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Elige tu perversión

Guía para reconocerse en el placer.
mar 20 septiembre 2011 02:55 PM

Freud afirmó en 1904 que el niño es un perverso polimorfo. Con ello quería decir que no nacemos heterosexuales, homosexuales, masoquistas, voyeuristas o pedófilos, sino que somos originariamente un deseo libre e indiferenciado, que con la educación y la madurez biológica encuentra más o menos su cauce. Dicho de otra forma: nos inclinamos sobre lo que nos da placer a lo largo de la experiencia familiar y social con base en nuestros gustos y nuestras pérdidas.

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Si Freud tiene razón, todos somos perversos; pero también, si es verdad su afirmación, la palabra no tiene por qué asustarnos. Entendamos que, bajo este esquema, una conducta completamente sana o totalmente patológica son inconcebibles. Existe un largo claroscuro que nunca es negro ni blanco, y ahí nos hallamos todos. La palabra gris, en este caso, no tiene decibeles de alarma. Todos tenemos selectas tendencias eróticas, unas nos excitan más que otras.

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Sadismo
Sus límites oscilan entre una delicada mordida en la oreja o una leve succión en el cuello, hasta el asesinato. Estamos en ese claroscuro donde a veces una nalgada o un marcar de uñas en la espalda es gozable y sano.
LIBRO: Justine y Los 120 días de Sodoma, del Marqués de Sade.
PELÍCULA: Saló o los 120 días de Sodoma (Pier-Paolo Pasolini, 1975); Viólame (Corale y Virgine Despenates, 2000).

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Masoquismo
Sus límites oscilan entre el sano abandono de sentirse en ocasiones dominado(a) hasta aceptar la humillación extrema. El claroscuro va desde el placer por una mordidita oportuna o excitarse con palabras ofensivas dichas en momentos cumbres, hasta gozar el daño físico.
LIBRO: los de Sacher Masoch, claro.
PELÍCULA: Portero de noche (Liliana Cavali, 1974); Luna amarga (Roman Polanski, 1992).

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Voyeurismo
Sus límites oscilan entre el inocente acto sexual con la luz prendida y la transgresión a toda intimidad que emplea secretamente la tecnología y el espionaje. El claroscuro está entre mirar el cuerpo desnudo de quien se ama, hasta la obsesión pornográfica y los espectáculos en vivo.
LIBRO: La historia del ojo, de Georges Bataille.
PELÍCULAS: Henry & June (Philip Kaufman, 1990); Sliver (Philip Noyce, 1993); 8 milímetros (Joel Schumacher, 1999); Ojos bien cerrados (Kubrick, 1999).

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