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Intimidad en la oficina

Babble es una opción algo ruidosa, pero asegura la privacidad en los cubículos.
mar 20 septiembre 2011 02:55 PM

En la década de los 60, cuando las empresas de Estados Unidos aún daban oficinas lujosas a sus gerentes y largos escritorios a sus empleados rasos, la compañía Herman Miller desarrolló una idea revolucionaria: el cubículo, la cual sería copiada y adoptada por todas las empresas del país y de casi todo el mundo.

- Los cubículos –que Herman Miller, una de las principales empresas de diseño industrial y comercial de Nueva York llama ‘sistema mobiliario de plan abierto’– tienen muchas ventajas, sobre todo en asuntos de comunicación, de trabajo en equipo y de control.

- Sin embargo, tienen un gran defecto: la falta de privacidad. Desde junio, la propia Herman Miller cree haberlo solucionado. Por $400 dólares vende una cajita que parece un reloj-despertador y unas bocinas ultramodernas que se llaman Babble y que, según la firma, permiten al usuario tener conversaciones sin que puedan ser escuchadas por sus vecinos.

- El Babble, que viene con un micrófono, procesa lo que dicen las personas cercanas y emite partes inconexas de la conversación que son seleccionadas al azar. Lo que se escucha, a pocos metros de distancia, es un rumor parecido al de una multitud: se detectan las voces, pero es imposible saber qué se está diciendo. “Multiplica tu voz. Creo que ésa es la mejor forma de explicarlo”, dice Bill DeKruif, presidente de Sonare, la subsidiaria de Herman Miller, marca que comercializará el producto.

- El mundo de la tecnología recibió el lanzamiento de Babble con buen humor y alguna sospecha. Para muchos se trata del cono del silencio con el que Maxwell Smart, el Super Agente 86, hablaba con su jefe (el famoso zapatófono ya había anticipado el teléfono celular). Además, fue creado por Applied Minds, el ultracool estudio de investigación y desarrollo que fundaron Danny Hillis –un veterano y reconocido ingeniero de computadoras– y Bran Ferren, gurú hollywoodense de efectos especiales que hasta no hace mucho era empleado de Disney.

- A los que no les gusta el proyecto dicen que el balbuceo producido por el Babble no hará más que enfurecer a los vecinos de quienes lo usen. ¿Imagínese una oficina con todo ese blablabla todo el tiempo?, comenta la diseñadora Eva Maddox, además de que casi $400 dólares por producto es una cifra que está fuera del presupuesto de casi todas las empresas.

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