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El reino Google

Todos quieren ser amigos de Eric Schmidt, el jefe del gigante de internet de los 171,000 millones de dólares.
lun 04 julio 2011 02:54 PM
Eric Schmidt asumió la presidencia del buscador más importante a nivel mundial a principios de 2011. (Foto: Reuters / Enrique Marcarian)
1069 picf015 (Foto: Reuters / Enrique Marcarian)

Como toda persona verdaderamente poderosa, Eric Schmidt cree más en una autoridad tranquila que en la de un arrogante ruidoso. El presidente ejecutivo de Google ingresa a la sala como si se deslizara sobre ruedas, deja sus tres teléfonos y su pasaporte estadounidense sobre la mesa, y nos cuenta que su próxima cita es con el profesor Stephen Hawking, que ha venido a participar en el evento anual Zeitgeist de Google (tuvo lugar en mayo pasado) para abordar el tema ‘¿Por qué estamos aquí?'.

Schmidt, de 55 años, que de manera rutinaria aparece en las listas de los empresarios más importantes del mundo y (según Forbes) tiene un patrimonio neto de 7,000 millones de dólares (MDD), parece no inmutarse ante la perspectiva de un encuentro  con el hombre más inteligente de la Tierra. Como su amigo el presidente Barack Obama, él transmite el mensaje de "nada de drama". Ciertamente, no sorprende que él haya sido uno de los asesores de campaña del presidente y en reiteradas ocasiones haya sido mencionado como posible candidato al cargo de secretario de Comercio dentro del gabinete de Obama. La facilidad con la cual se mueve entre el mundo de la política y el de los negocios recuerda a Robert McNamara, quien fuera designado secretario de Defensa del presidente John F. Kennedy a sólo cinco semanas de convertirse en presidente de Ford Motor Company.

La reunión Zeitgeist en el hotel The Grove, en Hertford-shire (RU), se ha convertido en el objeto del deseo no sólo para los fanáticos de la web y los freaks informáticos, sino también para todos aquellos que aspiran a tener un rol preponderante en la nueva economía. Además de Hawking, la lista de disertantes de este año incluye al ministro británico de Hacienda, George Osborne; el premio Nobel Joseph Stiglitz; el director de cine ganador del Oscar Kevin Macdonald y Guy Laliberté, fundador del Cirque du Soleil.

Es el primer evento Zeitgeist de Schmidt en su nueva función de presidente ejecutivo, ahora que Larry Page, cofundador de Google,  se ha convertido en el nuevo CEO de la empresa. Durante 10 años, Schmidt fue el CEO y el ‘supervisor adulto' de Page y del otro fundador de Google, Sergey Brin.

El triunvirato sigue funcionando con toda su fuerza, pero lo que se ha modificado es la división del trabajo; "una de las nuevas tareas de Schmidt es supervisar el liderazgo pensado a través de la tecnología". La visión ortodoxa era que Brin y Page eran los visionarios, una especie de Mozarts locos que juegan al Wii, mientras que el sensato tío Eric era quien mantenía en orden los libros contables y hacía que las aplicaciones funcionaran a tiempo. Y hay algo de verdad en esa leyenda: Schmidt tuvo un papel preponderante en la construcción de esta empresa con ingresos anuales globales de 29,000 MDD.

Pero esta caracterización no le hace justicia al enfoque visionario de Schmidt sobre internet. "Todo empieza con su visión del ser humano", dice. Y añade: "Y mi visión básica de la naturaleza humana es positiva, y es que la mayoría de las personas quieren hacer del mundo un lugar mejor y que esta tecnología es fundamentalmente ‘empoderizante'. Lo que sucede es que las personas que han sido pobres en el sentido de la información se están transformado en ricas en este mismo sentido. Creo, genuinamente, que en la medida en que la gente haga esto, vivirá mejores vidas".

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Cuando era editor de revistas, llegué a compartir esta visión evangélica, y lo sigo haciendo. Pero algunos no, y no sólo los reaccionarios que se oponen a todos los cambios tecnológicos. Ahora que dejamos atrás la explosión inicial de la emoción global conocida como la Web  2.0, está surgiendo una crítica más reflexiva sobre el impacto de la tecnología digital. Por ejemplo, el libro Hamlet's BlackBerry, de William Powers, argumenta que nuestros dispositivos manuales se  han convertido en un ‘látigo físico' y que necesitamos (en referencia a Walden, de Henry D. Thoreau) ‘Zonas Walden': lugares alejados y aislados donde podamos reflexionar y conversar sin interrupciones.

El futuro ya está aquí
En una nueva serie de conversaciones con Jean-Claude Carrière, llamada ‘Nadie acabará con los libros', Umberto Eco argumenta que, hasta ahora, lo que él denomina la ‘cultura' ha actuado como filtro, pero que, de repente, "internet nos ofrece todo y nos obliga a filtrar toda esa información, no por obra de la cultura, sino a través del trabajo de nuestro cerebro. Esto pone en riesgo la creación de 6,000 millones de enciclopedias de manera individual".

Schmidt toma muy seriamente esta idea de que la red está destrozando nuestra humanidad compartida.

"No se da una disgregación de la cultura. Lo que sí sucede es que las personas tienen más opciones de información, hay más personas que compiten por su tiempo, y empresas como Google pueden ayudarlo a usted a determinar, si usted lo desea, cómo utilizar su tiempo, porque nuestro negocio es el de los rankings".

Pero ¿qué hay de cierto en la implicación de Eco de que simplemente estamos siendo expuestos a un torrente sin filtro de información caótica y de seudoinformación? "Existe gran preocupación de que internet se convierta en una especie de alcantarilla, llena de cosas malas, y la razón es que es muy sencillo generar cosas malas, pero ese es un problema del ranking. Por lo tanto, nosotros deberíamos ser capaces de ayudarlo a usted a entender cuáles son las fuentes legítimas y cuáles las no legítimas, empleando técnicas matemáticas complejas, muy complejas, que incluyen señales y preeminencia, y los puntos de conversación dominantes. Si bien no podemos detectar la verdad en el sentido moral, sin duda podemos llegar a un punto de vista común, lo cual ayudará".

En otras palabras, según Schmidt, los algoritmos fantásticamente complicados de Google actúan como un sistema de control de calidad, tamizando, calificando, ordenando, ubicando los lugares en la red donde se están congregando los usuarios, otorgándole a la función de búsqueda un rol editorial intrínseco. No es exactamente darle a las matemáticas la categoría de una rama de la ética, pero tampoco está muy lejos de esa idea.

Schmidt, ingeniero graduado de Princeton con un doctorado otorgado por Berkeley, ha llevado Google de un relativo anonimato a su reconocimiento global como marca. La idea de ‘googlear' algo o a alguien en búsqueda de respuestas ya se encuentra establecida en la mente de las personas. Mucho antes de que se dieran cuenta de que la pantalla casi en su totalidad blanca con una ranura en el centro era el trabajo de una corporación gigantesca a nivel mundial. Junto con el reconocimiento, también ha llegado la controversia: en Europa, admite Schmidt, existe "una preocupación genérica sobre las empresas estadounidenses, una preocupación genérica sobre lo inmenso".

El gigante de la búsqueda navega permanentemente en aguas peligrosas con respecto a la privacidad, a cuánta información guarda la compañía sobre sus usuarios, y por cuánto tiempo. Schmidt argumenta que este tema es más un asunto de las ‘élites' que de las ‘personas comunes'. En Alemania, por ejemplo, las vistas de la calle con Google Street View fue tema de feroces debates y, sin embargo, el servicio se ha vuelto abrumadoramente popular en ese país. En cualquier caso, dice, la creciente interconectividad de la tecnología de la comunicación implica que cada vez se registrarán más y más datos. En este tema, admite Schmidt, no hay una respuesta filosóficamente perfecta, sólo el compromiso práctico.

"En el caso de Google, resolvimos ese problema con respecto a la retención de datos al igual que el problema de las búsquedas y nuevamente, todo esta información es sumamente pública, conservando la información por 12 a 18 meses. Después la hacemos anónima".

Para el presidente ejecutivo de Google, la dicotomía específica en el nuevo escenario digital es entre sistemas ‘abiertos' o ‘cerrados'. Apple es el sistema cerrado por excelencia: una religión digital celosamente custodiada que genera productos bellos que funcionan con otros productos de Apple. El enfoque de Google, representado por su software de ‘fuente abierta' para móviles, es diametralmente opuesto. Todos pueden agregar cosas, cualquiera puede colaborar para mejorar el sistema. El proceso es más irregular, menos pulcro, menos centralizado que el de Apple. Pero, dice Schmidt, está mejor orientado hacia la innovación, hacia sinergias inesperadas, y a la creatividad ilimitada.

"Tenemos muchas personas, empresas de hardware y aplicaciones, y no cobramos por las ellas; traspasamos todo. Recuerde que  nosotros ganamos dinero con la publicidad,  por eso estas cosas son gratuitas, estos chicos están compitiendo unos contra otros. ¿Usted cree -y ésta es una pregunta fundamental- que (Apple) produce mayor valor económico que nosotros? Falta ver cuál de estos dos enfoques prevalecerá en el desarrollo de la ‘computación en nube', en la cual  una empresa almacenará sus datos (música, texto, películas, fotos) y su dispositivo será simplemente un medio descartable para acceder a ellos".

¿Y qué sucede con Facebook como competencia? Schmidt cree que Google tiene futuro en las redes sociales, pero con un matiz diferente. "Somos especialmente buenos en la búsqueda, publicidad, mapas, YouTube, navegación, y otros servicios de internet. Lo que estamos haciendo, básicamente, es tratar de lograr que las personas nos den o descubran sus ‘gráficos sociales', nos referimos a cuestiones como son sus amigos en Facebook. Y aún una lista más interesante de la gráfica social es la de las personas que aparecen en su teléfono, ¿verdad? Y a propósito, ¿quién tiene mayor cantidad de teléfonos inteligentes?", dice, con una sonrisa al mejor estilo gato Cheshire. "¡Nosotros!", asegura.

Schmidt ya ha actuado como asesor de David Cameron en la recuperación económica y se declara impresionado por la pandilla de la Coalición. Steve Hilton, el asesor más cercano al primer ministro inglés, está casado con Rachel Whetstone, directora global de Comunicación de Google. "Creo que, hasta cierto punto, es generacional, es la nueva generación".

El sistema británico parece producir nuevos líderes, "lo cual, en mi opinión, es positivo, son muy conocedores, al igual que Obama en Estados Unidos, en BlackBerries, son muy avezados en todo este tipo de tecnologías, entienden Facebook y Google y demás... George (Osborne) sin duda ha estado pensando en esto desde hace mucho tiempo".

Y luego se aleja para subir al escenario a encontrarse con Hawking: el maestro del nuevo mundo digital y el hombre más inteligente del planeta. Schmidt le pregunta al profesor sobre la inteligencia artificial. Todos esperamos escuchar la voz sintetizada del profesor, hasta que finalmente dice: "Todavía la inteligencia humana tiene cierto rol".

Por mucho que nos encante la tecnología actual, es bueno saber esto.

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