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Espejismos financieros

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Hace algunas semanas una amiga se me acercó para preguntarme cómo podía abrir una cuenta bancaria en Estados Unidos. La devaluación de diciembre y la baja de las tasas de interés en México, me dijo, la habían convencido de que la mejor opción en el largo plazo para conservar sus ahorros era depositarlos fuera del país.

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No soy un hombre al que le guste recomendar inversiones o disuadir a la gente de sus decisiones. Por lo tanto, me abstuve de ofrecer comentarios y le dije simplemente que tenía que escribir al banco para pedir una solicitud de apertura y formas de depósito para ello. Mi opinión personal, sin embargo, es que esta mujer estaba tomando una decisión equivocada para proteger su patrimonio.

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Una de las consecuencias más dañinas de las devaluaciones bruscas es que fomentan las fugas de capitales. Pero lo peor de todo es que, debido a su falta de conocimiento financiero, los pequeños y medianos ahorradores realizan sus fugas de capitales en momentos en que éstas, en lugar de beneficiarlos, los perjudican directamente.

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Los inversionistas y ahorradores que supieron prever la devaluación y sacaron su dinero a tiempo del país se vieron sin duda recompensados. Pero recurrir a esta medida una vez que la devaluación ya ha quedado atrás y cuando los mercados financieros nacionales empiezan a recuperarse, es simplemente irracional.

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Aun con la fuerte alza en las tasas de interés durante el primer semestre de 1995, los inversionistas nacionales perdieron mucho dinero. Los réditos sobre sus depósitos eran simplemente insuficientes para cubrir una inflación que se elevó a 33% durante los seis primeros meses del año. La gente pensaba que, al recibir tasas mensuales de 5 ó 6% en abril, por ejemplo, estaba consiguiendo el negocio de su vida. Pero con una inflación que rebasó el 8%, en realidad los ahorradores estaban perdiendo dinero.

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Las tasas de interés empezaron a bajar de manera significativa a partir de mayo, y a principios de junio se registraban ya réditos inferiores a 4% mensual. Pero la inflación se redujo con mayor velocidad: de 8% en abril a 3.2% en junio.

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Los altos réditos nacionales de principios de 1995 resultaron, finalmente, un espejismo. Todos los meses, de enero a abril, los ahorradores nacionales perdieron dinero en instrumentos bancarios o financieros de renta fija. Sólo empezaron a ganar a partir de mayo, pero lo hicieron de manera significativa. Las inversiones en Cetes a 28 días, por ejemplo, dieron un rendimiento anualizado real (una vez descontada la inflación) de 10% en junio, la mayor cifra de todo el año.

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En contraste, en Estados Unidos, los depósitos bancarios e inversiones de renta fija están ofreciendo réditos reales nulos o de apenas dos o tres puntos porcentuales. Las posibilidades de una devaluación brusca del peso suficientemente grande como para eliminar los réditos que se obtienen en pesos, son nulas de momento. Pero la irracionalidad se impone en la mente de muchos pequeños ahorradores que, después de las devaluaciones, ven en el dólar un instrumento mágico.

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Quizá el mayor logro del sexenio de Carlos Salinas de Gortari fue eliminar el temor a las devaluaciones recurrentes de los sexenios anteriores. Los rumores periódicos de que se aproximaba una devaluación brusca se vieron desmentidos una y otra vez por la realidad de un peso estable. Cuando hubo que realizar ajustes, la Secretaría de Hacienda lo hizo aumentando el ritmo de deslizamiento del peso y no con devaluaciones bruscas, por lo que no hubo pánico.

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Esta estabilidad se perdió en diciembre de 1994, con lo cual se reinició el temor a nuevas devaluaciones. El trabajo de seis años había quedado destruido. Por ello, la mayor fuga de capitales se registró después y no antes de la depreciación.

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La recuperación de la confianza llevará nuevamente mucho tiempo. Los pequeños y medianos ahorradores e inversionistas estarán dispuestos a perder dinero durante varios años, colocándolo en instrumentos en dólares con rendimiento nulo o escaso, hasta que se convenzan una vez más de la estabilidad del peso.

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Por lo pronto, lo único que puede hacer la autoridad es reestablecer la estabilidad. No hay rendimiento en el mundo que compense el temor a una devaluación. Y mientras los pequeños y medianos ahorradores sigan pensando que las autoridades monetarias quieren traicionarlos con devaluaciones bruscas, lo único que lograremos es mantener vivas las fugas de capitales.

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El autor es comentarista de Televisión Azteca y columnista de los periódicos Reforma y El Norte de Monterrey

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