El mundo Occidental nació en el Mediterráneo. Entre Europa y Asia, las -aguas de este mar bañaron la inteligencia de lo que somos. No sólo la -historia, sino las promesas (a veces malogradas) de lo que seríamos, están -guardadas en sus colores azules y verdes.
- El comercio, la escultura y la poesía tuvieron lugar antes que el auge de -los griegos, pero nunca, incluso hasta ahora, mejores exponentes. En esas breves -ínsulas, además, se inventó la tragedia que marca a nuestra civilización y a -los individuos que nos debatimos entre la libertad y el destino, el pensamiento -racional, la docta filosofía, el juego deportivo, lo que llamamos ciencia, las -costumbres políticamente válidas, los géneros de la literatura, los valores -que aún sostenemos, incluyendo el deplorable amor por la riqueza y los excesos -de los gobernantes. Más importante aún: la contención de éstos y el ideal de -un adecuado actuar como figura de gestión.
- ¿Compararnos? No es el caso. Sí visitar, antes del fin del mundo, en un -barco, estos sitios, testigos de que lo fuimos, somos y seremos. Frente al -crucero de los novios, que no se enteran de nada en su luna de miel y deseosos -de conocer un mundo, conviene viajar con amplia sabiduría reconociendo uno de -los orígenes de nuestro idioma, nuestra forma de pensar, nuestra axiología y, -claro, nuestra estética.
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