“La forma es fondo”, decía el último ideólogo del PRI, Jesús Reyes Heroles. En la cultura política de la clase gobernante la liturgia en torno a la integración del equipo de gobierno exigía misterio, sigilo, ocultamiento. Desde la selección de su séquito, el nuevo Tlatoani empezaba a disfrutar las mieles de un poder sin contrapesos: mantener el suspenso, alentar la elucubración de analistas, filtrar algunos nombres y tomarle el pulso a la sociedad que cuenta (sus votos y vetos); jugar al encarte y al descarte; reservarse el privilegio de un cambio caprichoso o racional, lo mismo dabajo de última hora.
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Por eso la designación temprana del equipo foxista para la transición significa rompimiento con los viejos usos. Implica que desde ahora existen equipos trabajando en las materias centrales de la administración pública... y que corre el tiempo para derrapones, desgastes y, quizás, rectificaciones.
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Para garantizar la gobernabilidad, Fox tendrá que construir puentes con los partidos, las fuerzas políticas en el Congreso, los gobiernos estatales y las organizaciones sociales. La agenda incluye acelerar la reforma democrática del Estado; sumar esfuerzos para resolver los expedientes abiertos (romper el impasse en Chiapas); instrumentar una reforma mayor a la administración pública...
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En economía, el reto es la negociación en la Cámara acerca del presupuesto. Luego reforma fiscal, apertura del sector eléctrico, petroquímica, reforma laboral...
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En educación la complejidad es enorme. Subyace una cuestión que enfrentará enormes resistencias: el trastocamiento de los valores que transmite la escuela pública y la previsible reinterpretación de la historia patria (los contenidos de los libros de texto gratuitos) y más allá, la revisión de la razón de ser, el sentido mismo, de la enseñanza.
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La nueva administración deberá acotar los espacios a la impunidad y cerrar el paso al desbordamiento de la delincuencia. Impulsar una reforma al sistema de procuración e impartición de justicia que descienda de la Suprema Corte para alcanzar a los espacios más próximos a la ciudadanía.
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Tanto la alternancia per se, como el origen empresarial del nuevo mandatario favorecen un quiebre en la cultura de la clase gobernante. La nueva administración podrá desprenderse de los milusos que durante décadas brincaron festivamente de una chamba a la otra (de SPP a la SEP, de la CNOP a Fertimex, del PRI a la SSA... o a la inversa).
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Con el dream team de Super Gerentes, empieza a disolverse el país de las formas rígidas, de los ritos y liturgias cívicas y comienzan a ganar terreno la antisolemnidad y el estilo rancherón del Primer Gerente de la Nación. Un botón de muestra: la respuesta de Fox a la llamada protocolaria de Juan Carlos I, Rey de España: “Hola, Rey”. Avanzan también la calidad total y la eficiencia, ¿mucha política y poca administración, como decían los científicos durante el Porfiriato?
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-El autor es editor de la sección Internacional de La Crónica