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<i>McKinsey boys</i>

Hay de consultores a consultores. Y estos chicos dicen ser los sabios más respetados del mundo corp
mar 20 septiembre 2011 02:55 PM

Ellos ya lo saben todo. Es, al menos, sorprendente: bastan dos años de paso -por McKinsey –la madre de todas las firmas de consultoría, dicen ellos– -para salir de ahí con una suerte de tatuaje de sabiduría corporativa sin -igual.

- El problema no es de conocimiento, por supuesto, sino que al ser llevados a -otra organización quieren ser tratados como decanos, a pesar de que varios -apenas superan los 25 años de edad. A fin de cuentas, interpretan su -contratación en otra empresa como el reconocimiento tácito de que nadie ahí -sabe más.

- Los McKinsey boys son, pues, monumentos andantes a la veneración del -saber. -Desde el circuito universitario (en México, estudian en el Tec de Monterrey), -reciben las suficientes dosis aspiracionales para estimular su deseo de ingresar -a la verdadera (y única) aristócrata del barrio corporativo: “Jóvenes, -bienvenidos a darle consultoría al mundo, que tanta falta le hace.”

- Pronto, esos muchachos, emocionados porque la tarjeta de presentación ya -dice el nombre mágico, se cercioran de que la membresía tiene sus -problemillas: desayunar, comer y cenar en la oficina (si da tiempo, por -supuesto), aprender a trabajar sábados y domingos, invertir más horas en los -aviones que pilotos y sobrecargos… Pero vale la pena, porque todo el -sufrimiento se compensa cuando en alguna reunión social (si tienen tiempo de -acudir a alguna) alguien les pregunta a qué se dedican. Entonces, en voz muy -alta, para que todos alrededor escuchen, retumba el “¡McKinsey!”. Énfasis -en la K, por supuesto. Y no disimulan la sonrisa al creer que el resto del -planeta volteará a mirarlos y dirá: “¡Wow, he ahí a uno de los últimos -filósofos que sobreviven!” Tanto baño de conocimiento debe rendir algún -fruto, ¿no?

- La pelea es con The Boston Consulting Group. Sí, las siglas BCG no pueden -pronunciarse dentro del santuario mckinseyano. A fin de cuentas se dedican a lo -mismo, pero tienen la pésima costumbre ¡de pagarle mejor a sus consultores! -Vaya desfachatez. Me decía alguien de McKinsey que BCG le hace daño al mercado -con esas prácticas “depredatorias”. Ni hablar de otros, porque los otros -simplemente no existen.

- Como se podrán dar cuenta, la baja autoestima no es problema en los pasillos -de La Firma. Los McKinsey boys son adictos a las gotas para los ojos (tan pocas -horas de sueño dejan los globos oculares como huevos estrellados) y a las -mejores laptops-celulares-PDAs del mercado. Difícilmente se puede entablar una -conversación con ellos que no sea de negocios; aun así, por lo regular será -un monólogo de pequeños y grandes triunfos personales en la aldea corporativa, -con recordatorios constantes de las más espectaculares operaciones que han -llevado a cabo en los últimos tres meses. Si se le ve por el lado bueno, estas -conversaciones se pueden convertir en cátedras gratuitas que bien vale la pena -escuchar. Basta con ver lo que cobra McKinsey por hora para atesorarlas.

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* El autor es director editorial de Grupo Expansión y muere de ganas de -trabajar un tiempito en McKinsey para aliviar sus problemas de autoestima. -Comentarios: jstaines @expansion.com.mx.

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