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Populismo sin democracia

Para ganar mercado, los partidos políticos dejan los extremos ideológicos.
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Es un hecho que en todo el mundo los partidos políticos o los movimientos sociales, tanto los de derecha como de izquierda, tienden a moverse hacia el centro del espectro ideológico. En el caso de México, en los procesos electorales de los últimos años el PRD, el PAN y el mismo PRI han ofrecido a la ciudadanía argumentos políticos de centro, o simplemente no definidos como de derecha o de izquierda, aun cuando en sus documentos de principios fundacionales están definidamente planteadas esas tendencias.

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La teoría de juegos, una rama de la microeconomía dedicada a estudiar los oligopolios, nos puede ayudar a comprender este fenómeno con el siguiente ejemplo: pensemos que existe una playa muy larga y las autoridades conceden dos permisos para instalar puestos que vendan refrescos, helados, etcétera. La pregunta sería: ¿dónde debe instalarse cada puesto para que gane la mayor cantidad de dinero posible? Por extraño que a mucha gente le parezca, el lugar ideal son los extremos; es decir, cada puesto se debe instalar en un extremo de la playa, para que cada uno tenga un monopolio sobre la mitad y así fije los precios como quiera. Pensemos en el esfuerzo (distancia, calor, tumultos) que representa para una persona que está cerca de un puesto trasladarse hasta el otro lado de la playa con el fin de comprar un refresco.

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Hemos indicado la posición ideal para ambos puestos; sin embargo, cada uno de ellos tendrá incentivos para acercarse un poco al centro; supongamos que lo hace el puesto del extremo derecho, quien conserva su monopolio de ese lado, pero que le “roba” mercado al puesto del extremo izquierdo. Lo más probable es que este último reaccione moviéndose a su derecha, lo que ocasionará que en poco tiempo, ambos estarán en el centro de la playa. Para cualquier bañista representará exactamente el mismo esfuerzo ir al puesto izquierdo o derecho, lo que provocará una guerra de precios entre ambos, que estarán en la peor situación posible.

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Lo anterior nos puede ayudar a entender el porqué los partidos políticos se mueven cada vez más hacia el centro, y están perdiendo el monopolio –el voto duro– que cada uno tenía sobre su mitad. Esto ocasiona que la ciudadanía elija cada vez más por razones pragmáticas o coyunturales, y no por razones ideológicas o de largo plazo.

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Si lo anterior es cierto, también habría que reconocer que no todo lo explica la teoría de juegos. El argumento que complementa la explicación anterior es aquel que sostiene que al mismo mercado, en este caso el electoral, no le interesa autosegmentarse o autodefinirse como de izquierda o como de derecha.

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En este sentido, el caso del discurso del EZLN es paradigmático. Desde enero de 1994 siempre fue incluyente y, por lo tanto, de centro. Nunca se autodefinió como de izquierda y tuvo mucho cuidado en desmontar cualquier idea en ese sentido, de tal forma que se autonombró como un movimiento abierto de la sociedad civil.

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Otro caso interesante es cuando alguna organización se llama a sí misma con algún concepto tan general y de tal aceptación social que hace prácticamente imposible el atacarla, intentando monopolizar toda la playa o todo el mercado, como es el caso de los ecologistas o de aquellos que se autobautizan como demócratas.

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Tomar en cuenta la real politik es muy importante, pues bajo el argumento de que “todos caben” en la opción sociedad civil, se pueden manipular conciencias sociales y políticas bien intencionadas, pero al final ingenuas. Por ello, en las democracias consolidadas la cultura política es fundamental, ya que ésta juega el papel de conciencia para acotar las tomas de decisiones ciudadanas, electorales y de gobierno.

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Ciertamente, en cualquier parte del mundo las razones inmediatas para emitir el voto siempre son de índole pragmática; sin embargo, en un proceso de transición como el que vive México, la cultura política debe permear con mayor fuerza a nuestra sociedad y así sentar bases sólidas y duraderas para el largo plazo. De cara a las elecciones de 2003, el ciudadano consciente tiene que emitir un voto razonado y fundamentado ideológicamente, ya que las consecuencias evidentes que a partir de una elección de centro se pueden dar en la gestión gubernamental son prácticas de índole populista.

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Si la percepción del ciudadano es que los responsables de la política y demás actores son incapaces de llegar a acuerdos sólidos y duraderos, las  tendencias hacia modelos cerrados y populistas se fortalecerán. La cultura política, en estricto sentido, se erige como la principal restricción para la consolidación de la transición, y por ello –hoy más que nunca– es preciso comenzar por una gran reforma social desde la empresa, pasando por sindicatos y organizaciones, hasta cualesquiera de los niveles de gobierno.

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*Los autores son profesores del IPADE en las áreas Entorno Político y Social y Dirección Financiera, respectivamente.

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