplo, los jóvenes que no alcanzaron un lugar en las universidades públicas en las carreras que querían y tuvieron que ir a una universidad privada. Si alguien quiere estudiar derecho en la UNAM, pero le marginan a su segunda o tercera opción, puede parecerle mejor ir a una institución privada. Si los padres no pueden pagar las universidades privadas de más prestigio, es probable que el estudiante termine en una universidad privada de bajo costo.

- Finalmente, el contexto del decreto es que desde siempre las familias con hijos en escuelas privadas han contribuido más al gasto social. Si tú le regalas cada fin de año un pavo a cada uno de tus empleados, ¿cómo crees que van a sentirse el día que dejes de dárselos? Te lo garantizo: van a sentir que es injusto porque el contexto es que tú venías haciéndolo y quedaba claro que las cosas seguirían así. Según los estudios de Kahneman, Knetsch y Thaler, cambiar de golpe y porrazo las reglas para eliminar un beneficio al que ya estábamos acostumbrados tiende a ser percibido como injusto.

- Todos estos elementos no fueron ventilados en el Congreso ni analizados por la opinión pública. La medida fue decretada, no legislada.

- El autor es doctor en Economía de la Universidad de Chicago y académico visitante en la Universidad Iberoamericana.

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