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Regresen cerebros, regresen

México, al final de un siglo dominado por descubrimientos tecnocientíficos e innovaciones, promuev
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Con el propósito de crear un puente que comunique a los científicos con las empresas, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) promueve el Programa de Vinculación entre la Academia y la Industria. El esquema, según Marcial Bonilla Marín, director de Apoyo a la Investigación, tiene dos brazos ejecutores: estancias sabáticas de los académicos en las compañías y la repatriación de los científicos mexicanos.

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El funcionario explica que la primera modalidad permite que las instituciones cuenten con especialistas capaces de resolver los problemas técnicos que surgen en sus procesos industriales. El apoyo del Conacyt consiste en financiar hasta 50% del sueldo de los investigadores a través de becas o mediante la aportación de $7,500 pesos mensuales, como importe máximo. Por su parte, las empresas involucradas dan una cantidad igual a la participación del organismo público.

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“Los académicos se obligan a manejar con absoluta discreción los resultados de su trabajo y sólo pueden publicar sus investigaciones si cuentan con autorización de la empresa correspondiente. Todo, con el fin de proteger los intereses de las corporaciones inscritas en este programa”, añade Bonilla.

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Para la repatriación de investigadores mexicanos, segundo brazo ejecutor del programa de vinculación, el Conacyt cubre 50% del salario del investigador durante un año, pero con un límite de $120,000 pesos. En el caso de que el contratante sea una institución educativa, el Consejo proporciona los recursos necesarios para cubrir los salarios, prestaciones, estímulos y becas que debe recibir un científico –con niveles y montos equivalentes a los del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)– en tanto que transcurren los 12 meses respectivos.

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Además, la entidad pública absorbe los gastos de pasaje y menaje del investigador, así como los desembolsos que generen sus dependientes económicos al momento de establecerse en la localidad seleccionada. El dinero se entrega a la corporación receptora con el fin de propiciar la contratación del investigador en un plazo no mayor a 365 días.

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El número exacto de científicos e investigadores mexicanos que radican y trabajan en el extranjero es difícil de precisar. Sin embargo, Conacyt sabe que están dispersos en 32 naciones: Alemania, Canadá, España, Francia, Gran Bretaña y, desde luego, Estados Unidos.

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Primeros resultados
Una fase importante de la estrategia del Centro de Investigación y Desarrollo (CID) del Grupo Girsa (conformado por las empresas Quimir, Resirene, Insa, Plastiglás, Revoplás y Productos de Consumo Resistol), el cual genera tecnologías aplicadas al mercado de plásticos, hules, fosfatos y emulsiones, consiste en ampliar las habilidades de sus empleados e incrementar el número de especialistas de alto nivel, con el fin de reducir el ciclo de entrega de proyectos para la innovación de sus empresas. Esta institución cuenta con ocho doctores y siete maestros en ciencias.

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Gracias a su esquema de trabajo por proyecto o grupos autónomos, el centro busca responder, de manera ágil, a las necesidades de los clientes. Además de informar continuamente sobre los avances, “las personas involucradas identifican áreas de oportunidad para sus empresas y detectan las posibles amenazas de su mercado con uno a tres años de anticipación”, expresa José Antonio Trejo O’Reilly, científico mexicano repatriado de Francia quien, por su experiencia en química de polímeros, se dedica al desarrollo de los prototipos tecnológicos de las empresas de Grupo Girsa.

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El Conacyt repatrió a este investigador, egresado de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), luego de que concluyó su doctorado en Moléculas Vegetales. El científico supo del programa casi al final de sus estudios en el extranjero y, por este medio, contó con la opción de regresar al país con un empleo seguro y la certeza de que podría aplicar sus conocimientos en alguna de las diversas instituciones nacionales. “Los empresarios deben tener una visión de largo plazo. Con el programa del Conacyt pueden generar grupos de trabajo que impulsen la innovación y modernización tecnológicas, así como el desarrollo de investigación aplicada”, señaló Trejo. Durante 1998, el investigador patentó una tecnología industrial y, con sus aportaciones, evitó que el Grupo Girsa realizara compras al extranjero y sangrara su capital.

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Entre otras contribuciones, como la capacitación al personal, el científico implantó una técnica analítica llamada “Mecánicas dinámicas”, sistema que conoció en Francia y que adaptó a la infraestructura del Cid.

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Fenómeno migratorio
Las instituciones de educación superior e investigación científica consideran que el flujo de investigadores entre naciones es positivo. Lejos de vulnerar a las comunidades de la ciencia, el intercambio de conocimientos enriquece y evita la formación de grupos cerrados que vician las líneas de investigación.

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Sin embargo, algunas veces, la migración –o desplazamiento de cerebros– alcanza un volumen que lesiona el desarrollo de los países. Por ejemplo, la coyuntura económica y política de Rusia, India y China propicia el éxodo de sus científicos e investigadores hacia Estados Unidos y Europa, principalmente.

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En el caso de México, el programa de repatriación del Conacyt –cuyos inicios datan de 1991– cubre casi todas las entidades de la república. Sin considerar el Distrito Federal (que retiene 42% de los apoyos del Conacyt), Morelos, Nuevo León, Estado de México, Guanajuato y Jalisco son las entidades con mayor número de científicos nacionales repatriados.

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Aunque, desde el principio, la estrategia del gobierno apoyó de igual manera a las áreas estatales como a las privadas, estas últimas muestran una magra participación de 6.9% en el programa del Consejo. “Si estos datos tienen una correlación directa con el esfuerzo de investigación que se realiza, entonces tenemos en el país instituciones privadas que se mantienen al margen en el trabajo de investigación científica y tecnológica”, razona Bonilla.

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Y ése sigue siendo el problema.

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