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Los extravíos de la economía mexicana

De los errores hay que aprender. Y en los últimos 30 años el gobierno mexicano cometió todos los
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Al principiar los 60, México tenía un Producto Interno Bruto por habitante de $334.7 dólares corrientes, más del doble del de Corea del Sur, que era de $157.9 dólares. 37 años después, México alcanzó un PIB per cápita de $3,680 dólares corrientes, o sea, la tercera parte del logrado por Corea del Sur, de $10,550 dólares. Esta nación cruzaba la línea que separa a los países en desarrollo de los países industrializados al tiempo que cerraba a marchas forzadas su brecha tecnológica respecto de los países líderes (véase cuadro 1). ¿Qué hicimos mal para que la diferencia inicial se invirtiera y México quedara muy a la zaga en la carrera del desarrollo?

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La interrogante tiene, desde luego, múltiples aristas, cuyo esclarecimiento es referente obligado para que México reencuentre el camino del crecimiento económico sostenido con equidad. Sin duda, el extravío de la economía mexicana, que arranca de los años 70, se acrecentó durante las dos últimas décadas. Todavía al finalizar aquella década, la diferencia en el nivel de desarrollo entre México y Corea favorecía a nuestro país (en 1978 nuestro PIB per cápita era de $1,729 dólares, contra $1,354 dólares en Corea del Sur). Pero desde la crisis de la deuda que estalló en 1982 —provocada por erróneas políticas macroeconómicas y estructurales— la economía mexicana ha ido de mal en peor. Después de repetidos ciclos de freno y arranque, el producto por habitante (medido en pesos, a precios constantes) tuvo un incremento acumulado de apenas 0.32% durante el periodo 1983-1999, al crecer a una tasa media de 0.02% anual; mientras que el PIB per cápita coreano (medido en won, a precios constantes) creció a una tasa media de 6.3% anual, lo que significó un incremento de 180.2% durante el mismo lapso.

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Además, los costos sociales del extravío de la economía mexicana han sido enormes: durante el periodo 1983-1999 los salarios contractuales perdieron 63.9% de su poder adquisitivo; los salarios mínimos perdieron 70.2% de su poder de compra (situándose por debajo del poder adquisitivo en 1947); en la industria manufacturera, no sólo cayeron fuertemente las remuneraciones, sino que más de 90% de las pequeñas y medianas empresas fueron arrolladas o dejadas por el tren de la modernidad, a causa del estilo excluyente de inserción en la aldea global; los campesinos sufrieron una fuerte pérdida en los términos de intercambio de sus cosechas (v. gr. el ingreso real de los productores maiceros se redujo 52.7%); y más de 20 millones de mexicanos pasaron a engrosar las huestes de la pobreza y la indigencia. Debemos poner punto final a este extravío.

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Estudiar el pasado para aprender el futuro
Como sugiere con asombroso realismo el proverbio japonés: hay que estudiar el pasado para aprender el futuro. Desde los años 30, y sobre todo a partir del gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, el desarrollo económico mexicano —que alcanzó una tasa de crecimiento anual medio de 6.1% entre 1934 y 1982, y trajo consigo un mejoramiento significativo de las condiciones de vida de la mayoría de los mexicanos— se había sustentado en una economía de mercado con un relevante (pero prudente, excepto a partir de los años 70) intervencionismo del Estado como rector y promotor activo del desarrollo económico, como regulador del comercio exterior y de los mercados internos de bienes y servicios básicos, como inversionista en áreas estratégicas y como promotor del bienestar social mediante leyes laborales y agrarias e instituciones sociales de educación, salud y servicios básicos.

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La ideología económica y social de la Revolución mexicana, plasmada en el contrato social de 1917, había asignado al Estado estas funciones desechando la ideología liberal del laissez-faire, laissez-passer.

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A partir de 1983, la estrategia económica -neoliberal(i) —sustentada en la ideología ortodoxa que atribuye al Estado la causa de los males económicos; y diseñada conforme a las prescripciones de cambio estructural, ajuste y estabilización económica preconizadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial— se orientó a acrecentar el papel del mercado como mecanismo de asignación óptima de recursos, maximizador de la producción y del empleo, corrector automático de eventuales desajustes económicos y garante de la inversión productiva y el desarrollo económico, transfiriendo a los agentes privados y al mercado, gradual pero sostenidamente, las funciones económicas anteriormente asignadas al Estado.

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La reducción de la injerencia del Estado en la economía comprendió: la liberación de precios internos (abriendo cauce a los precios monopólicos y oligopólicos, v.gr. telefónicos, bancarios, etc.); la apertura comercial externa; la liberalización de los flujos de inversión extranjera; la liberalización del sistema financiero; la privatización de empresas estatales y de algunos servicios de infraestructura pública; y el achicamiento del papel del Estado como rector y promotor del desarrollo económico y del bienestar social, reduciendo o cancelando programas de fomento económico sectorial (para la agricultura, las manufacturas, etcétera), de infraestructura económica y de desarrollo social.

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A casi dos décadas de iniciado el experimento neoliberal, con más mercado y menos Estado, la prosperidad ofrecida por los reformadores neoliberales continúa siendo una utopía. Más aún: los resultados reales del modelo neoliberal contrastan negativamente con los observados durante el vilipendiado modelo económico precedente.

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Bajo el modelo keynesiano-cepalino —que puede denominarse sin abuso modelo económico de la Revolución mexicana(ii)— basado en la regulación del comercio exterior y en un relevante intervencionismo gubernamental en el fomento económico, el PIB se incrementó 15.9 veces (1,592.7%) durante el periodo 1935-1982, al crecer a una tasa media de 6.1% anual, lo que implicó un incremento de 340.4% en el PIB per cápita, que creció a una tasa media del 3.1% anual.

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Bajo el modelo neoliberal —basado en la apertura comercial unilateral y abrupta y en la reducción de la participación del Estado en el desarrollo económico— el PIB sólo se incrementó 0.45 veces (45.5%) al crecer a una tasa media de 2.23% anual, lo que implicó un incremento de apenas 0.32% en el PIB per cápita, que creció a una tasa media 0.02% anual durante el periodo 1983-1999.

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Durante los años de vigencia del modelo económico de la Revolución mexicana, la inversión fija bruta por habitante (en maquinaria, equipo y construcciones), se incrementó 1,022.1% en el periodo 1941-1982, al crecer a una tasa 5.8% anual. En contraste, después de casi dos décadas de experimentación neoliberal, la inversión fija bruta por habitante en 1999, fue 4% menor a la observada en 1982, al decrecer a una tasa media del 0.24% anual.

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Bajo el modelo de la Revolución mexicana, el poder adquisitivo de los salarios mínimos se incrementó 96.9% en el periodo 1935-1982; y los salarios en la industria manufacturera tuvieron un incremento real de 186.6% entre 1946 y 1982. Bajo el neoliberalismo, en cambio, los salarios mínimos perdieron 70.2% de su poder adquisitivo, es decir, se deterioraron a menos de la tercera parte de los vigentes en 1982; los salarios manufactureros perdieron 41.5% de su poder de compra y los salarios medios de cotización del IMSS sufrieron una pérdida de 57.2%.

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En consecuencia, el modelo neoliberal ha traído consigo un dramático deterioro del bienestar social. De acuerdo con la CEPAL, el porcentaje de hogares mexicanos bajo la línea de la pobreza se incrementó de 34.1% en 1984 a 43% en 1996, de manera que la población pobre pasó de 30.4 millones en 1984 a 48.9 millones en 1996, es decir 18.5 millones de mexicanos cayeron en la pobreza(iii). Durante el mismo lapso, el porcentaje de hogares en pobreza extrema pasó de 11.6% en 1984, a 16% en 1996, de modo que el número de indigentes pasó de 11 millones en 1984 a 20.3 millones en 1996, es decir, 9.3 millones de mexicanos cayeron en la indigencia. Más aún, durante el bienio previo (1983-1984) se había registrado ya un fuerte incremento de la pobreza, debido al desplome de los salarios reales (tan sólo en 1983, los salarios contractuales perdieron 28.8% de su poder adquisitivo, los salarios manufactureros se redujeron 24.7% y los mínimos perdieron 18.4% de su poder de compra), al deterioro de los ingresos campesinos y a la caída del PIB (-4.2% en 1983), con la consiguiente reducción del empleo(iv) . Según Julio Boltvinik (quien aplica una metodología distinta a la de CEPAL), la población mexicana bajo la línea de la pobreza pasó de 48.5% en 1981 a 58.5% en 1984, alcanzando 66% en 1992; y, a raíz de la severa crisis económica de 1995, 78% de los mexicanos se vieron (en 1996) bajo la línea de la pobreza(v). En suma: según los cálculos de la CEPAL y de Boltvinik cada año cayeron en la pobreza más de millón y medio de mexicanos, de modo que el número de mexicanos en la pobreza se incrementó en más de 20 millones bajo el paraíso neoliberal.

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Contrario sensu, durante los años de operación del modelo keynesiano-cepalino de la Revolución mexicana, la pobreza se redujo significativamente. De acuerdo con Boltvinik, la proporción de mexicanos pobres disminuyó de 77% en 1963 a 48.5% en 1981, magnitudes - grosso modo coincidentes con las estimadas por el Programa Nacional de Solidaridad, según el cual la proporción de mexicanos bajo la línea de la pobreza, que en 1960 era de 76.9%, descendió hasta 45% en -1981(vi). En consecuencia, los logros alcanzados durante dos décadas de reducción de la pobreza bajo el modelo económico de la Revolución mexicana fueron completamente revertidos por el modelo neoliberal.

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Finalmente, durante gran parte de la vigencia del modelo keynesiano-cepalino, los pasivos globales de México con el exterior se mantuvieron en un nivel manejable (de 18.4% del PIB a 27.2% entre 1946 y 1970). Pero durante los últimos 12 años de vigencia de este modelo económico (en su versión "populista", también denominada "docena trágica"), los pasivos externos —deuda externa pública y privada más inversión extranjera directa y de cartera— se incrementaron dramáticamente, saltando de 27.2% del PIB en 1970 a 67.6% del PIB en 1982, lo que condujo al colapso financiero y cambiario de 1982(vii).

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Precisamente, la estrategia económica neoliberal fue introducida en México con la promesa de "elevar el ahorro interno" para evitar "depender nuevamente en el futuro de recursos externos en forma excesiva"(viii). No obstante, los pasivos externos de México crecieron de manera explosiva, saltando de $91,753.6 millones de dólares al cierre de 1982 (después de la crisis de la deuda que estalló en agosto) a $270,196.9 millones en 1994, cuando estalló el más grave colapso financiero de la historia mexicana, alcanzando $344,174.2 millones de dólares al cierre de 1999, lo que representa, a valor presente, más del doble de los pasivos acumulados hasta 1982.

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"Por sus obras los conoceréis", reza el proverbio bíblico. Sin embargo, los resultados adversos observados en la economía mexicana durante las últimas décadas no son imputables exclusivamente al modelo neoliberal como estrategia económica de largo plazo (basada en la apertura comercial unilateral, abrupta e indiscriminada; y en el achicamiento de las funciones del Estado en la promoción activa del desarrollo económico); también son imputables —como demostraremos en próxima entrega— a las sucesivas estrategias macroeconómicas de mediano plazo instrumentadas durante estos años.

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José Luis Calva es investigador en el Área de Estudios Prospectivos de la Estructura Económica de México en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

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Notas:
-i
En el ámbito académico internacional, las estrategias económicas basadas en las orientaciones de política económica que enseguida se definen, suelen denominarse -neoliberales, lo mismo que a las doctrinas económicas que las inspiran. No obstante su innegable carga ideológica, utilizaremos este término como categoría analítica en este artículo.

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ii Si bien abreva en las corrientes del pensamiento universal, la estrategia económica desplegada en México desde los años 30, emergió como un - genuino proyecto nacional, que precedió al consenso keynesiano de la posguerra y - al consenso estructuralista latinoamericano. La fundación del banco central en los años 20 y de la banca nacional de desarrollo en los 30; el activismo estatal en la construcción de la infraestructura básica (hidroagrícola, carretera, etcétera); la resuelta promoción de la educación y la salud pública; las políticas sectoriales orientadas al fomento de la agricultura (con sus múltiples instrumentos específicos: política de precios de garantía, etcétera) y al fomento de la industria manufacturera (con sus instrumentos específicos, impulsores de la sustitución de importaciones); el desarrollo de la industria energética pública, que arranca con la fundación de la Comisión Federal de Electricidad en 1937; fueron acciones plenas de audacia e iniciativa de ese proyecto nacional, que procedieron al - keynesianismo y al estructuralismo latinoamericano.

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iii Comisión Económica para la América Latina, - Panorama Social de América Latina, 1998, Santiago, 1998; CEPAL, La brecha de la equidad, - Santiago, 1993; y CEPAL-INEGI, Magnitud y evolución de la pobreza en México (1984-1992). Informe metodológico, México, INGEI, 1993.

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iv José Luis Calva, "Costos sociales del neoliberalismo", en - El Universal, México, 4/VI/99.

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v Julio Boltvinik, "La insatisfacción de las necesidades esenciales en México", en J. L. Calva (coord.), - Distribución del ingreso y políticas sociales, México, Juan Pablos-FAM-Enlace-E. Pueblo, 1995; y J. Boltvinik, "¡Quince millones de pobres extremos más!", en - La Jornada, México, 13/xi/98.

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vi Consejo Consultivo del Programa Nacional de Solidaridad, - El combate a la pobreza, México, El Nacional, 1990.

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vii Véase José Luis Calva, "Criterios recesivos de política económica para 1996. ¿Un México sin opciones de crecimiento?", en Problemas del Desarrollo. Revista Latinoamericana de Economía, Núm. 104, México, IIEC-UNAM, 1996.

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viii Miguel de la Madrid, Quinto informe de gobierno, 1987. Véase también Poder Ejecutivo Federal, - Plan Nacional de desarrollo 1983-1988, México, 1983; Poder Ejecutivo Federal, Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994; y Poder Ejecutivo Federal, -Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000, México, 1995.

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