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La nueva paloma digital

Al grito de video, voz y datos, la empresa de las alas quiere hacer un nido en la preferencia de los
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Ya pasaron 71 años desde su fundación (25 de septiembre de 1928) y, luego de tres generaciones –Paul, Robert y Chris–, el apellido Galvin aún ondea sobre la cabeza de una compañía que debe su actual nombre a un radio… el primero que utilizó la industria automotriz mundial en 1930: Motorola.

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En el pasado queda el nombre de Galvin Manufacturing Corporation, una empresa que generaba una nómina semanal de $63 dólares y poseía activos por $1,325 dólares. Su producto estrella, en aquel entonces, un eliminador de batería (instrumento que permitía a los radios domésticos de pila trabajar con la corriente eléctrica), generó mediano éxito entre el público consumidor. Tan magra fue la emoción de su clientela que, durante todo su primer año de vida, el fantasma de la quiebra rondó por el negocio de los hermanos Paul y Joseph Galvin.

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Para 1930, no obstante el susto financiero, la firma estadounidense lanzó al mercado el primer radio para automóvil. Más adelante, en 1936, los Galvin ingresan al negocio de las radiocomunicaciones con su modelo Police Cruiser, un aparato preajustado a una sola frecuencia que recibía las transmisiones de la policía.

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En la década de los 40, la compañía incursiona en la milicia al desarrollar el primer radio de mano de dos vías (Handie-Takie) para los cuerpos de señales del ejército de Estados Unidos; con base en esa tecnología también construye un sistema de comunicación para las corporaciones policiacas de ese país. Tres años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, produce los radios de mochila walkie-talkie que usaran los soldados de la bandera de las barras y las estrellas.

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Para los Galvin, 1943 marca un rumbo nuevo: la empresa ofrece su primera venta pública de acciones a un precio unitario de $8.50 dólares. Cuatro años después, ante el prestigio de la marca de sus radios, los hermanos Galvin deciden adoptar, para su compañía, el nombre Motorola.

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Iniciaba la década de los 50 –en ese momento la firma logra ventas netas por $177.1 millones de dólares y ocupa una plantilla de 9,325 empleados– cuando su área de investigación de semiconductores fabrica un transistor de tres amperes de potencia. En 1955 producen transistores de germanio para utilizarlos en los radios de los automóviles. Sin embargo, su fabricación guardaba un objetivo adicional: manufacturarlos masivamente en la industria de la radiofrecuencia. Ese año aparece el aparato que, precisamente, tuvo su nicho principal en los hospitales: el buscapersonas, mejor conocido como pager.

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Hasta la muerte
Paul Galvin, Chief Executive Officer (CEO) de Motorola, cede el mando a su hijo Robert en 1956, aunque nunca descuida las operaciones de la empresa. De hecho, una vez que suelta las riendas del negocio, el fundador desempeña el puesto de presidente de la junta de directores, cargo que sólo la muerte le arrebató. A partir de ahí, la compañía comienza una etapa diferente, un periodo donde la carrera espacial ocupa un lugar importante para sus estrategias financiera y comercial.

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De manera paralela, desde 1967 y hasta 1978, Motorola expandió su presencia global al abrir plantas en Australia, Francia, Alemania Occidental, Hong Kong, Israel, Malasia, México, Puerto Rico, Corea del Sur, Taiwan y Reino Unido. Al iniciar la década de los 70, la empresa alcanzó ventas netas por $796.4 millones de dólares y mantuvo una nómina de 36,000 empleados. Así llegó a la era del microprocesador; a la época del MC 6800, su primer manufactura.

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Los clientes que absorbieron la mayor parte de su producción trabajaban en los sectores automotriz y comunicaciones. Para 1974, Motorola abandonó el negocio de los televisores (operación que inició con el desarrollo del primer tubo rectangular para el sistema a color en 1963) al vender esa parte de la compañía a Matsushita Electric Industrial. Tres años después, los investigadores del corporativo estadounidense diseñaron un sistema radiotelefónico con áreas de cobertura de corto rango nombradas “células”; eran los inicios de la telefonía celular.

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Por otra parte, los experimentos para encontrar un microprocesador más rápido continuaron. En 1979, la compañía introdujo su modelo CM68000, capaz de realizar dos millones de operaciones de cálculo por segundo. Básicamente, los usuarios principales fueron científicos, investigadores y académicos.

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En 1987 salió la última producción de radios para automóvil. Sin embargo, la relación con esa industria albergaba otros intereses. Las firmas automotrices, de hecho, se convirtieron en un mercado estratégico para los microprocesadores Motorola. Sus clientes principales: Ford, General Motors y Chrysler. En la década de los 80, la compañía de los Galvin cumplió un objetivo largamente codiciado: comercializar su primer sistema de comunicación celular (Dynatac).

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Llegan los años 90 y, con ellos, varios acontecimientos que cambian las prioridades de la compañía. Ya con ventas netas de $10,900 millones de dólares y una nómina de 105,000 empleados, el área de investigación de Motorola comienza el desarrollo de un sistema celular de comunicaciones diseñado para alcanzar cada punto de la tierra. Esta tarea inicia –y de hecho concluye– en mancuerna con la firma Iridium.

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Años más adelante, en 1993, su negocio de microprocesadores experimentó un avance significativo. ¿Por qué? Luego de una combinación de esfuerzos entre IBM, Apple Computer y Motorola surgió el modelo PowerPC, un procesador que utiliza tecnología RISC (serie de instrucciones que lo hacen más veloz que los de la competencia). Con la mirada puesta en la transmisión global de voz, video y enlaces de datos a alta velocidad, en 1996, la empresa –aún bajo la batuta de Robert Galvin– anuncia el lanzamiento de su red de satélites M-Star. El último gran golpe del segundo heredero.

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Hacia el nuevo siglo
En 1997, Christopher Galvin, representante de una tercera generación de empresarios Motorola, asciende al cargo de CEO. Con este movimiento comienza otro reajuste a la estrategia del grupo. De hecho, el ejecutivo impulsa movimientos y operaciones encaminadas a enfrentar los retos de la globalización y la creciente competencia que presentan los sectores de la comunicación, semiconductores y sistemas electrónicos integrados: los tres grandes negocios de la renovada empresa.

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Al final de la década, concretamente en 1998, Motorola logra ventas por $29,400 millones de dólares y ofrece empleo a poco más de 133,000 personas.

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¿Cuál es su apuesta para el siglo XXI? El 15 de septiembre de este año, el cuerpo directivo de la compañía informa a la comunidad inversionista su fusión con General Instrument. La operación, según explican, encontró en el suministro de servicios convergentes en Internet, telecomunicaciones y entretenimiento su principal impulsor. En la transacción financiera se propuso que cada acción de General Instrument se intercambiara a 0.575 títulos de Motorola. Al final de las cuentas, el intercambio accionario arrojaría un monto cercano a los $11,000 millones de dólares.

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Ese día, Christopher Galvin cerró la pinza que abriera su antecesor en 1996: “La fusión de General Instrument con Motorola integra las tecnologías clave para llevar un enorme potencial de redes convergentes de video, voz y datos dentro del hogar. Esta sociedad nos permitirá expandir nuestro portafolio para acceso a redes, entregando soluciones de siguiente generación”.

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No pasaron muchos meses para que la nueva mancuerna cosechara su primer fruto: Mobile Internet Exchange, una estrategia sustentada en una proyección de 1,000 millones de usuarios mundiales que buscarán información o entretenimiento en la red de redes para el 2005. Esta nueva plataforma de comunicaciones permite que los usuarios móviles, por ejemplo, tengan acceso a Internet desde cualquier parte del planeta. No obstante, existen otros escenarios donde la firma no dejará de jugar.

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Motorola conserva, desde hace tiempo, una apuesta importante en el sector de los semiconductores. Y no es gratuita. Luego del negocio de los productos celulares –que genera 39% de  las ventas netas del corporativo– sigue en importancia el segmento de los semiconductores, que contribuye con 23% de los ingresos totales de la compañía. Con la clara intención de imponer su sello a esa industria, la organización crea un concepto que, a todas luces, pretende conservar la mayor rebanada de un pastel llamado chips inteligentes. Donde se acomoda la estrategia de Digital DNA de Motorola. Sin embargo, la tarea no será fácil. Y menos ahora que empresas como Ericcson, Intel y Sun quieren comer de la misma mesa.

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La estrategia de Motorola –respecto de su marca nueva– consiste en englobar en un solo nombre todos los artículos y servicios que su Sector Productos Semiconductores (SPS) lance al mercado. Cabe señalar que, en el segundo trimestre de 1999, esta área reportó ventas por $2,000 millones de dólares y una ganancia operativa de $80 millones de dólares. Para este año, los ejecutivos de ese segmento prevén un crecimiento de 9% en sus ingresos netos.

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Héctor Ruiz, presidente de SPS, expresa: “Buscamos una forma diferente de aplicar la tecnología, por eso creamos una marca nueva. Hoy, nuestra visión del negocio es más global. Hace dos años iniciamos un cambio que consideramos fundamental: satisfacer las necesidades de un consumidor final; de un cliente que requiere soluciones en comunicaciones inalámbricas, transporte electrónico de datos y redes de Internet. Algunas publicaciones especializadas dicen que en cada hogar del planeta se tendrán más de 380 chips dentro de los próximos tres años; 9,400 millones de chips anuales. Pero, del total de chips vendidos en 1998, sólo 2.5% fue para las computadoras, el resto se destinó a la industria automotriz, las redes de comunicación o aparatos electrónicos.”

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La reorganización de Motorola abarca todas sus áreas de negocio. Sus estrategias –no obstante su origen reactivo, a decir de sus críticos– muestran su efectividad en los estados financieros. En el segundo trimestre del año, el corporativo registró ventas por $7,500 millones de dólares, 7% arriba respecto del mismo periodo de 1998. En términos acumulados, es decir, en los primeros seis meses del presente ejercicio fiscal, la empresa generó un beneficio de $0.73 dólar por acción, frente a los $0.25 dólares que obtuvo el año pasado. Los semiconductores, el repunte de los teléfonos inalámbricos digitales y la recuperación de los mercados asiáticos contribuyen, de manera importante, en los resultados anteriores.

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Para Christopher B. Galvin el cuadro aún no está completo: “Esperamos mejorar las condiciones económicas –menciona en su informe trimestral– a través de las regiones de Asia y Europa. En los últimos seis meses, Motorola ha entrado en alianzas y sociedades significativas. Mientras estas relaciones no estén mostrando beneficios, nuestros resultados financieros nos darán la posibilidad de crear mercados nuevos y proveer soluciones integrales para las industrias de la comunicación y la electrónica, los dos focos más importantes para la compañía”.

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Ahí queda el objetivo. De hecho, las alas de Motorola –impulsadas por un tercer aire generacional– ya iniciaron el vuelo. ¿Será acertada su migración?

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