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Lorenzo Zambrano Treviño

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

En la historia de Monterrey no sólo hay Garzas y Sadas. También están los Zambrano, sí señor. Mientras Francisco I. Madero andaba por el norte predicando el "sufragio efectivo no reelección el primer Lorenzo Zambrano -quien se convertiría en suegro de la sobrina de Madero-luchaba por sacar adelante su primera compañía cementera, fundada en 1906 en plena capital neoleonesa. Tanto a Madero como a Zambrano les fue medio mal en la segunda década del siglo XX, pero este último conservó tiempo y vida para dejar bien establecida su firma: Cementos Mexicanos, una fusión de Cementos Hidalgo y Cementos Monterrey.

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De ahí en adelante, una cadena de eventos llevaría a su nieto a capitanear la primera auténtica multinacional mexicana; empezando por su nacimiento, allá por 1944, y pasando por una larga lista de obstáculos. Para empezar, su padre nunca trabajó directamente en la empresa, por lo que la influencia de la familia no lo colocaría de inmediato al frente. Los Zambrano, a pesar de poseer una buena proporción de las acciones, siempre compartieron su firma con otras familias. Por eso nadie le iba a dar la chamba "al niño Lorenzo" nada más por su apellido.

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Pero a Zambrano Treviño le llegó la obsesión por el puesto desde pequeño,_ cuando escuchaba en largas sobremesas la historia del empuje empresarial y el más puro espíritu regiomontano de su abuelo. Así que dedicó su vida a prepararse: estudió para ingeniero mecánico-administrador en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y, como ya era moda en ese entonces, se fue a estudiar su Master en Business Administration "al otro lado". Prefirió Stanford a Harvard, con lo que acaso eludió a uno que otro tecnócrata en ciernes.

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Al regresar, tampoco se la dejaron fácil: durante 18 años tuvo que empezar desde abajo en la estructura corporativa de Cemex, y aguantar las grillas de uno que otro ejecutivo, que le apostaba a otro "gallo" para director general.

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Cuando por fin llegó a la cúspide, en 1985, aparte de la desconfianza de sus colegas (el anterior jefe había durado 25 años en el puesto), debió estrenarse con un México en plena crisis. Sin embargo, Zambrano se lanzó con todo, y a fuerza de inversiones millonarias llevó a Cemex a convertirse en la segunda cementera más importante del mundo, con presencia en Estados Unidos y Europa y exportaciones a buena parte del mundo. Todo hace pensar que aprendió en Stanford lo que ciertos funcionarios públicos parecen haber copiado de un acordeón".

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El dicho afirma que "al ojo del amo engorda el caballo", y Lorenzo Zambrano Treviño, quien a sus 51 años es un solterón empedernido, lo lleva a los extremos. Es un fanático de la información. Odia el burocratismo y quienes trabajan con él afirman que es un control freak (le gusta tener control sobre todo). Al mismo tiempo, es sumamente nervioso; por lo mismo, rechaza hablar en público y jamás ha pensado en la "polaca" empresarial.

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Zambrano se siente a sus anchas en el trabajo. Conocedor de cada uno de los procesos de su empresa, toma directamente muchas de las decisiones operativas, por eso siempre está ocupado y no deja mucho tiempo a las actividades sociales. ¿Qué fórmula le ha permitido a Cemex expandirse, a tal grado que la caída de la industria de la construcción le hace lo que el viento a Juárez? Según ha explicado el empresario, lo importante es invertir constantemente grandes cantidades de dinero, para tener así muchos activos que depreciar y no terminar pagándole de más al fisco.

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Sin duda, la empresa de Zambrano adquirió la dimensión del gigantismo cuando se fusionó con Cementos Tolteca en pleno sexenio salinista. Esto lo puso en la mira de los estadounidenses -empezando por la revista Forbes, que coloca a su familia en el cuarto lugar entre las fortunas mexicanas, con $1,800 millones de dólares después de la devaluación- y siguiendo con las autoridades comerciales del vecino país del norte, que se apresuraron a ponerle a Cemex un fuerte impuesto antidumping. La base para esto, argumentan por allá, es que Zambrano dispone de energía subsidiada en México, lo que niega el empresario regio (aquí hay más combustóleo, explica -él a manera de -defensa-).

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Pero el recelo en Estados Unidos no afecta sus operaciones en Europa, así que Zambrano aún tiene el dinero suficiente para acrecentar su rica colección de arte -Rufino Tamayo es de sus pintores favoritos- o para atesorar caballos, su otra afición. Si bien cincuentón en términos de edad, este estratega canoso y de amplia sonrisa recién cumplió su primera década en la silla que anheló mucho tiempo y que espera no abandonar pronto. Los otros son hobbies, su oficio es el cemento.

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