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Nutrilite <br>Milagro en el llano

En lo que fuera un auténtico páramo rulfiano una subsidiaria alimentaria de Amway logró desmentir
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Cuando alguien llega por vez primera al rancho El Petacal es difícil creer que sea el corazón de Llano Grande, el mismo que Juan Rulfo describiera en su libro de cuentos El llano en llamas. Y es que lo que el autor jalisciense pintaba como una tierra tan dura –como una “costra de tepetate”– y tan estéril en la que nada había –“a no ser unos cuantos huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate con las hojas enroscadas”–, se está convirtiendo en una zona agrícola altamente productiva gracias a la tecnología, la inversión y la paciencia de Nutrilite, una agroindustria dedicada a la producción de materias primas para suplementos alimenticios.

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Pero, ¿por qué decidió Nutrilite instalarse en este “comal acalorado” donde no hay agua “ni siquiera para hacer un buche”, en este “blanco terregal endurecido” que hasta los mismos pobres campesinos del sur de Jalisco rechazaban porque ahí “ni maíz ni nada” nacería? ¿Acaso en un México tan extenso no había terrenos de mejor calidad?

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“Sí los había, y recibimos ofertas de terrenos maravillosos en muchas partes de la república. El problema es que no tenían este clima, único en el mundo. Aquí el sol es intenso, casi no hay lluvias ni tampoco frío: se puede cultivar lo que se quiera el día que se quiera”. Así justifica su decisión Roberto Vargas Maciel, director general de Nutrilite.

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Después del clima, otro factor importante para ubicarse en El Llano fue el suelo que, “sin ser la gran cosa”, ofrecía la ventaja de no presentar rastro alguno de contaminación. Y la misma pureza se encontró en el agua que, aunque escasa, estaba libre de elementos pesados.

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Para el tipo de agricultura que practica Nutrilite, totalmente natural y sin utilizar en lo absoluto productos químicos, esas condiciones resultaban idóneas e influyeron más que la carencia de infraestructura de la zona. De ahí que hace seis años arrancara su ambicioso proyecto, que en total implica una inversión por $60 millones de dólares, $11 millones de los cuales ya se han ejercido.

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Los primeros frutos del proyecto empezarán a verse en el año 2000, cuando el rancho de 500 hectáreas se encuentre produciendo a tope. Al finalizar el milenio, también deberá estar operando en El Petacal una agroindustria, en la que serán deshidratadas y se concentrarán las plantas cosechadas, para luego ser exportadas a Estados Unidos donde Nutrilite Products Inc, se encargará de transformarlas en complementos alimenticios.

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Vargas aclara que Nutrilite, como subsidiaria de la división de suplementos alimenticios de Amway Corporation, no tiene nada que ver con la comercialización de los productos: “Lo único que hacemos es producirlos.”

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Con la misma consigna, Nutrilite también opera desde hace siete años el rancho Santa Clara María, en el estado de Colima. Manejado igualmente por Vargas, en este rancho de 110 hectáreas se cultiva una variedad mejorada de cereza a partir de la cual se obtiene hasta 40 veces más vitamina C que del limón.

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Durante 1997, en Santa Clara María estuvieron trabajando 500 personas en la cosecha de 800 toneladas del cítrico que, previa congelación, fue exportado al vecino país del norte. Según el directivo, aparte de la congeladora, ahora se considera instalar en el rancho una planta concentradora, así como cultivar otros frutos.

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OASIS EN EL DESIERTO
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En medio del árido y desolado paisaje del rulfiano Llano, el rancho El Petacal parece un oasis en un desierto. Sin embargo, cuánto le ha costado a Nutrilite levantar en este “duro cuero de vaca” un paraje pletórico de vida.

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Ubicado en uno de los municipios del sur de Jalisco más dejado de la mano del gobierno –el de Tolimán–, la zona carecía de la más indispensable infraestructura productiva. La empresa tuvo que empezar literalmente a picar piedra. Con el apoyo del gobierno del estado, que ha visto con mucha simpatía el proyecto, Nutrilite abrió caminos, levantó puentes e introdujo líneas eléctricas. De las entrañas del subsuelo extrajo agua, rehabilitó una presa bicentanaria que estaba totalmente seca y construyó un par de embalses nuevos.

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Mientras se realizaban las obras de infraestructura, empezó la regeneración y el mejoramiento de los suelos, los cuales se encontraban muy erosionados por las deficientes prácticas agrícolas de los campesinos. Enriquecidas con lombrices y fertilizantes orgánicos –producidos en el mismo rancho–, Vargas detalla que a la fecha 300 hectáreas han pasado a una etapa de producción piloto, en la que una variedad de 60 plantas –entre girasol, cempasúchil, berro, zanahorias, brócoli y espárrago–, están siendo observadas para seleccionar las que se cultivarán definitivamente.

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De momento, a esas labores están dedicadas 150 personas, que se convertirán en un millar una vez que El Petacal esté en plena producción. Como ya se dijo, el plazo para llegar a esta etapa será el año 2000, fecha en la que el proyecto completará su fase agroindustrial con la puesta en marcha de una planta concentradora y de una deshidratadora solar. En esta última, también se producirán grandes volúmenes de vitamina A, a partir de un alga microscópica (la dunaliela) que se cultivará en una estanquería del propio rancho.

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Como todo proyecto a largo plazo, en Nutrilite están conscientes de que tendrán que armarse de paciencia para comenzar a cosechar las primicias del negocio. “A los 15 años de que arranquemos la producción llegaremos al punto de equilibrio; sólo entonces empezarán a verse las utilidades”, asegura su director.

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BIENESTAR EXPANSIVO
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El Petacal se había convertido en un pueblo casi fantasma, abandonado por sus hombres que, ante la desesperanza de una tierra que no les daba ni para comer, emigraban “pa’l Norte.” Nutrilite vino a cambiar las cosas.

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Vargas destaca que la empresa ha aportado más de $1 millón de dólares para la construcción de una clínica –con doctor de tiempo completo–, un kinder y una cancha de futbol, así como para dotar a la comunidad de agua potable y del servicio de alumbrado público. De igual modo, comparte el agua con los ganaderos del poblado, con quienes ha establecido un convenio para proporcionarles alfalfa a cambio del estiércol que producen sus animales. “Son el tipo de cosas que tienen un gran impacto, porque se propicia el desarrollo en todos los sentidos.”

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Rodrigo Diez de Sollano, director general de estudios y concertación de la Secretaría de Desarrollo Rural de Jalisco ha conocido muy de cerca la labor de Nutrilite en El Petacal. De ahí que –mea culpa de por medio– avale en todo las palabras de Vargas: “Realmente, el proyecto tiene un impacto social y económico muy importante para esta zona marginada que, durante muchos años, fue expulsora de población.”

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La historia se repite: alguien hace las veces de punta de lanza y otros avanzan por esa brecha. Nutrilite ha servido de detonador para que otros inversionistas se animen a instalarse en una zona que para muchos estaba desahuciada. “Es el caso de Desert Glory, una firma de Israel que hizo una gran inversión para un invernadero de 200 hectáreas”, apunta Vargas, quien también preside y es socio de Western Seed (sus colegas son holandeses y españoles), un centro de investigación vecino a Nutrilite donde son desarrolladas semillas de alta resistencia de tomate, melón y pepino.

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Además de a los propios ejidatarios de la región, interviene Diez de Sollano, el interés se ha contagiado a inversionistas nacionales, chilenos, españoles y estadounidenses, quienes ven en el excepcional microclima de la zona las condiciones ideales para producir durante las llamadas “ventanas estacionales”. De llegar a concretarse esas inversiones –espera el funcionario– se puede augurar la formación de una zona agrícola de alta producción, que generaría tantas fuentes de trabajo que incluso atraería a gente de otras regiones.

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Se vale soñar, más cuando hay bases para hacerlo. Como parte del gobierno estatal, Diez expresa que lo mejor que podría sucederle a Jalisco es que en Llano Grande se repitiera el milagro que se dio en Almería, una zona semidesértica del sur de España que, en un lapso de 20 años, llegó a convertirse en la exportadora de hortalizas más importante de Europa. “A lo mejor soñamos en grande, pero ya se ve que por ahí va”, dice.

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Vargas, como experimentado hombre de campo, confía en que “con mucha tecnología, mucha ciencia y muchas ganas”, tal milagro podrá acontecer.

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