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Los nuevos equilibrios de la economía

Entre reducir la inflación rápidamente o bajarla en un plazo razonable, el gobierno optó por la s
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Mucho se ha comentado acerca de las características que tendrá el crecimiento durante la presente administración. El avance reportado hasta abril por el empleo y la industria propició expectativas optimistas en torno a la posibilidad de que se inicie una pronta recuperación a partir del segundo semestre de 1996.

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Sin embargo, es poco probable que en el corto plazo la recuperación alcance tasas de crecimiento significativas y además, cuando se presente, la generación de empleo será menor —en términos proporcionales— a la que se observó antes de la crisis.

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Aunque en declaraciones a los medios el secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, demostró menos obsesión antiinflacionaria que sus similares del sexenio pasado, no se debe olvidar que el elemento determinante en la política económica de esta administración también es el combate al alza de precios. Esa decisión implica que deberán actuar siempre dentro de márgenes previamente establecidos.

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Por otra parte, si bien no se puede aislar el comportamiento de las variables económicas, a diferencia de la estrategia seguida durante el sexenio pasado —cuando el tipo de cambio fue la variable determinante en el control inflacionario—, en la actualidad el énfasis de la política antiinflacionaria está puesto en la administración de la base monetaria.

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Si se toma como base noviembre de 1994, se puede decir que esa estrategia ha funcionado, ya que logró limitar el efecto de una devaluación acumulada de casi 120% a una inflación acumulada de apenas 75%. Vale mencionar que, además, la inflación sigue una clara tendencia a la baja y, después de registrar tasas anuales de 52% en diciembre de 1995, en junio de este año muestra un crecimiento anual de 33%.

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La intención de mantener el combate a la inflación significa que el equipo gobernante actuará con restricciones y, por consiguiente, dejará a los agentes privados el realizar la mayor parte del esfuerzo para obtener avances en materia económica.

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En ese sentido, la acción de estos agentes no será sencilla, ya que deberán salir adelante sin estímulos, con una promoción limitada, sin disponer de un sistema financiero eficiente y con una infraestructura que limita la competitividad. Precisamente esas son las condiciones en que se han logrado avances en la recuperación del empleo y la actividad industrial.

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De acuerdo con el INEGI, en el periodo enero-abril la industria creció 3.6%, en tanto que el IMSS informó que en junio el número de asegurados permanentes llegó a 8.78 millones de personas, casi 280,000 más que en diciembre de 1995.

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Así, a pesar de que se aplica una política monetaria restrictiva, todo indica que en 1996 la economía recuperará parte de lo perdido después de la devaluación. No obstante, aunque el PIB registre un crecimiento de 3%, tal como lo han proyectado las autoridades, al término de este año estaría 4.1% abajo del reportado en 1994.

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No habrá crisis recurrentes, pero...
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Se puede afirmar, como lo han hecho funcionarios gubernamentales, que la aplicación de esa política antiinflacionaria ayudará a evitar que el país vuelva a caer en crisis como las que lo afectaron de manera recurrente en los últimos años.

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Sin embargo, eso no significa que vaya a terminar la crisis que viven hoy familias y empresas. De hecho, para amplios sectores, la economía en plena recuperación no presentará mejores condiciones de vida que las observadas cuando se presentaron las crisis anteriores.

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Sucede que la necesidad de competir y la incorporación de nuevas tecnologías son factores que obligarán a las empresas a aumentar su productividad por hombre ocupado. Difícilmente las plantas industriales recuperarán el nivel de empleo existente hasta 1994.

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Por otro lado, aunque se aplique una política monetaria restrictiva y el balance público se mantenga en equilibrio o en superávit, podrían presentarse eventos que dieran al traste con los esfuerzos del sector productivo.

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Por ejemplo, un aumento en las tasas de interés internacionales, como ocurrió en la primera quincena de julio, provocará un alza de las tasas internas. Esas distorsiones son mayores con la política de flotación cambiaria, que no ha dudado en “coquetear” con una eventual apreciación del peso, atrayendo capitales especulativos mediante el pago de altas tasas de interés reales.

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Evidentemente, cuando se presentan presiones contra el tipo de cambio, a la escasez de crédito se agrega su desmedido encarecimiento vía aumento en las tasas de interés. Con esa medida se frena la especulación contra el peso, pero también se inhibe la intención de las empresas por obtener financiamiento para invertir.

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Algunos nuevos equilibrios
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Por lo tanto, esas perspectivas no ofrecen soluciones al problema de crecer y generar empleos de acuerdo con el ritmo en que aumentan las necesidades del país. Así, aunque el eje de la política económica es controlar la inflación, todo indica que el gobierno no tiene interés en frenar totalmente las posibilidades de la recuperación basada en el esfuerzo de los agentes económicos privados, para alcanzar una inflación mínima en el corto plazo. Al contrario, parece dispuesto a reducir el ritmo de crecimiento de precios en un plazo razonable.

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Por otra parte, no se debe restar importancia a lo que puede hacer el gobierno para apoyar a las empresas. Ciertamente, a partir de la estrategia definida, el sector público no dispone de recursos económicos, pero en cambio sí podría acelerar el proceso orientado a hacer más eficiente la administración gubernamental.

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A partir de lo anterior, se puede decir que un factor básico en el nuevo esquema de equilibrios que se está forjando a partir de la crisis, depende de la modernización del sistema político. Sólo en la medida en que se propicie una mayor participación de la sociedad, habrá más posibilidades de que los escasos recursos se apliquen eficaz y honestamente.

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De hecho, todo indica que si no se termina con los cacicazgos locales y las administraciones apoyadas con recursos de origen dudoso, surgirá otro tipo de presiones, políticas y sociales, que también podrían impedir el avance de la economía.

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