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Permítame, lo comunico...

Es maravilloso no estar en la oficina y que nadie ajeno a ella se entere.
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Recientemente viajé a Sao Paulo. Mi asistente acudió a la empresa proveedora de servicio celular para activar temporalmente el roaming hacia Brasil, pues no existe en forma permanente en esa zona –como sucede con los países de Norteamérica–.

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Fuera de mi asistente, nadie lo supo. Había decidido escaparme por una semana a descansar. Afortunadamente no encontré conocidos en el vuelo ni en el país del cono sur.

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Cría hábitos y échate a dormir
La tecnología en telecomunicaciones avanza a pasos agigantados y, con el apoyo de un asistente debidamente entrenado, para el mundo en general aparentamos estar cumpliendo nuestras obligaciones, compromisos y actividades laborales. Esta tendencia progresa. Y los costos de telefonía en las compañías también. Un nuevo hábito ha nacido: “Permítame, lo comunico…” ¡Maravilla!

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En México aumentan hiperbólicamente los ejecutivos que se integran a esta costumbre. Ya sea que estén en casa, en el golf, en una comida, en Nueva York, en la cama o incluso en su oficina. Al final de cuentas, los mortales ni nos enteramos.

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En los países anglosajones todavía nos dicen un poco más la verdad: “Lo trataré de localizar en su celular e intercomunicarlos.” (Pero es importante, queridos lectores, informarles que en Sudamérica se nos teme y se duda de nosotros, en primer lugar y sobre todas las cosas, por el hecho de que no necesariamente decimos la verdad al decir “sí” y somos muy creativos al inventar pretextos para decir “no”; incluso tendemos a aparentar un interés positivo.)

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Sin embargo, ¿qué necesidad tenemos de escondernos? Si esta tendencia empeora, nuestra imagen también. Es más agradable y correcto escuchar: “A pesar de que mi jefe está fuera de México, sé que le es importante hablar con usted; intentaré ponerlos en línea”, o “Mi jefe no se encuentra: ¿le puedo ayudar en algo?”

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¿Es que nuestros asistentes no son lo suficientemente capaces para discernir y actuar? ¿O no tenemos estructura que atienda lo que debe ser atendido –sea lo que sea– en nuestra ausencia, para que quien nos busque acepte con confianza y seguridad que será tratado adecuada y debidamente (aunque estemos en Brasil)?

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Algunas conclusiones
1. Nuestra tendencia a ser dependientes de la telefonía va en aumento.
2. Nuestro mundo es cada día más secreto y tiene mayor libertad de movimiento.
3. Nuestra estructura está cada día menos preparada para sustituirnos, sobre todo en asuntos de relevancia o aparente confidencialidad.
4. Cada día ocuparemos las oficinas por menos tiempo.
5. …y la desconfianza irá en aumento.

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¿Por qué no hablar con la verdad? ¿Debemos dejar que esta tendencia aumente? ¿Es hora de detenerla? ¿Invertimos en crear una estructura de apoyo más confiable? ¿Será prudente que todos le entremos?

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