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La discutida reforma del IMSS

Alrededor de las reformas al IMSS se ha generado una intensa polémica que involucra no sólo aspect
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Uno de los problemas que enfrenta México es la escasa disponibilidad de recursos para la inversión. Durante el sexenio pasado se intentó atacar esa deficiencia mediante la atracción de ahorro externo y la privatización de diversas áreas de la economía.

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Como se ha señalado en otras ocasiones, durante el salinismo sí se captaron montos considerables de ahorro externo. Sin embargo, la incapacidad de orientarlos hacia fines productivos condujo a la situación en la que nos encontramos ahora. Fuera de los elogios que generaron en su momento --de parte de quienes veían en ellas sólo una gran decisión modernizadora-, la forma en que se hicieron las privatizaciones y las reformas salinistas, no dio oportunidad para generar el consenso social y el contexto de competitividad que requerían para fructificar y consolidarse.

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Ahora, el gobierno de Ernesto Zedillo se enfrenta a la necesidad de resolver el problema de cómo generar recursos para invertir, y todo indica que continuará en el mismo camino que su antecesor. Si bien el contexto económico presenta algunas diferencias, la profundización de las medidas privatizadoras --sin consolidar antes las líneas sobre las cuales deberá fortalecerse 1 a competitividad de¡ país- no necesariamente dará mejores resultados. Debido al sometimiento de la mayoría de¡ Congreso, hay muchas áreas que en México pueden ser abiertas a la inversión privada, pero mientras no exista un consenso explícito de la sociedad, también puede ocurrir que se cierren. Esto lo entienden los inversionistas foráneos y limita los efectos de las medidas adoptadas sin un consenso amplio y profundo. Como lo advierten empresarios en el caso de la petroquímica, aún es tiempo de hacer las cosas bien y tomar medidas sólo en función de los intereses estratégicos del país.

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Soluciones problemáticas. Con el objetivo de aumentar la generación de ahorro interno, la presente administración ha puesto grandes esperanzas en las reformas al Seguro Social, especialmente en lo referente a la individualización de los aportes que hacen los trabajadores a la formación del fondo de pensiones.

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Como era de esperarse, alrededor de este tema se ha generado una intensa polémica que involucra no sólo aspectos administrativos, sino también de tipo ético y moral, sociales y políticos.

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Todos coinciden en que el IMSS debe proporcionar mejor servicio a los asegurados y las pensiones deben ser mayores. Sin embargo, en el contenido de la propuesta gubernamental se advierte el riesgo de agudizar rezagos, lo que pudiera tener consecuencias graves a futuro.

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Obviamente, todo el que cotiza, paga impuestos o ahorra, aspira a que esos recursos sean administrados en forma eficiente y honrada. A nadie le gusta saber que, como ha ocurrido, parte de su esfuerzo, ya sean sus pensiones, impuestos o ahorros, se utilizan para engordar cuentas en Suiza o cualquier otro país, para especular o para ganar elecciones en forma indebida. Desviaciones de ese tipo son imperdonables siempre y resultan más graves cuando los millones de mexicanos que trabajan en forma honrada han comprobado que cada vez es más difícil lograr los mínimos de bienestar y ahorro.

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Desafortunadamente, quienes tienen el ánimo de promover las reformas propuestas, han incurrido en compromisos que pueden resultar inalcanzables con la actual estructura económica. Por ejemplo, se desgarran las vestiduras señalando que el sistema que maneja el Seguro Social no brinda un ingreso digno a los trabajadores en retiro, o a sus viudas. Eso es cierto, pero también es cierto que, en realidad, México no ha sido capaz de proporcionarle un ingreso digno ni siquiera a la mayoría de los trabajadores en activo.

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Efectivamente, hay segmentos laborales que obtienen ingresos altos y cotizan en el IMSS. Gracias a que sus ingresos lo permiten, no utilizan los servicios médicos a los que tendrían derecho. Además, para ellos el esquema de pensiones que maneja la institución es una mala inversión. Ese dinero depositado en una aseguradora les podría garantizar mejores ingresos a futuro. Por fortuna, esos segmentos laborales tampoco dependen del Seguro Social para garantizar su futuro.

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En cambio, hay millones de trabajadores para quienes el Seguro es la única opción para atender su salud. Además, los magros ingresos que se reúnen en la bolsa de pensiones son su único sustento en la vejez, en ocasiones mejor que los salarios de miseria que llegaron a tener cuando eran activos.

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Efectivamente, no hay duda acerca de que los servicios de salud deben mejorar, deben ser de excelencia. Y el manejo de las pensiones debe proporcionar los mejores rendimientos para que los cotizantes de ingresos más bajos puedan vivir mejor en su edad de retiro.

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Pero, ¿al proponer soluciones a los problemas del país se pueden ignorar esas diferencias de ingresos y necesidades que existen entre segmentos laborales?

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El filón de oro podría enseñar el cobre . El esquema de pensiones propuesto se parece mucho al que se encuentra vigente en Chile y que tuvo éxito en circunstancias particulares. Cuando las administradoras de fondos de pensiones chilenas comenzaron a operar, la economía de ese país estaba postrada y había margen para crecer. Sin embargo, ahora, aunque la economía chilena todavía crece a tasas muy altas, los fondos de pensiones no han logrado mantener el ritmo de rendimientos que los caracterizó en un principio y los hizo motivo de admiración. Además, es importante tener claro que el crecimiento que tanto se admira de esos fondos ocurrió en el período durante el cual el número de cotizantes fue mayor al número de pensiones pagadas. De hecho, en la actualidad se encuentran a prueba las bondades del esquema.

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Evidentemente, las necesidades de México son mayores y, por lo tanto, es más urgente aprovechar -productivamente los fondos de pensiones. Sin embargo, cabría preguntar si serán mejor -administrados por los líderes sindicales que ya se subieron al carro de la reforma o por quienes están a cargo de los diferentes intermediarios financieros, que tampoco han demostrado mayor capacidad para hacer que sus instituciones canalicen los recursos hacia actividades productivas. Muchos de ellos viven de subsidios, peor que el estatismo que se pretendió reducir; otros son buenos especuladores, pero, ¿es eso lo que se quiere?

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Ante esta realidad, lo mínimo que se puede esperar de un nuevo esquema de fondos, es que cuente con lineamientos que garanticen su canalización hacia inversiones productivas, aunque proporcionen menores rendimientos que la especulación. En paralelo, se deberá limitar la actividad de los especuladores porque, de otra manera, ellos sí podrán hacer operaciones, para devaluar o ganar en tasas, que les permitiría apropiarse, mediante el mercado, de parte de las pensiones acumuladas.

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Se debe tener claro que no será suficiente tener el dinero. En el sexenio pasado se tuvo mucho. Una parte se invirtió con la idea puesta en el primer mundo, bajo esquemas que en la economía mexicana se han vuelto irrecuperables y lo peor, objeto de subsidios. Otra parte desapareció, impulsada por un peso sobrevaluado que dio origen a un aparente paraíso de consumidores de productos importados que despertaron indignados de su borrachera cuando les pasaron la cuenta. Otra más, como mucho ahorro mexicano perdido en décadas, se descubre de cuando en cuando en depósitos en el exterior.

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Así, resulta evidente que más que generar recursos, es indispensable, primero, conocer el proyecto de país en el que se va a invertir y una pregunta que resulta indispensable responder es: ¿Seguirá la impunidad? Asimismo, se deberán definir las condiciones, los tiempos, los responsables y los resultados, que se deberán presentar.

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¿Seguirá México jugando inocentemente al libre mercado a costa de sus activos? ¿El tipo de cambio se utilizará para garantizar ganancias especulativas o para promover la inversión productiva? ¿Se definirá ya la estrategia que realmente le permita competir en el exterior? Una vez conocido eso, seguramente habrá recursos para inversiones productivas --lo de los fondos de pensiones podría ser una parte-, siempre y cuando lo que hoy se decide se haga con criterios de largo plazo.

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