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Es más verde el dólar del vecino

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Durante el último año hemos observado cómo algunos países en América Latina han dolarizado sus economías (Ecuador y El Salvador).

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Este asunto de que la moneda se convierta en el dólar resulta atractiva a la luz de las crisis de la mayoría de nuestras economías. Lo que no podemos dejar de lado es que la experiencia no ha generado las bondades que se esperaban de ella.

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Entre las ventajas que se esperan destacan: localizar sólo en los sectores directamente involucrados los choques externos, y no en toda la economía a través de la devaluación del tipo de cambio; hacer converger la inflación con la de Estados Unidos; reducir el diferencial de tasas de interés locales e internacionales; facilitar la integración financiera, y generar una inmediata disciplina fiscal.

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Este proceso surge como resultado de la pérdida de confianza en las funciones tradicionales de la moneda local. La dolarización formal supone la recuperación casi inmediata de la credibilidad, y se prevé que terminará con el origen de la desconfianza: inflación y devaluación. Salvo el hecho de que efectivamente manteniéndose la moneda nacional, no existe forma de individualizar los efectos de un choque externo, los demás beneficios alcanzables derivan, no precisamente del cambio de unidad monetaria, sino de la corrección de otro tipo de desequilibrios: fiscales, estructurales del sector financiero, del sistema de precios, comercialización, laborales, etcétera.

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Y todo esto viene a cuento porque para el Presidente de Ecuador, Gustavo Noboa, las cosas no han salido bien. Por lo menos, si atendemos a la drástica caída del apoyo que le otorga el pueblo ecuatoriano. Las razones son bien claras. Las medidas que ha tomado para estabilizar la economía y lograr alcanzar las metas acordadas con el FMI, significan costos adicionales para la población. Y los beneficios no se ven en el corto plazo.

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Sin duda siempre suena atractivo tener una moneda dura. De hecho, nos mantenemos desde hace ya casi tres años como una moneda muy sólida y con poca variabilidad, no obstante el esquema de tipo de cambio libre.

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Lo que se ha avanzado en México en materia de reformas estructurales, saneamiento del sector financiero, disciplina fiscal y monetaria, hacen que hoy sea, si no irrelevante, sí poco útil para avanzar en el camino de la convergencia inflacionaria con Estados Unidos.

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Falta caminar un largo trecho para que se alcance la confianza plena de que el peso significa un verdadero depósito de valor, y que las tasas de interés que se obtienen significan realmente que se está incrementando el valor de nuestro patrimonio, mucho más que si lo depositamos en El Paso, Phoenix o San Diego.

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El autor es director de Análisis de Casa de Bolsa BBVA-Bancomer

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