Los industriales siguen esperando…
La empresa, al igual que las personas físicas con actividades empresariales, debe sortear dificultades no sólo para mantener la plantilla de trabajadores, sino para al menos cobrar las ventas que apuradamente se realizan. Pero no queda ahí su situación: ha de enfrentarse a la disyuntiva de capacitar y adquirir tecnología más avanzada que la existente o, por el contrario, lograr acceder a fuentes de financiamiento que les permitan la indispensable liquidez para continuar operando ¡un día más!
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De ahí que en las últimas semanas diversos grupos empresariales hayan insistido en la necesidad de contar con apoyos públicos para reforzar y/o complementar los limitados recursos de que disponen, insistencia que, dicho sea de paso, ha provocado reacciones opuestas para quienes tienen a su cargo las directrices de comercio, fomento industrial e, incluso, el marco fiscal.
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Una política industrial bien dirigida no significa que el gobierno deba hacer las tareas propias del empresario, ni mucho menos volver a un esquema paternalista.
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Políticas dirigidas de libre comercio y acuerdos de producción al interior del G-7; estrategias de crecimiento y delimitación de actividades en la OCDE; políticas comunes en la zona euro, y acciones para promover el empleo y el desarrollo industrial en China, son tan sólo algunos ejemplos de lo que se puede hacer. Qué decir de los rescates a la construcción y al sector automotriz en los últimos dos años.
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Si ésas son las reglas con las que se desenvuelven las economías desarrolladas, entonces no debemos condenar, impugnar o invalidar prematuramente la idea de evolucionar conforme a ellas. Por eso, si hablamos de un trato de igual a igual, entonces para el sector industrial deberá establecerse una política de fomento, pues para participar dinámicamente en la globalización económica, las empresas han de tener acceso a herramientas y medios que permitan su competitividad.
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Una de esas herramientas es consolidar una política antiinflacionaria, tan importante como la posibilidad de que empresas de menor tamaño penetren en el mercado internacional, y un primer paso es en países con los que se tiene un acuerdo comercial.
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Constantemente se menciona la necesidad de impulsar el desarrollo de las empresas de menor tamaño. Tan sólo en el sector de las manufacturas, se aproximan a 60% del total. De ahí que cuando hablemos de participación en el escenario internacional y en políticas de fomento a la empresa, no sólo pensemos en términos del dinero: el fomento, más que basarse en planes de vigencia sexenal, debe considerarse como una acción continua, de largo plazo, aplicada ésta a una variedad de aspectos.
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• En el plano tecnológico, es necesario innovar o asimilar, con la idea de tener control sobre los costos de producción y esforzarse cada vez más en la especialización de procesos y productos.
• En lo comercial, la apertura y la ampliación de los mercados interno y externo requiere ofrecer al usuario un servicio cada vez más adecuado en términos de precios, servicios y calidad. También facilidad para operar.
• En cuanto al tema financiero, reunir el capital necesario para el desarrollo y la realización de proyectos o nuevos productos.
• Administrativamente, la necesidad de estar actualizado en términos de sistemas y gestión empresarial.
• En lo laboral, implantar avanzadas fórmulas de capacitación y productividad.
• En lo gubernamental, alcanzar un verdadero esquema de desregulación.
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Es clara la necesidad de que las autoridades y el sector privado trabajen conjuntamente en el impulso de la planta industrial y de las empresas prestadoras de servicios para incursionar en nuevos mercados. Nunca se acaba de aprender cuando se trata de buscar mercados. Si bien se promueven las exportaciones, no se realizan acciones contundentes para impulsar la proveeduría nacional incorporada en un producto final de exportación.
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El autor es economista y director general del CNIMME.
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