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Noticias a la carta

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Ahora que se ha puesto de moda la obtención de noticias relevantes a través de misivas (que sus autores consideran privadas pero cuyo interés y materia son netamente públicas), los diarios mexicanos deberían establecer equipos de reporteros y editores dedicados al periodismo a la carta.

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Es relativamente fácil imaginarse cómo funcionaría este sistema de obtención de noticias. A determinada hora, digamos las cinco de la tarde, el editor a la carta de un matutino al que llamaremos El correo ilustrado se reúne con los reporteros de esta división especializada:

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-Traigo la de ocho -argumenta uno de los reporteros-, se trata de una carta de Córdoba...
- ¿De Córdoba Montoya?, inquiere el editor.
- No, de Córdoba, Veracruz, es de una tía mía que me cuenta que...
- No se haga el gracioso, Godinez.
- Jefe, yo si traigo un notón, obtuve una carta en la que se dice que la publicación que hicimos de la foto de Raulito con la sevillana contraviene los principios de la estética...
- ¿Quién dice esa burrada?
- El director del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad de Las Salinas en California...
- O está ciego o debe ser maricón, porque a la individua esa no le duele nada..., de cualquier modo es una buena nota para interiores, aquí somos pluralistas.... le ponemos una cabeza que diga: "Viola estética foto, dice investigador" (nótese la sintaxis típica de ciertos diarios).
- A propósito de Raulito -interviene otro reportero-, yo conseguí una carta de uno de los meseros que trabajaba en el yate, se la manda a su esposa...
- ¿Qué dice
- Pues le cuenta a su esposa que se lo está pasando bomba en Acapulco con su jefecito Raúl pero le aclara que es un viaje de trabajo...
- Se estaría trabajando a la sevillana.... comenta el infaltable bufoncito de las redacciones.
- No hay nota, sentencia el editor, ¿eso a quién le importa?
- No, lo que pasa es que hay un párrafo en que dice que escuchó cuando Raúl decía "yo a ese imbécil soy capaz de matarlo si lo vuelve a hacer..."
- Eso suena bien, ¿se refería a José Francisco?
-Buehh...., no, creo que más bien hablaba de otro mesero que derramó accidentalmente la piña colada sobre la respetable calva de don Raúl, pero creo que eso demuestra la naturaleza vio­lenta del indicado...
- Grrr -exclama el editor-, yo a éste lo mato... Cartas, necesitamos cartas trepidantes que mantengan a la opinión pública azorada y al vilo de sus asientos...
- ¿A poco?, murmura el bufoncito.

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Más allá de escenas imaginarias, el asunto de las cartas que se vuelven noticia es algo serio.

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Por una parte, han surgido sesudos analistas que censuran estos procedimientos periodísticos y los abruman de regaños con severidad ampulosa: amarillismo, intromisión en la vida privada, inescrupulosas decisiones editoriales... El propio presidente Ernesto Zedillo desatiende por un momento sus importantes tareas para enviar una carta en la que asegura que tales publicaciones (las de cartas privadas) violan la más elemental ética periodística.

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Por otra parte, muchos periodistas creemos que la publicación de la famosa carta del 19 de marzo de 1994 de Zedillo a Luis Donaldo Colosio no viola ninguna norma de la ética periodística: se trata de asuntos públicos que atañen a la opinión pública y de indudable relevancia.

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Lo que sucede, y esto lo pasan cuidadosamente por alto los neopontífices de la ética periodística (que, por cierto, no prodigan sus censuras éticas a los embutes, chayotes, notas de apoyo, publicidad disfrazada de información y campañas persecutorias en prensa contra algunos opositores), es que el manejo privado de la vida pública en México, lo que los especialistas llaman patrimonialismo, hace que muchas noticias verdaderamente relevantes no se susciten en el escenario y ante el público, sino tras bambalinas, en el mexicanísimo reino de la tenebra.

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Si el PRI obtuvo en las elecciones de agosto de 1994 unos 17 millones de votos, hay, cuando menos, unas 17 millones de razones para hacer públicos los asuntos públicos (manejados privadamente) que pudieron conducir a tan halagador resultado.

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El autor es periodista y director editorial del diario El Economista.

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