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El riesgo de crecer (demasiado)

¿Por qué debe preocuparnos una industria que ha dado crédito a millones de pobres y cuyo principal exponente en México –Compartamos– es una empresa que crece 30% al año desde hace una década?
lun 04 julio 2011 02:54 PM
Fernando Álvarez Toca, director general de Compartamos. (Foto: Carlos Aranda/Monda Photo)
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El sonido de las olas del mar es la música de fondo de la escena. Son las 10:30 de una mañana de abril en la comunidad Mata de Uva, a 20 kilómetros de Boca del Río, Veracruz. Más de 30 mujeres de diferentes edades, vestidas con faldas coloridas y blusas de manta, están reunidas, charlando, sentadas en viejas sillas a unos cuantos metros del océano, en una especie de traspatio rodeado de palmeras, donde sobresalen varias hamacas y una lancha desvencijada.

Todas ríen, bromean y se avientan chanzas con ese jocoso acento que tiene la gente de la costa. Pero no están ahí para jugar, sino para hacer negocios. Todas son microempresarias: venden ropa, zapatos, dulces tradicionales y todo tipo de comida. Es la reunión semanal en la que todas pagan el abono de un crédito que Compartamos Banco les otorgó hace siete semanas. Unas deben 1,500 pesos, otras hasta 15,000. Con ese dinero, que deben pagar en un plazo de cuatro meses, muchas de ellas han logrado mejorar las ganancias en sus changarros. Algunas, incluso, incluyeron a su marido en el negocio.

"Aquí mandamos las mujeres", dice Josefa, de 46 años, que tiene siete hijos y vende tamales y dulces de coco. "Las mujeres somos más cumplidoras", comenta Gabina, de 67 años, que tiene seis hijos y vende ropa en su casa. Gabina y Josefa son dos de los dos millones de clientas que Compartamos tiene en México. En promedio, estas mujeres tienen 40 años, tienen tres hijos y sus estudios no sobrepasan la secundaria. Sus ingresos mensuales varían entre 1,500 y 5,000 pesos.

De los más de 50 millones de mexicanos que viven en pobreza patrimonial (no cuentan con ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas), 12 millones se autoemplean en la economía informal, según la Encuesta Nacional sobre Ocupación y Empleo (ENOE). Desde hace 20 años, Compartamos volteó a ver este segmento de la población que casi nadie en la iniciativa privada había visto y con él ha construido un negocio único en México y está en vías de hacerlo en América Latina.

Dando crédito a los más pobres, en 20 años Compartamos pasó de ser una organización no gubernamental (ONG) con 2,100 clientes, una sucursal y una cartera de crédito de 263,000 pesos, a ser una holding que cotiza en el mercado de valores, con dos millones de acreditados, 362 sucursales y una cartera de 10,658 millones de pesos (MDP), con presencia en Perú y Guatemala. Su cartera ha crecido sin parar, lo mismo que sus ingresos y utilidades, las cuales superan el 30% anual en la última década.

Parece un negocio redondo, pero en los últimos años, en el sector microfinanciero crece la preocupación por un fenómeno de sobreendeudamiento de los clientes, que ya afecta a muchas personas y a las propias empresas.

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La oferta de microcréditos se ha concentrado en algunas regiones del centro y el sur del país, provocando que más personas tengan varios créditos con diferentes instituciones, sin que unos acreedores sepan de los otros. Se calcula que 30% de los 5.4 millones de clientes del sector tienen créditos con más de una institución, según el estudio ‘Benchmarking de las microfinanzas en México, 2011', realizado por ProDesarrollo, una organización que agrupa a las principales microfinancieras del país, incluida Compartamos.

La falta de información sobre los clientes de este sector impide saber qué tan grave es este asunto. La mayoría son aproximaciones, como el estudio realizado por la microfinanciera Fundación Realidad, que revela que sus 21,000 clientes distribuidos en 11 estados de la República Mexicana, en promedio cuentan con 2.5 créditos con diferentes instituciones.

Algunas empresas ya resienten este problema. De las 150 microfinancieras que se fondean a través del Programa Nacional del Financiamiento al Microempresario (Pronafim) de la Secretaría de Economía, 10% ha pedido la reestructura de sus financiamientos, pues tiene dificultades para recuperar sus créditos, asegura María del Carmen Díaz Amador, coordinadora general del programa.

Con el sobreendeudamiento, muchas empresas dedicadas al microcrédito van a desaparecer o se fusionarán con otras, dice Pablo Cotler, director del Departamento de Economía de la Universidad Iberoamericana. "El riesgo de sobreendeudamiento ya es real", afirma Alberto Bucardo, especialista del Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Antes nadie atendía a la población de bajos recursos. Hoy, para acceder a un crédito, dejan como aval su palabra y su prestigio social. Por eso, ante este problema que parece limitarse a lo financiero, nadie en el sector pierde de vista los casos de suicidios de personas que no pudieron pagar sus préstamos, ocurridos en Andhra Pradesh, India, en octubre del año pasado, ante la vergüenza de ser excluidos de sus comunidades por este motivo. México está lejos de esta realidad, señala Fernando Álvarez Toca, director general de Compartamos, pero reconoce que el riesgo de sobreendeudamiento existe. Por eso, dice, "hay que evitar que el problema le explote en las manos al sistema".

Un bicho raro
Las Reinas del Sur, Las Barbies, Las Conejitas, Las Tropicosas, Las Chicas Rebel, Las Divinas VIP... Éstos son algunos de los nombres de los grupos de mujeres veracruzanas clientes de Compartamos que se leen en un largo pizarrón de corcho, dentro de las oficinas del banco en Boca del Río.

Este tipo de grupos conforman el núcleo del modelo de negocio de Compartamos, basado en el crédito solidario: cada una recibe un crédito individual, pero la responsabilidad de pagar las deudas es de todas, pues si alguna de ellas se atrasa, las demás cooperan para dar el abono correspondiente. De los dos millones de clientes de Compartamos, 98% son mujeres.

El producto se llama Crédito Mujer, que se da a grupos de entre 12 y 50 personas, a quienes se les presta desde 1,500 hasta 27,000 pesos, con tasas de interés mensuales de 3.5 a 4.5% (hasta 54% anual). Para recibir el préstamo no se necesita tener un comprobante de ingresos o alguna propiedad. Es un esquema basado en la confianza y en el prestigio que existe entre ellas como miembros de una misma comunidad, explica Daniel Manrique, director de Relación con Medios de Compartamos.

Con este modelo de crédito comenzaron a trabajar casi desde el principio los fundadores de Compartamos. Carlos Danel, Carlos Labarthe e Iván Mancillas iniciaron como una ONG apoyando programas sociales, pero "el financiamiento estaba en chino", recuerda Danel, quien junto con Labarthe copreside la empresa.

Después de lograr fondeo de organismos como el BID y el Banco Mundial, y de algunos mentores, como Alfredo Harp Helú, en 1997, seguían con problemas para crecer. Fue entonces cuando pidieron a las autoridades una licencia como sociedad financiera de objeto limitado (Sofol). "Se nos quedaban viendo como diciendo estos cuates están locos", recuerda Danel. El contexto no ayudaba mucho, pues el país estaba apenas saliendo de la crisis financiera de 1995. Tres años después, en 2000, les dieron la aprobación para operar como Sofol.

Comenzaron a crecer más rápido. En 2001, Compartamos fue la primera institución de microfinanzas a nivel mundial que emitió en un mercado deuda pública. "Nos veían como una cosa muy rara, no entendían lo que estábamos tratando de hacer. Al final no sabíamos si éramos una empresa, si éramos filántropos, si éramos misioneros", dice Danel.

A pesar de los nuevos recursos frescos, la demanda de créditos era tal que muchas veces tuvieron que parar operaciones porque se quedaban sin capital. Por eso, en 2005 se acercaron a las autoridades de nuevo porque querían ser banco. En 2006, nació Compartamos Banco.

Al año siguiente, Compartamos inicio el road show para preparar su oferta pública inicial (OPI) en la BMV, desde donde también ofrecería sus acciones a inversionistas extranjeros. Álvarez Toca recuerda que se presentó con inversionistas de Nueva York y Londres, a quienes les explicó lo que el banco hacía y sus planes a mediano y a largo plazo.

Poco después de su OPI, en diciembre de 2007, Muhammad Yunus, pionero de las microfinanzas a nivel mundial, fundador del Grameen Bank y premio Nobel de la Paz, criticó duramente el modelo de Compartamos y las altas tasas de interés que cobraba, que llegaban a ser de hasta 80% anual. Dijo que Compartamos y microfinanzas no podían ir en una misma frase porque este modelo de financiamiento debe ser para beneficiar a los pobres, no a los inversionistas.

En respuesta, Danel y Labarthe mandaron una carta a los inversionistas en la que argumentaron que la idea de que los pobres no eran un buen negocio hizo que por largo tiempo muchas empresas no atendieran al segmento. "Probar lo contrario es lo mejor que ha hecho el movimiento de las microfinanzas por ellos y por su bienestar", escribieron.

Sus planes no pararon. "Nosotros teníamos el sueño de ir hacia otros países", dice Álvarez Toca. En enero reestructuraron corporativamente la empresa y crearon una holding para adquirir otras firmas. De hecho, el 28 de marzo pasado, Compartamos anunció su intención de comprar 87.2% de Financiera Créditos Arequipa, en Perú, por 63 millones de dólares (MDD), una operación que concretó el 16 de junio. Luego entró a Guatemala, donde inició operaciones desde cero como Compartamos Guatemala, que entregó sus primeros créditos el pasado 6 de junio.

Esta transformación no tuvo muy buena respuesta en el mercado: desde finales de 2010, el precio de la acción ha ido a la baja y la noticia del cambio a holding no provocó ningún repunte. Los inversionistas ven que en el corto plazo las operaciones en Latinoamérica no tendrán un gran impacto en el valor de la institución, explica Carlos Hermosillo, subdirector de Análisis de Banorte.

A la lista de conquistas internacionales le seguirán Brasil, Colombia y el mercado hispano de Estados Unidos, conformado por 31.7 millones de consumidores potenciales, cuyo valor se estima en 1.3 billones de dólares para 2012, según la firma Kitelab. Álvarez Toca tampoco descarta la compra de alguna institución financiera dentro de México. Al mismo tiempo que se expanden afuera, en el país están ampliando su oferta de productos. Ya dan microcréditos individuales, préstamos para autoconstrucción o mejora de vivienda y microseguros de vida.

En este momento trabajan en un nuevo microseguro para proteger a sus acreditados de cambios climáticos bruscos, como inundaciones. Pero la principal apuesta ahora, reconoce Danel, es la captación de ahorro. Desde 2006, iniciaron en Coatzacoalcos, Veracruz, un programa piloto, con el que ofrecen cuentas de ahorro con tarjetas de débito a 100 personas.

Echar a andar la captación de ahorro en la institución no ha sido fácil. La falta de infraestructura bancaria en muchas regiones del país ha sido el gran obstáculo para masificar este programa. Danel piensa que las corresponsalías bancarias serán la solución, al utilizar la infraestructura rural, como las tiendas Diconsa.

El modelo de Compartamos es totalmente sostenible en el tiempo, opina Hermosillo, de Banorte. La operación de su modelo de créditos está muy supervisada, controlada y acotada, dice, por lo que descarta que la empresa pudiera sufrir por los problemas de sobreendeudamiento del sector.

Compartamos tiene una cartera vencida muy baja (1.9%), el mercado potencial puede ser de hasta 15 millones de clientes en México y el banco está financieramente sano para continuar su expansión, explica Rafael Escobar, subdirector de Análisis de Vector Casa de Bolsa.

Compartamos es la única microfinanciera que rompió los prejuicios de que no se podía hacer negocio con los pobres. "Demostramos que hay un segmento popular que puede usar servicios financieros, que los necesita y que los valora, y que se puede crecer en eso", dice Carlos Danel, quien reconoce que "Compartamos sigue siendo un modelo controversial".

Hoyo negro
El éxito de Compartamos hizo que muchos inversionistas, una mezcla de ex banqueros, comerciantes y empresarios, buscaran constituir empresas dedicadas a otorgar microcréditos para generar utilidades en un corto plazo y luego venderlas. Pensaron que dar préstamos a la población más pobre era una manera de hacer ‘dinero fácil', por lo que muchos aprovecharon la figura jurídica de sociedad financiera de objeto múltiple (Sofom), que cuenta con muchas ventajas regulatorias y fiscales (véase recuadro en la pág. 40), y que no está obligada a reportar a las sociedades de información crediticia (burós de crédito), lo que provoca que no haya claridad sobre el nivel de endeudamiento de las personas.

El crecimiento fue explosivo. En 2001 sólo había nueve microfinancieras, incluida Compartamos. Hoy existen entre 500 y 800 instituciones que prestan al sector popular con diferentes figuras jurídicas que siguen distintas reglas, algunas muy poco reguladas y supervisadas, y otras que trabajan totalmente en la informalidad. En algunas regiones, Compartamos compite hasta con 50 entidades distintas.

"El sector ha crecido mucho más que la capacidad institucional del gobierno para regularlos", dice Horacio Esquivel, coordinador de la especialidad de Microfinanzas de la UNAM. Hasta el cierre de la edición, la Secretaría de Hacienda no estuvo disponible para dar su punto de vista.

Varias de las Sofomes registradas, aprovechando la facilidad para constituirse y la poca regulación, han captado recursos del público, aunque lo tienen prohibido, además de utilizar esta figura para realizar fraudes a sus clientes. "La situación se está saliendo de control", alerta Lamberto Corral, director general de la sofom Cualli Financiera.

La competencia está en pleno crecimiento. "El sector financiero popular es un segmento que está en boga. Hay muchos nuevos jugadores en el mercado, lo cual es precisamente lo que hemos tratado de hacer con Compartamos", dice Danel, copresidente de la empresa.

Lo malo es que la mayoría de estas nuevas instituciones opera sin transparencia y sin reglas. "Que la regulación no haya madurado a la par del crecimiento del sector ha provocado que estemos rezagados en informes, estadísticas y en identificar qué hace cada una de las instituciones. Hay un especie de hoyo negro", señala Esquivel.

El que más pierde es el cliente. "Estos vacíos legales provocan una desprotección de los consumidores", dice Dagoberto Zamora, gerente de Amextra Microfinanzas.

Este hueco regulatorio ha permitido que, en la actualidad, se cometan varios abusos en el sector microfinanciero: el cobro de altas tasas de interés, la sobreconcentración de la oferta en unas cuantas regiones del país (Chiapas, Oaxaca, Estado de México y Veracruz) y el sobreendeudamiento, explica Marco Alvarado, director ejecutivo de la microfinanciera Fundación Realidad.

En 2008, la tasa de interés de las microfinancieras en México fue de 78%, en promedio, la segunda más alta de América Latina, después de Brasil (122%), cuando el promedio de la región es de 38%, según ProDesarrollo.

Otra crítica que le hacen al sector es la manera en que mide su índice de cartera vencida, que son los créditos que no ha podido cobrar a sus clientes. Hoy, como en cualquier banco, miden la morosidad a partir de los retrasos en los pagos después de 90 días. Pero algunos especialistas proponen otra metodología: sumar los créditos no cobrados y los castigos que éstos generan a los clientes.

Con la metodología tradicional, en promedio el sector deja de cobrar 4.3 pesos por cada 100 prestados. Si se suman los créditos no cobrados y los castigos a los clientes, la cifra se eleva a casi 10 pesos por cada 100 prestados. Según esta medición, lo que las microfinancieras dejaron de cobrar pasó de 8.5 pesos de cada 100 en 2007 a 9.7 pesos en 2009.

Un riesgo para un sobreendeudamiento mayor, advierte Esquivel, es que muchas entidades otorgan créditos sin consultar y sin reportar la información de sus acreditados en ningún buró de crédito.

Entrar al sector microfinanciero ha sido muy complicado, reconoce Mauricio Gamboa, director general del Buró de Crédito. Muchas entidades no quieren reportar por miedo a que les roben la información de sus clientes. Lo que más se ha dificultado, dice, es que compren un reporte de crédito, por el costo que implica.

La metodología grupal, en la que el grupo paga si uno de sus miembros se atrasa, es otro factor que no permite saber el grado real de endeudamiento de las personas, explica Francisco de Hoyos, director general de ProDesarrollo.

Abundan ejemplos de sobreendeudamiento. Margarita, de 46 años, morena y bajita, tiene un negocio de huaraches y gorditas en Valle de Chalco, una zona popular en el Estado de México. Hace tres años, en 2008, su esposo se metió en problemas de deudas con tres bancos. Ella y su marido buscaron dinero por todos lados. Además del crédito que ella ya tenía en Amextra, obtuvieron préstamos en Fincomún, Came y con varios ‘conocidos' del barrio.

Pero el negocio de comida no dio los resultados que esperaba y una de sus hijas tampoco tuvo éxito en la venta de productos de Herbalife. Los prestamistas empezaron a ir todos los días a su local a presionar. Su esposo, incluso, recibió amenazas de muerte. "Por eso se escapó a Estados Unidos, para que no lo mataran y para poder trabajar desde allá y mandarme dinero", dice Margarita y se le hace un nudo en la garganta.

Muchos Compartamos
El gran reto del sector microfinanciero es evitar que sigan ocurriendo historias como la de Margarita y la bomba del sobreendeudamiento explote en las manos del sistema.

Para tratar de evitar que sus clientes se sobreendeuden con otras instituciones y que puedan afectar su propia cartera de crédito, Compartamos mantiene una cercanía con ellos, a través de las visitas continuas de sus promotores, dice Fernando Álvarez, director de la empresa. Pero, reconoce, hace falta hacer más.

Para ponerle orden al crecimiento del sector y evitar sorpresas negativas, el director general de Compartamos propone que haya reglas parejas para todos los jugadores: que estén obligados a consultar y reportar al Buró de Crédito (en esto coincide el director general de BBVA Bancomer, Ignacio Deschamps, quien pidió crear un buró universal en la pasada reunión nacional de consejeros de la institución), que hagan públicos sus cobros en sus estados de cuenta y en su publicidad, que se homologue la manera de reportar la contabilidad de las instituciones, además de tener reglas de originación más estrictas.

Para avanzar más rápido en tener al mayor número de clientes de las microfinancieras registrados, el Buró de Crédito está buscando bajar los costos de los reportes, por lo que lanzará a finales de este año productos de consulta para este sector, adelanta Gamboa.

El gobierno, por su parte, a través de la banca de desarrollo, está poniendo filtros para evitar que empresas poco éticas entren al sistema. Un ejemplo de lo que podría venir ya lo hace el día de hoy Pronafim, una institución que fondea a 150 microfinancieras en todo el país. Esta organización exige comprobar su viabilidad financiera y consultar y reportar a los burós de crédito antes de entregar un financiamiento.

Aunque este filtro no siempre es tan eficaz. "En algunos casos, hay empresas fraudulentas que reportan mal, esconden cifras o presentan mal la información deliberadamente", advierte Francisco de Hoyos, de ProDesarrollo. Explica que las reglas y los requisitos que pide Pronafim son más blandos, "lo que pudiera hacer que se le metieran más ‘cachirules'".

Pese a los abusos y problemas, el sector seguirá su crecimiento boyante, coinciden De Hoyos y Cotler. Incluso, Fernando Álvarez Toca, CEO de Compartamos, opina que están construyéndose más historias de éxito.

"En cinco años, habrá, si Dios quiere, otros cuatro Compartamos", asegura. Pero insiste en que el crecimiento debe ser muy cuidadoso: "El problema es cómo logramos empresas exitosas, sólidas y fuertes sin sobreendeudar a nuestros clientes".

RIESGOS DE LA POCA REGULACIÓN EN SOFOMES:
1. Sus operaciones activas no requieren autorización previa del Estado. No hay ninguna ley ni entidad que regule las Sofomes.
2. No están obligadas a reportar ni a consultar los burós de crédito para informar y conocer el nivel de endeudamiento y cumplimiento de sus acreditados.
3. No están autorizadas para captar recursos (ahorro) del público, aunque algunas lo hacen de forma ilegal.
4. Tienen privilegios fiscales que hacen más fácil constituirse y tener rendimientos a corto plazo. Pueden deducir de los ingresos la cartera castigada. Se les permite no incluir la cartera crediticia en el cómputo del Impuesto al Activo.
CRÉDITOS Y EXTORSIONES
El sobreendeudamiento no es la única razón por la cual los clientes de las microfinancieras dejan de pagar sus deudas. Hay otro fenómeno que provoca el impago: la delincuencia organizada. Un ejemplo es Valle de Chalco, que se ha convertido en una zona de alto flujo de efectivo, dado que ahí habitan muchos comerciantes y pequeños productores. Varios microempresarios, que tienen una tienda o una lonchería, son extorsionados por células de los cárteles de Los Zetas y La Familia. “Tenemos gente que ha utilizado los créditos para pagar extorsiones, para pagar rescates de secuestros. Hay delincuencia organizada que les pide derecho de piso”, dice Dagoberto Zamora, gerente de Amextra Microfinanzas.
Otro fenómeno creciente es el lavado de dinero. En diciembre de este año, estas entidades ya estarán obligadas a reportar movimientos sospechosos de presuntos recursos de procedencia ilícita. Estas medidas, por su alto costo de implementación (tecnología y capacitación), podrían provocar un “tsunami en el sector”, sobre todo en las Sofomes más pequeñas, reconoce Lamberto Corral, director general de Cualli Financiera.

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