Publicidad

Síguenos en nuestras redes sociales:

Publicidad

Érase que se era. Max, el apático

En el fondo, soy una persona educada y de buenos modales.
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Hace muchos años, en un país muy lejano, érase que se era un niño distraído. Todos los días, este niño tenía que atravesar un bosque y caminar largas distancias para llegar a su escuela. Este cuate no tenía amigos, vivía como apartado de los demás y prefería pasar el tiempo por su cuenta, viendo por horas enteras un punto fijo en el horizonte o en un árbol, jugando solo y lejos de sus compañeros.

- -

En el salón de clase era casi la misma historia. Gastaba las horas mirando la ventana, como si nadie más estuviera alrededor. Sin embargo, cuando el profesor le hacía alguna pregunta, para asombro del resto, este niño respondía correctamente.

- -

La historia (no muy edificante, por cierto) me la contaron cuando era pequeño. Hoy me siento como ese niño. Paso las horas mirando la pantalla de la PC, perdido en no sé dónde (ni siquiera yo podría decirlo), sin que nada ni nadie perturbe tan tranquila manera de estar. Mis ideas van de divagar sobre la naturaleza de la luna de Bavaria a ocuparse sobre la esencia de la eternidad del cangrejo. Ni yo mismo puedo explicármelo. El caso es que como que todo me vale y de pronto me doy cuenta que llevo gran parte de la mañana mirando por la ventana el cielo azul (es un decir), con la vista fija en las nubes que rebotan de un cerro al otro, y los pendientes se van acumulando en mi charola de entradas. Mientras, la secretaria primero, y después mi jefe dan vueltas a mi alrededor como leones enjaulados para preguntarme qué pasó con equis reporte, o si ya está listo el calendario de ventas que les tenía prometido. Como en la historia que acabo de contar, pongo manos a la obra y en 30 minutos tengo listo lo que me solicitan, sin errores, con las fechas y las cifras correctas y en su lugar.

Publicidad

- -

La verdad, yo soy el primero en asombrarme. Si fuese creyente, juraría que es milagro; como más bien soy esotérico (juateber dat mins), digo que es como si viviera en estado de trance y alguien me dictara las cosas; lo fácil, en este caso, sería culpar al espíritu chocarrero del niño de la historia. Pero no, es algo más y me urge saber qué es.

- -

La verdad estoy preocupado. Yo no era así. Antes, era el primero en llegar a la oficina y el último en irme, ocupado todo el tiempo, obsesivo por los detalles y con una "energía" –término en realidad esotérico que pretende ser materialista– que contagiaba a casi todos. Vaya, con decirles que no había mes en que mi jefe me dijera que ya me hacían falta unas vacaciones.

- -

No sé a quién culpar de lo que me pasa. A veces, me da por creer que tantas manifestaciones y debates presidenciales me han sumido en esta… ¿apatía? Otras veces, me doy cuenta que el quid del asunto es que llevo demasiado tiempo haciendo el mismo trabajo. La cosa es que no hay día que no me invada el deseo de que mi jefe tome cartas en el asunto y me de un ultimátum. Y me digo que sería emocionante que me mandase llamar y me dijera: "Mire, Clip, así no podemos seguir." Fíjense bien en lo efectivo y solemne que resulta el uso de la primera persona del plural... "O cambiamos de actitud o tendremos que tomar medidas drásticas."

- -

¿Qué le podría responder al santo varón? ¿Qué tal algo así como: "Perdone usted, patroncito, tiene toda la razón. Ya no se va a repetir, se lo juro"? ¿O qué tal recetarle lo que en realidad me tiene tan podrido por dentro: "Mire, desgraciado, usted, el director de Recursos Humanos y toda la directiva de esta compañía me tienen hasta la coronilla. Desde hace dos años me viene prometiendo un aumento sustancial de sueldo y que me asignen a otro puesto; y en cambio, sigo ganando casi lo mismo y no hay mes que no anuncien que a Fulano lo promovieron, como si yo no existiera y a las palabras se las llevara el viento. Encima, la semana pasada me llega un reparto de utilidades de risa loca. Óigame bien, o me cumple lo prometido o ya veré cómo me las paga; y de paso, le voy a provocar una úlcera que, por mi madre, se le vuelve un tumor maligno…"?

- -

Pero no, en el fondo soy una persona educada y de buenos modales. Solución: Max decide que todo le valga sombrilla.

-

Newsletter

Únete a nuestra comunidad. Te mandaremos una selección de nuestras historias.

Publicidad

Publicidad