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La lucha por el fuego

La centenaria firma apuesta a que siempre habrá quien prefiera los fósforos.
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

A finales del siglo XIX, cuando la luz eléctrica iluminó la ciudad de los palacios por primera vez, el reinado de las velas y los quinqués llegó a su fin. Con el advenimiento de la electricidad la suerte del fósforo parecía estar echada. Pero el poder del fuego, contenido en una pequeña caja de cartón, había llegado para quedarse.

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En 1884, León y Manuel Mendizábal, hermanos de origen vasco que empezaron a vender esos flamígeros utensilios, primero en Nueva York y más tarde en Cuba, llegaron a México para probar suerte en la fabricación de cerillos.

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A sólo unos meses de su incursión en el país, la Compañía Industrial de Fósforos y Cerillos –como se llamó originalmente la empresa– había prendido a toda mecha en Veracruz. Un lustro más tarde, al observar la creciente demanda entre la población, los Mendizábal decidieron fundar una sucursal en la ciudad de México.

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El nombre La Central se dio a la firma inspirado por el del ferrocarril en el que viajaban las mercancías entre la capital y Veracruz, el centro de negocios más importante del país en esa época. Desde entonces, la imagen de esa máquina de vapor distinguió a la organización.

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Sin embargo, el creciente negocio no era ajeno a otros jugadores. Empresas como La Perla y La Imperial empezaron a ganarse un nombre en el mercado.

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Para diferenciarse de sus fuertes rivales, La Central sacó a la venta en 1935 un producto que la llevaría a su consolidación: los Clásicos de Lujo, con la Venus de Milo al frente de la caja. La gracia de esta línea consistía en que en la parte posterior del empaque se desplegaba una  reproducción de otra obra de arte. Así, 250 litografías de grandes maestros como Tiziano, Rembrandt, Velázquez o Goya llegaron hasta las cocinas mexicanas.

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Cuando La Central parecía estar en su mejor momento, apareció en escena el encendedor desechable, lo que la obligó a tomar otras medidas y a fusionarse, en 1997, con La Imperial.

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“Aunque no podemos ser muy optimistas, seguir siendo la opción más barata del mercado nos permite creer en el futuro. Siempre habrá algún consumidor que prefiera cerillos. Y nosotros queremos ser su primera opción”, afirma José Barroso, presidente del Consejo de Administración de la firma.

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A pesar de que el porvenir parece incierto, su participación de 80% en el mercado de cerillos hace que la llama de La Central siga viva.

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