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Los pobres, el problema

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Con motivo de una feria tecnológica organizada por Hewlett-Packard, estuvo en México Michael L. Dertouzos, director del laboratorio de Ciencia Informática del Massachusetts Institute of Technology (MIT). La visita sirvió para presentar su libro Qué será. Cómo cambiará nuestras vidas el nuevo mundo de la informática. Ahí Dertouzos analiza el impacto de las tecnologías de información (TI) y, como buen gurú, profetiza sobre la vida en las sociedades ricas y pobres, sobre el dinero y las nuevas formas de gobierno y administración. No todas sus visiones son gratas.

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¿Cómo entender la velocidad de los avances en las TI y su casi inmediata obsolescencia? ¿Es un ritmo impuesto por los fabricantes o por la demanda de los mercados?
Estos avances no son tan rápidos, menos cuando se los compara con los de la Revolución Industrial. En los últimos 80 años de dicha Revolución aparecieron los automóviles, los químicos sintéticos y la electricidad, y debido a ello la productividad humana aumentó 250%. ¿Cuántos años tienen las computadoras? Unos 30  o  40, es decir, la mitad. A escala global, la productividad humana apenas está empezando a crecer. Mi predicción es que pasarán otros 40 años, quizás 60, antes que tengamos un incremento de 200  o  300% en la productividad de las oficinas. Parece rápido porque en esta época de cambios los seres humanos sentimos que estamos dentro de una sartén, como huevos que se están friendo. Si lo viéramos desde fuera, el cambio no es tan veloz.

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Cada nueva tecnología trae nuevas dificultades: son cada vez más costosas, producen desempleo e impactan negativamente a la economía y al medio ambiente. Al menos a escala global, no mejoran la calidad de vida de la gente.
Los seres humanos en realidad no hemos cambiado mucho. Usted y yo somos iguales a Platón y Aristóteles, aunque tal vez no tan inteligentes. Nuestros deseos son los mismos: queremos crecer y tener hijos, alimentar y ser alimentados. Esto no ha cambiado en miles de años. Cada tecnología que llega, desde el arado para la agricultura hasta los motores para la industria, sirve para satisfacer estos antiguos deseos. Cuando no lo hacen, la abandonamos. La computadora no es diferente. Los ángeles y los diablos no están en la tecnología sino dentro de nosotros, y eso tampoco ha cambiado en miles de años.

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La medicina ha mejorado, pero cada día es más cara. Hoy el ser humano vive más que en el siglo pasado, pero a un alto costo social: marginados, desempleados y jubilados viven en la miseria.
Vivimos más que antes por la tecnología. Cuando una novedad sobrevive, es porque las ventajas son mayores que los problemas. Si alguien tiene un hijo, obtendrá beneficios y sufrimientos, alegrías y sinsabores. Así es la vida. La alternativa para no tener problemas es instalarse en una cueva, cerrar la entrada y tratar de vivir en paz. No parece una buena salida. La mente humana quiere explorar y el castigo de esa curiosidad son esos beneficios y problemas.

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Hay dos tipos de tecnología: unas producen alimentos, salud, seguridad o soluciones prácticas; otras refuerzan el consumismo y la frivolidad. ¿Debieran establecerse prioridades en la asignación de recursos a lo esencial y lo superfluo?
Veamos lo de la comida porque es muy significativo. Para la gente, las TI nunca serán tan importantes como los alimentos. En la cadena de necesidades la comida va primero, el sexo va en segundo lugar y el abrigo en tercero. La información está mucho más abajo, pero puede ayudar a conseguir estas cosas básicas. Suponga que tomamos a campesinos muy pobres y usamos la información para enseñarles a cultivar mejor la tierra. En 10 años podrían cambiar las cosas, como ocurrió en Israel, donde hicieron vergeles en los desiertos. La información también es importante para que la gente cuide de su salud y mejore sus condiciones de vida. Debemos entender que, aunque en términos económicos la información no es un producto final, como el pan o un chocolate, es un bien intermedio necesario, como la harina o el cacao. Una parte de la información tiene fines superfluos, es cierto, pero la mayor parte se enfoca a cuestiones esenciales, como los alimentos y la salud, la guerra y la paz, la política y los gobiernos. Estas sí son cuestiones básicas para el bienestar de la gente.

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¿Cómo justificar una carrera tecnológica que sólo produce equipos más rápidos? ¿Dónde están las PCs de bajo precio para quienes sólo necesitan correr programas sencillos?
La mala respuesta es que usted y yo queremos más velocidad y más memoria. Por eso los fabricantes hacen máquinas más grandes y rápidas. Pero hay algo de verdad en la pregunta y posiblemente, dentro de 20  o  30 años, tendremos un gran número de máquinas como las pequeñas computadoras que corren programas de navegación para los automovilistas, conocidos como GPS. Yo uso estos mapas electrónicos, que cuestan unos $200 dólares y son maravillosos; sé exactamente dónde estoy y nunca me pierdo. En el futuro habrá más de este tipo de ayuda y nadie pensará que son computadoras sino mapas, música, información para su trabajo.

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¿Cómo entender la brecha tecnológica que hay entre los que navegan por Internet y los que viven en las zonas marginales? ¿La tecnología ayudará a cerrar este hueco?
Esta brecha siempre estuvo allí: es la distancia entre ricos y pobres. En esta época las TI sólo ayudan a los ricos, que son los que están conectados. Hay 7,000 millones de personas en el mundo; de ellas sólo 10% tienen teléfono, es decir 700 millones, y de éstas sólo 10% están interconectadas, 70 millones. O sea: 1% del mundo está interconectado y esa es la gente rica. En mi libro hablo de la compasión virtual, que la gente pueda ayudar a los demás. Pongamos el caso de las zonas más pobres de México: puede haber una biblioteca donde haya una computadora y gente que ayude a los que lo necesitan, quizá así se pueda resolver un problema de salud, de producción agrícola o de comunicación. Tenemos que hacer un esfuerzo extra, porque la tecnología sin control incrementa la brecha entre ricos y pobres.

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¿Viviremos mejor en el futuro?
Pienso que sí. Usted vive hoy mejor por tener un coche, electricidad, refrigerador. Es el resultado de la Revolución Industrial. En el mismo sentido viviremos mejor en el futuro. No tendremos una sola gran cosa, sino muchas pequeñas cosas que nos ayuden en la educación y la salud, con el gobierno, para conseguir servicios. Viviremos mejor porque tendremos más herramientas para alcanzar nuestras metas.

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Se dice que Internet es el sitio para hacer negocios, pero al menos en México este comienzo ha causado más bien frustración.
En México puede resultar lento, pero en otros países no lo es. Dos años atrás no había prácticamente nada, ningún negocio. Internet crecía al 300%, pero no había negocios. En 1997, calculamos $1,500 millones de dólares de transacciones, y el año pasado hubo como $30,000 millones de dólares. Esta cifra podría multiplicarse por 10 para el 2000-2001 y eso son muchos ceros. En México ciertamente terminará por moverse, sobre todo entre la gente rica. El problema continuarán siendo los pobres.

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¿Cuál sería su mensaje a los hombres de negocios? ¿Cómo deben entender las TI?
Hay una vieja máxima en español y dice: “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.” Lo primero es suspender la actitud de que “esto no es para mí.” Una vez me encontré con un industrial de juguetes en Estados Unidos que no planeaba usar Internet. ¿Por qué no?, le pregunté. “Porque es información y a los niños no les interesa la información sobre juguetes; a ellos les gustan los juguetes.” Yo le dije que Internet es un juguete. Entonces le mostré que miles de niños juegan carreras de caballos en Internet: toda la semana cuidan y entrenan a sus caballos virtuales, y el fin de semana los conducen a lo largo de la pantalla de sus computadoras. Lo primero que les diría a los hombres de negocios es que abran sus ojos y suspendan los juicios terminantes. Lo segundo, que se involucren: no es algo para mirar con ojos viejos y decir: “Olvídelo, eso es para los jóvenes.” En tercer lugar, hay que permitir que la gente experimente. Deje que los jóvenes ejecutivos de su compañía experimenten con Internet. ¿Pondrán publicidad? ¿Tratarán de vender o de conseguir empleados en línea? Déjelos que traten y que concreten algunas ideas antes de aplicar el muy anticuado sentido común.

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