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Los modernos vigilantes

¿Qué sistemas miden el impacto de un sismo o la actividad volcánica? En el Centro Nacional de Pre
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

El Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) nació en 1990 por decreto presidencial y a raíz de un convenio de cooperación tecnológica entre México y Japón. El terremoto de 1985 representó el punto de partida de un proyecto que, durante los primeros siete años, contó con apoyo financiero nipón y que actualmente recibe una buena parte de sus recursos de la Secretaría de Gobernación.

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El acuerdo de colaboración –no reembolsable– arrancó con la donación de la mayoría de los instrumentos técnicos que eran necesarios para empezar a trabajar. El obsequio fue realizado por el gobierno japonés e implicó una inversión estimada en $10 millones de dólares. El Cenapred también firmó un convenio con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La institución académica aportó los terrenos para construir el centro y una plantilla importante de investigadores. Además, el organismo trabaja con algunas universidades e instituciones extranjeras, como el Servicio Geológico de los Estados Unidos, que también realiza donaciones de equipo y colabora en diversas iniciativas.

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El Cenapred define su labor como investigación aplicada y desarrollo de tecnología con el fin de prevenir catástrofes naturales. Para cumplir su objetivo, la entidad elabora estudios especiales, organiza programas de capacitación, diseña herramientas y soluciones tecnológicas y difunde información. En sus instalaciones trabajan químicos, sismólogos, vulcanólogos, ingenieros y profesionales en sistemas de cómputo. En total 115 personas, cifra que incluye a 50 investigadores.

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La institución analiza los riesgos que se desprenden de factores geológicos (sismos y volcanes) químicos e hidrometeorológicos. Sus estudios se aplican en disciplinas que están relacionadas con dichos campos. Por ejemplo, en ingeniería estructural –materia que, entre otras cosas, permite definir los procesos de edificación de inmuebles que deben utilizarse en zonas consideradas peligrosas–.

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Cuando el suelo se mueve
-En un país que registra un promedio de 700 temblores al año, cuyas magnitudes oscilan entre los tres y los siete grados Ritcher, la amenaza de una catástrofe siempre está presente. No obstante, las responsabilidades del Cenapred no incluyen la elaboración de un análisis inmediato que se encargue de localizar los epicentros y determinar la magnitud de los movimientos sísmicos: el centro colabora con otras instancias que realizan estudios posteriores al momento del temblor.

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Para apoyarlas, utiliza distintos sistemas tecnológicos. El acelerógrafo es uno de ellos. Este aparato registra la aceleración con la que se mueve el terreno durante un sismo. De esta forma, es posible conocer las características del suelo y el nivel de propagación de las ondas telúricas. Los datos que aporta la herramienta son utilizados para diseñar reglamentos de construcción: por ejemplo, qué tipo de edificios se pueden erigir en un espacio determinado y bajo qué especificaciones arquitectónicas.

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Enrique Guevara , coordinador de Instrumentación y Monitoreo del Cenapred, señala que "el objetivo es reducir la vulnerabilidad de las obras. La tarea principal del instituto es la prevención, no el llamado de emergencia. De hecho, la alarma sísmica no se opera desde el centro."

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Para estudiar el impacto de los temblores, el organismo emplea dos redes de monitoreo y análisis. La primera, que se define como un área de atenuación, está conformada por cinco estaciones acelerográficas –ubicadas entre Acapulco, Guerrero, y el Distrito Federal– que estudian la magnitud de un sismo desde lugares cercanos a la zona del epicentro. Con la intención de analizar la difusión de las ondas telúricas hacia la capital del país, las terminales están distribuidas uniformemente en dirección a la ciudad de México.

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El perímetro de atenuación incluye a la segunda red: 11 estaciones que se sitúan en diferentes tipos de terreno del Valle de México. Cada terminal está equipada con sensores en superficie y en profundidad. El sistema satisface dos requerimientos: conocer las características del suelo en distintos estratos y entender la amplificación de las ondas telúricas en la zona.

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¿Por qué el temblor de 1985 produjo tantos daños en el Distrito Federal, si su origen se ubicó a 400 kilómetros de distancia (en el estado de Michoacán)? "La clase de terreno de la ciudad de México, blando y arcilloso, amplifica las frecuencias sísmicas y provoca que un temblor genere aceleraciones desmesuradas. Gracias a las estaciones acelerográficas, es posible determinar el impacto de éste según la zona. La información, entre otras cosas, puede conducir a la modificación de los reglamentos de construcción", comenta Guevara.

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El área de ingeniería estructural del Cenapred selecciona algunos inmuebles, los cuales son equipados con sensores para medir su resistencia a los movimientos telúricos. En función de los resultados obtenidos, las autoridades estarían capacitadas para ordenar la rehabilitación de la obra. Los datos finales del análisis pueden aplicarse en edificaciones con características similares.

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Vigilando a don Goyo
-La red de monitoreo del Popocatépetl opera desde el Cenapred. La infraestructura tecnológica para realizar la labor de vigilancia está valorada en $15 millones de pesos –monto que incluye el equipo de cómputo ubicado en el centro y los sensores especiales instalados en el volcán–. Los datos que capturan los sistemas son enviados al Cenapred y todas las señales se evalúan en tiempo real. Para analizar el comportamiento del Popocatépetl el centro utiliza varias clases de monitoreo. Uno de ellos es el sísmico, el cual está conformado por 11 estaciones, situadas en los alrededores del lugar, que envían información por telemetría. Los sensores detectan vibraciones, éstas se transforman en una señal eléctrica que es transmitida por radio hacia las instalaciones del organismo. Una vez ahí, es capturada en las computadoras. Los sistemas de cómputo aplican un formato digital al dato y éste se incorpora a los programas que llevan a cabo el procesamiento y análisis de información. Todo el estudio se desarrolla en tiempo real.

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El Cenapred también revisa las deformaciones geológicas del Popocatépetl. Cuando se presenta un ascenso de material desde el interior (es decir, el momento en el que la lava está subiendo), el volcán se infla o desinfla –detalle que resulta imperceptible a simple vista–. El inclinómetro, una herramienta extremadamente sensible, capta el declive del terreno en el orden de los microrradianes. Si una varilla de un kilómetro de largo –colocada en el piso– se levanta un milímetro en uno de los extremos, el ángulo resultante sería un microrradián.

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Asimismo, el centro de prevención estudia las emanaciones volcánicas. Analiza el gas lanzado a la atmósfera y calcula la cantidad de bióxido de azufre que contiene. Además, los especialistas investigan si las cenizas incorporan un elemento nuevo y el nivel de viscosidad de la exhalación. Conocer los aspectos químicos de la actividad del Popocatépetl es de vital importancia para ponderar su condición real.

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El equipo que desempeña esta función debe montarse en un avión; aunque también es posible realizarla desde el suelo. La aeronave viaja por debajo de las fumarolas. Dos veces a la semana, el análisis se lleva a cabo por vía terrestre. La evaluación desde el aire sólo ocurre una vez al mes, aunque si aumenta la actividad volcánica la opción aérea es utilizada un mayor número de ocasiones.

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El Cenapred instala detectores de flujo –sensores– que son empleados para percibir un deshielo en el glaciar.

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Éste produce, a partir de la mezcla de ceniza y agua, enormes cantidades de lodo, las cuales bajan por las cuencas del volcán y pueden desplazarse hasta alcanzar grandes distancias. Al descubrir la presencia del flujo, el organismo alerta a las autoridades y poblaciones aledañas sobre la situación de riesgo.

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También se ha instrumentado un sistema de monitoreo visual, gracias al cual una cámara de video, instalada en las cercanías, transmite imágenes de don Goyo durante las 24 horas del día. Sin embargo, asegura Guevara, no hay que confiar en la vista, "porque aunque el volcán parezca muy tranquilo en el monitor, en el interior puede existir una actividad intensa".

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Cuando todos los estudios ya se han realizado, los encargados del centro envían mensajes periódicos a algunas autoridades y a las organizaciones de protección civil. El último susto que causó el Popocatépetl fue vigilado con gran expectación desde la sala de monitoreo del instituto. Durante las 24 horas del día, la sala estuvo ocupada. Los responsables recibían toda la información relacionada con la actividad del volcán. Los especialistas recuerdan que, en esos días, todo el personal subió de peso, ya que nadie se movía del centro de control y sólo comían pizzas. Afortunadamente, éstas eran entregadas en tiempo récord: los repartidores no querían perderse las imágenes más recientes de don Goyo.

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El estrés fue otra presencia constante: los radiolocalizadores de los analistas del centro nunca dejaron de sonar. Los días de mayor actividad volcánica ya pasaron. Pero el equipo de la institución no puede relajarse y debe continuar su labor. El centro siempre tiene que estar preparado para alertar a la población.

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Por ejemplo: puesto que la ceniza afecta a las aeronaves, si se presenta una exhalación el centro tiene que reportar rápidamente el evento a las autoridades aeroportuarias. Dichas instancias, que reciben datos sobre la dirección que sigue la nube volcánica, toman las medidas precautorias necesarias. Entre otras: desviar las rutas de vuelo.

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Aunque el monitoreo principal se despliega en la sede del Cenapred, los empleados del organismo enfrentan situaciones de peligro real. A la hora de instalar algunos de los mecanismos sensores, la labor de los trabajadores puede resultar muy arriesgada. No hay que olvidar que, si bien las mediciones se realizan a través de instrumental tecnológico, quienes colocan dichos sistemas son seres humanos. El riesgo no es menor: ciertos equipos deben situarse a kilómetro y medio del cráter; éste puede expulsar material incandescente en un perímetro de cuatro kilómetros.

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Amenazas acuáticas
-El Cenapred igualmente investiga los desastres que están relacionados con la lluvia excesiva. Principalmente inundaciones provocadas por el desbordamientos de ríos. Para atender estos acontecimientos, el centro recurre a pluviómetros: sensores que se instalan en las partes altas de cuencas y miden la intensidad de una precipitación. La información obtenida es transmitida hacia la institución. Ahí, una computadora despliega un modelo de simulación, el cual calcula el tiempo que tardaría en llegar un flujo de agua a una ciudad ubicada en zona de riesgo.

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En el país ya se instalaron cinco estaciones de prevención hidrometeorológica (en las ciudades de Tapachula, Motozintla, Monterrey, Tijuana y Acapulco) y está en proceso la construcción de dos adicionales.

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El precio de la seguridad
-El año pasado el Cenapred invirtió $6.4 millones de pesos para mejorar sus equipos de trabajo. Un porcentaje significativo del capital fue dedicado exclusivamente a los sistemas de cómputo. Los precios de las herramientas de monitoreo son muy altos. En el inventario del centro, la infraestructura para investigación y prevención de sismos está valuada en $7.5 millones de pesos. Los equipos instalados en las diversas zonas del Popocatépetl superan los $5 millones de pesos. Un acelerógrafo cuesta casi $20,000 dólares.

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Aunque cuenta con dispositivos tan caros, resulta curioso que el Cenapred no posea un servidor potente que instrumente el respaldo y el almacenamiento de toda la información –una gran cantidad de datos que el centro viene acumulando desde su nacimiento–. El 100% de las investigaciones –comportamiento del volcán, registros pluviales, temblores que han ocurrido en el país– se guardan en discos compactos (CDs). Cada día, el Cenapred usa tres nuevos.

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Un cálculo aproximado revela que unos 2,500 CDs almacenan 80% de los datos relacionados con los altibajos emocionales de don Goyo. Próximamente, el centro adquirirá un sistema de respaldo de información, la cual de momento se acumula en una pequeña sala. No sólo es mucha información, sino notablemente importante. El robo o extravío de los CDs representaría una pérdida histórica y científica de dimensiones verdaderamente catastróficas.

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