Publicidad

Síguenos en nuestras redes sociales:

Publicidad

Mercado de escuelas

Un grupo financiero sugiere la privatización de la enseñanza pública con transferencias de recurs
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Mientras se escucha aún el débil eco del anuncio radiofónico del ex aspirante a la grande, Manuel Bartlett, ofreciendo útiles escolares gratuitos para todos los alumnos de primaria; se mantiene vivo el estruendo del spot del candidato oficial, Francisco Labastida, y su regalo de computadoras e inglés para todas las escuelas; y se subraya con rojo en los boletines la promesa del abanderado perredista, Cuauhtémoc Cárdenas, de 8% del PIB para educación; el Grupo Financiero Bancomer (ya fusionado con el BBV-Probursa) levanta, tímido, su propia bandera: educación de mercado, o mejor dicho mercado de educación.

- Digamos que para que no se peleen en ver quién ofrece más, al fin y al cabo el primer punto del pliego petitorio de la huelga en la UNAM hablaba de furia frente a la caída de las partidas presupuestales y el principal eje de la ira de los diputados de oposición ante los recortes presupuestales eran los $1,200 millones de pesos al gasto de la Secretaría de Educación Pública (SEP), pásenle los trastos a los particulares. Digo, sin desaparecer el subsidio.

- La singular propuesta, al fragor del ramillete que ofrecen tirios y troyanos en las contiendas electorales, habla, ¡válgame Dios!, de subastar la infraestructura educativa del país a nivel de preescolar, primaria y secundaria al mejor postor, llámese persona física, grupo de educadores o asociación de padres de familia.

- Los vencedores de la pelea del quién da más, tendrían libertad absoluta no sólo para la contratación de los educadores, sino para estipular sus percepciones. La privatización de la enseñanza, de acuerdo a Bancomer, tendría como principal beneficio el incremento en la productividad vía las reglas del mercado. Dicho con todas las letras, se estimularía la competencia.

- De hecho la propuesta habla de atar el monto de las transferencias de recursos públicos al rendimiento de los alumnos, constatado mediante exámenes realizados periódicamente por la SEP. Las más altas calificaciones en la prueba de control de calidad implicarían, aleatoriamente, el otorgamiento de incentivos adicionales para los profesores.

- Lo más curioso del caso es que en alarde de fe en la fuerza del mercado, Bancomer propone incluso la creación de bonos educativos canjeables por colegiaturas, que el gobierno otorgaría, como parte del subsidio, a los padres de familia, para darles derecho de demanda.

Publicidad

- Digamos que los inversionistas en escuelas le darían rentabilidad a su apuesta cuando lograran conjuntar el monto de la redención de los bonos –lo que implica de entrada la aceptación de los padres de familia del plantel– y el nivel más alto de transferencias de recursos públicos –lo que implica a su vez la aceptación de las autoridades respecto a la calidad de la enseñanza–.

- Ahora que para estimular la educación en el ámbito rural frente a la resistencia familiar por el alto costo de oportunidad, la lejanía de las escuelas y la carencia de profesores, la propuesta habla de que el gobierno realice una transferencia en efectivo por año escolar concluido a aquellos padres que enviaron a sus hijos a la escuela, equivalente a un porcentaje del valor de la productividad que hubiesen tenido los hijos de haber estado trabajando. El monto crecería en función del avance en la escolaridad cumplida… hasta secundaria.

- El rendimiento de la inversión, empero, se reflejaría en una mayor productividad, introducción de tecnología moderna de producción, menores tasas de mortalidad infantil, menores tasas de fecundidad y natalidad y por lo mismo mayor bienestar. Casi el paraíso.

- Digamos que en la moda de las vaciladas, frente al dramático estrechamiento del potencial de gasto educativo, Bancomer no podía quedarse atrás. Aunque, eso sí, sin tanto escándalo.

Newsletter

Únete a nuestra comunidad. Te mandaremos una selección de nuestras historias.

Publicidad

Publicidad