La golpiza de las sopas
El grupo musical Molotov tenía razón. Su tema No me llames frijolero es toda una profecía. Esta leguminosa está siendo desplazada por las sopas instantáneas importadas, lideradas por las japonesas Nissin y Maruchan. En 2003 10% del consumo mundial de éstas se digerirá en México, según el Centro de Investigación y Análisis Prospectivos (CIAP).
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El segmento crece cada año 35% en promedio y mueve $500 millones de dólares, a decir de la Asociación Mexicana de Pastas y Galletas. Eso es más de la mitad del valor de la producción del frijol ($800 millones dólares). El mismo secretario de Agricultura, Javier Usabiaga, admitió recientemente la embestida a la planta por parte de las sopas en una reunión con columnistas financieros.
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El frijol mexicano batalla también con la avalancha de las variedades peruanas y estadounidenses, que son hasta cuatro veces más baratas por kilo. En tres años las importaciones crecieron casi 60%, llegando a $65 millones de dólares.
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Mientras tanto, corren acusaciones de contrabando técnico por 300,000 toneladas y propuestas de barreras antidumping al frijol importado. “Podría derivar en una guerra del frijol con Estados Unidos”, advierte Carlos Arce, presidente de la Comisión Federal de Mejora Regulatoria (Cofemer).
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Algunas empresas ya desistieron de vender frijoles. Los puestos callejeros tienen un microondas para preparar las sopas. La Moderna es la única firma nacional que las fabrica y, con dos años en el ruedo, tiene 15% del mercado y exporta a Centroamérica.
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Al parecer, continuará la tendencia del aumento de alimentos listos para consumir, como los frijoles en lata.