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La búsqueda de nuevos equilibrios

El ajuste ha ubicado a la economía mexicana en una dimensión más cercana a su realidad, pero falt
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Es un hecho que la aplicación del programa de choque ha logrado importantes avances en el control de la crisis. Sin embargo, se debe tener presente que parte de esos avances son resultado directo de la imposición de enormes sacrificios a la población, los cuales no pueden prolongarse por mucho tiempo. Por otra parte, esos logros fueron posibles por factores externos, como las tasas de interés en Estados Unidos, en una fase de su ciclo que resulta favorable a México.

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Asimismo, es importante recordar que a pesar de los buenos resultados alcanzados por el programa de ajuste, México todavía está muy lejos de haber superado los peores efectos de la crisis, que se refleja en la situación de las empresas y el desempleo. Finalmente, los logros del programa han sido posibles no obstante que aún no se resuelven los factores que generaron y generan incertidumbre. Por ello es de suponerse que ésta prevalecerá hasta que se den pasos convincentes en la democratización y la aplicación imparcial de la justicia en México.

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El ajuste ha permitido ubicar a la economía mexicana en una dimensión más cercana a su realidad, pero falta construir los equilibrios que permitan una recuperación firme, consistente, con perspectivas de largo plazo.

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Debilidad que da fuerza. La situación por la que atraviesa la economía mexicana se asemeja mucho a la de aquellos individuos que, ya no teniendo nada que perder, tienen todas las de ganar.

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Por otra parte, también es cierto que hay otros factores que contribuyen a matizar las reacciones especulativas que en el año pasado generaron buenas utilidades. Uno de ellos son las reservas de divisas disponibles en el Banco de México, las que hasta el 14 de julio sumaban $13,649 millones de dólares. Su monto era superior al total de Tesobonos pendiente de amortizar, que en ese momento sumaba $7,884 millones de dólares. Aunque ya no ingresaran los recursos que faltaban del paquete de apoyo acordado con Estados Unidos, existía la capacidad para atender a los compromisos de cortísimo plazo representados por los Tesobonos.

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Además, como consecuencia de la devaluación y la contratación del mercado interno, la balanza comercial correspondiente al primer semestre alcanzó un superávit acumulado de casi $3,000 millones de dólares.

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A lo anterior se agrega que, ante la caída generalizada de las tasas de interés en las economías desarrolladas, aumentó la disposición de los grandes administradores de recursos por ofrecer créditos a México; claro, con plazos cortos y tasas altas.

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Esa “fortaleza” aparente -que impedía una corrida de capitales- ocurría al mismo tiempo que la actividad económica del país se encontraba más deprimida. Hasta mayo, las cifras de ventas al menudeo en las principales ciudades del país reportaban una caída acumulada de 23.4% y las ventas al mayoreo 7.9%. Al mismo tiempo, los indicadores de desempleo alcanzaban cifras históricas y la operación de la mayoría de las empresas se situaba en niveles mínimos.

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Los nuevos equilibrios. Se puede hacer una extensa lista de los equilibrios que ya resultan indispensables para el país. Por ejemplo, lejos del reconocimiento resultante de actitudes personales, México requiere un nuevo equilibrio con el exterior. La experiencia de los últimos años, que culminó con la devaluación de 1994, demostró que un socio sin iniciativas propias, que acepta propuestas que no disponen de suficiente consenso interno, no es buen socio. Independientemente de los intereses soberanos de cada país, una adecuada unión de recursos y esfuerzos puede dar gran competitividad a la región en beneficio de los participantes y sin renunciar a sus respectivas raíces.

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En lo económico, mientras la productividad de México no se logre a partir de desarrollos tecnológicos, el equilibrio con el exterior obligará a recurrir al uso del tipo de cambio, como instrumento que estimule las exportaciones, con un buen margen de subvaluación, para fomentar el ahorro y la inversión en territorio nacional. Ciertamente, esto tendrá varias consecuencias. En primer término, es necesario señalar que, a diferencia de lo que ocurrió durante el salinismo, en que el tipo de cambio representaba un subsidio que aumentaba la competitividad de los productos fabricados en otros países, la propuesta de un tipo de cambio persistentemente subvaluado debe considerarse como un subsidio para que los fabricantes nacionales exporten bienes producidos por trabajadores mexicanos. Si se analiza desde el punto de vista de la región, un peso subvaluado podría tener un efecto positivo sobre la competitividad del conjunto.

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El margen de subvaluación deberá ser tan amplio que propicie las inversiones y la integración de cadenas de manera competitiva. Ese margen también deberá contribuir a que los fabricantes nacionales puedan sortear los vaivenes en los tipos de cambios internacionales, en momentos en que el sistema monetario mundial se caracteriza por su volatilidad. En contrapartida, el margen de subvaluación tendrá que ser tan estrecho que obligue a los productores mexicanos a realizar constantes innovaciones a sus procesos productivos para mantener su competitividad en el mercado interno.

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El tipo de cambio subvaluado también tendrá como consecuencia un encarecimiento de las mercancías importadas, lo que a su vez generará presiones inflacionarias, que no necesariamente se desbordarán.

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El tope al alza de los precios estará formado por el precio que tendrían las mercancías importadas con el tipo de cambio subvaluado; de antemano se estima que ese será un tope que los fabricantes mexicanos se cuidarán de no alcanzar. En el pasado eso no operaba, pues además de la devaluación existía una fuerte protección arancelaria.

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En la formulación de los nuevos equilibrios existe otra circunstancia que impedirá que la inflación se desborde: unas finanzas públicas sanas. A diferencia de lo que se ha pregonado en los últimos años, eso no implica la venta de activos nacionales. El equilibrio entre ingresos y egresos públicos se puede lograr a partir de la confianza de los ciudadanos en que sus impuestos serán utilizados correctamente y contribuirán efectivamente a mejorar el entorno en el que viven. Finanzas públicas sanas no implican que el responsable de administrar los recursos estatales abdique de su obligación de aplicar eficazmente y con honradez los recursos de la sociedad.

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Un equilibrio que también contribuirá a la conformación de una estructura económica más sólida es el que forman la captación de ahorro y el financiamiento de las actividades productivas. Hasta ahora, el sistema bancario del país no ha sido capaz de reducir sus costos. Su desempeño en el manejo de los recursos de la sociedad deja mucho que desear, al encarecer un servicio que, por sí mismo, debería ser un negocio. Hoy el sistema financiero enfrenta el reclamo de millones de usuarios. Aunque han hecho propuestas, los intermediarios todavía no llegan al esquema de solución que permita a los deudores con problemas recuperar y fortalecer su posición como clientes.

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No perder de vista. Las circunstancias por las que atraviesa México son propias del prolongado proceso de transición que le ha tocado vivir. Durante el sexenio pasado se impusieron nuevos balances que resultaron demasiado inestables y forzados. Así, se desaprovecharon seis años y una importante oportunidad para propiciar los cambios que demanda la verdadera modernidad.

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Hoy está claro que el equilibrio fundamental, único capaz de garantizar la permanencia de los avances en los demás aspectos de la vida nacional y propiciar fuertes aumentos en la productividad, estaría definido por una relación democrática entre el gobierno y los ciudadanos. Los millones de mexicanos que construyen este país, cada vez más utilizan múltiples medios para demandar que se dé paso a un sistema que obligue a los funcionarios a respetar el estado de derecho, a escuchar a los ciudadanos. Sus reclamos pudieran ser ignorados, pero eso representaría un costo económico al país. Los capitales foráneos, el ahorro externo, sí cobran por invertir en países en los que no existe una relación constructiva entre gobierno y ciudadanos.

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