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La nueva papa caliente

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Las tarjetas de débito fueron la respuesta que dieron los bancos a la crisis de 1995. En menos de cinco años se expidieron cerca de 16 millones de tarjetas y para fines del 2000 habrá cerca de 20 millones en circulación. Conforme los bancos aprietan el crédito, han abierto la llave del débito. Primero fueron los cajeros automáticos y, desde 1997, su uso se extendió a un sinnúmero de establecimientos comerciales. En menos de tres años se instalaron en el país cerca de 60,000 terminales en tiendas, restaurantes y farmacias. De acuerdo con Rafael de la Vega, subdirector de Operación de Negocios de Visa Internacional, las tarjetas de débito ya son aceptadas en 85% de los negocios del país y para el 2000 su cobertura se extenderá a 90 o 95% de los establecimientos en el mercado.

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El problema es que las bandas organizadas en México se mueven mucho mas rápido que los bancos. Los asaltos en cajeros automáticos y los secuestros express se han multiplicado. Y últimamente, la delincuencia organizada también se está instalando en las cajas registradoras. Mientras que unos roban las tarjetas, otros ya tienen la mercancía lista en los centros comerciales para facturarla. Con la complicidad de los cajeros pasan varias veces la tarjeta de débito por la banda electromagnética y la aprobación sale en cuestión de segundos. Con esta operación se pueden incluso sobregirar cuentas de débito porque la información de la caja registradora tarda en llegar a los servidores del banco. El usuario, por lo general, no se dará cuenta del desfalco hasta el día siguiente.

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Visa, la empresa que da el servicio de comunicación electrónica en transferencia de débito a 14 bancos en México, afirma que este tipo de fraudes son mínimos. “Ocurre uno en un millón” dice Javier Calderón, responsable del área de Administración de Riesgo. Sin embargo, llama la atención la falta de controles que aplican los bancos en débito. Mientras que para aceptar un pago con tarjeta de crédito, el cajero debe pedir autorización y verificar la firma, con las de débito (o sea, las que manejan el dinero del cliente) todo es mas sencillo. Y ni siquiera hay que identificarse.

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En otros países los atracos en caja no suceden, pues para gastar hay que marcar el número confidencial en el establecimiento comercial. En México, por cuestión de costos, se optó por validar únicamente la firma del cliente.

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Ante la perspectiva de que se multipliquen los fraudes en caja, los bancos ya están buscando nuevas formas de resguardarse. De acuerdo con De la Vega, dentro de unos años se cambiará por completo el concepto de la tarjeta de débito. Se eliminará la firma y se introducirá un microchip en el plástico a fin de que la identificación se realice por medio de la huella dactilar o de la foto. Sin embargo, el cambio podría tardar varios años en darse. “Es complicado hacerlo por la cantidad de algoritmos que hay que adecuar a los microcircuitos”, dice De la Vega. Al mismo tiempo, los bancos están diseñando sistemas neuronales de patrón de compras para detectar operaciones sospechosas.

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Desde principios de 1999, también se reforzó la ley contra el uso indebido de tarjetas de débito. Mientras que antes no era un delito grave, con las reformas al Código Penal del Distrito Federal y al Código Federal de Procedimientos Penales, publicadas en el Diario Oficial el pasado 8 de febrero, el uso fraudulento de tarjetas de débito ya es considerado un delito grave sujeto a penas que van de cinco a 10 años de cárcel.

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Por ahora, la única medida realmente efectiva que pueden tomar los usuarios de tarjetas de débito es tachar con plumón negro el recuadro de la firma para que nadie pueda ir de compras y solicitar un crédito a su nombre. Una medida drástica pero acorde con los tiempos actuales de inseguridad.

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