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Rumbo al 2000 <BR>La hora de los goberna

A diferencia de sexenios anteriores, ahora son los gobernadores en activo y ex gobernadores quienes
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

En este naciente 1999, la atención política se centrará en un manojo de personajes que militan en las tres grandes formaciones partidarias del país: el Partido Acción Nacional (PAN), el Revolucionario Institucional (PRI) y el de la Revolución Democrática (PRD), citados por orden de antigüedad.

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Esos personajes, aspirantes a la candidatura presidencial de su respectivo partido, están encabezados por el panista Vicente Fox, el priísta Manuel Bartlett y el perredista Cuauhtémoc Cárdenas, gobernadores de Guanajuato, Puebla y el Distrito Federal, respectivamente. En este sentido, es válido hablar de la hora de los gobernadores en la sucesión presidencial del 2000, pues independientemente de que alcancen o no la nominación partidaria primero y la victoria electoral después, su relevancia es innegable en la carrera por la presidencia.

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Por primera vez en la historia reciente del país, son los gobernadores –y no los secretarios de Estado– quienes más concentran la atención sucesoria, lo cual no quiere decir que tales secretarios estén descartados (aunque sí un tanto opacados). Incluso uno de los más fuertes precandidatos priístas, el secretario de Gobernación Francisco Labastida Ochoa, fue gobernador de Sinaloa.

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Hay otros datos que acreditan que es la hora de los gobernadores: una encuesta levantada entre 802 personas de todo el país por Alduncin y Asociados para El Universal , divulgada en septiembre de 1998, puso a la cabeza de las preferencias, entre los precandidatos priístas, a otro gobernador: Miguel Alemán Velasco, de Veracruz, quien a pesar de no asumirse como precandidato figuró en tercer lugar de popularidad (con 9.8%), después de Cárdenas (26%) y Fox (23.6%).

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Tres meses después, otra encuesta, ésta de Reforma entre unos 1,200 ciudadanos, puso de nuevo al gobernador veracruzano a la cabeza de los priístas preferidos, seguido por Labastida. Alemán ha dicho que no aspira a la nominación presidencial priísta, pero su faraónica toma de posesión como gobernador, en diciembre pasado, induce a pensar que no ha sido muy sincero en esa declaración.

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Otro gobernador priísta ha dicho que aspira a la candidatura presidencial de su partido: Roberto Madrazo Pintado, de Tabasco, quien afronta la posibilidad de un juicio político y ha sido exhibido reiteradamente por el líder perredista Andrés Manuel López Obrador y, adicionalmente, corre el riesgo de aumentar su desprestigio por la detención del ex banquero Carlos Cabal Peniche, con quien se le ha asociado insistentemente. Es sabido, empero, que cuenta con el respaldo del poderoso grupo que encabeza Carlos Hank González.

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Por el lado del PAN, otros precandidatos son un gobernador, Alberto Cárdenas –de Jalisco–, y dos ex gobernadores, Francisco Barrio (de Chihuahua) y Carlos Medina Plascencia (de Guanajuato).

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Fox y el PAN
El gobernador de Guanajuato, Vicente Fox Quezada, es el político que más tiempo y energía le ha dedicado a buscar la candidatura presidencial y ha tomado la delantera a todos los precandidatos panistas. Aunque su actividad –lleva más de seis meses en precampaña– sea considerada prematura por muchos, los hechos demostrarán que no es así. Quien pretenda ser conocido nacionalmente, debe actuar precisamente como lo está haciendo Fox, quien está consciente de que el precandidato más fácilmente identificable en el país es Cárdenas.

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Tanta delantera le lleva Fox a sus posibles contendientes panistas, que resultará difícil que alguien pueda arrebatarle la candidatura, aunque de todos modos se la disputarán seguramente el presidente de su partido, Felipe Calderón, quien tiene en su contra las derrotas electorales panistas de 1998; el coordinador de la bancada panista en la Cámara de Diputados, Carlos Medina Plascencia, y quizá el popular Diego Fernández de Cevallos, quien ya fue candidato presidencial en 1994 y quien en el clímax de su popularidad, inexplicablemente redujo la intensidad de su campaña y terminó por perder. En la nómina panista también figuran, como se dijo antes, el gobernador de Jalisco y el ex gobernador de Chihuahua.

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Fox ha incluido en su campaña varias giras por el extranjero –so pretexto de promover las inversiones en su estado–, así como diversos anuncios en la televisión. Unas y otros le han costado agudas críticas, pero en la búsqueda de una presencia nacional, sin duda lo beneficiarán.

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Su lenguaje claro y directo, su vestimenta informal de camisas y botas vaqueras, su deseo de parecer un político diferente a lo usual están obviamente encaminados a proyectar una imagen popular. No es un panista tradicional y no goza de grandes simpatías entre la dirigencia nacional de su partido ni en los segmentos ortodoxos del panismo, todo lo cual no impedirá que se alce con el triunfo partidario.

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Bartlett y el pasado
Aunque no puede descartarse a nadie, son tres los políticos priístas que, hasta donde es posible ver a principios de 1999, tienen las mayores posibilidades de contender por el PRI: en orden alfabético, Manuel Bartlett Díaz, gobernador de Puebla; José Ángel Gurría Treviño, secretario de Hacienda, y Francisco Labastida Ochoa, secretario de Gobernación.

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Identificado entre los políticos “duros” del sistema, el ex secretario de Gobernación y de Educación polariza en su partido las simpatías de quienes añoran los tiempos en que toda la política nacional se hacía y se dirimía dentro del PRI. Los priístas que no terminan de aceptar los nuevos tiempos del pluripartidismo y de compartición del poder, parecen haber hallado un líder idóneo en Bartlett.

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Sin embargo, de cara a la pelea en las urnas, el poblano arrastra pesadas anclas de su pasado político, entre ellas su papel como secretario de Gobernación en las impugnadas elecciones que llevaron a la Presidencia a Carlos Salinas de Gortari –aquéllas en las que se habló de la célebre “caída del sistema”–, así como las vinculaciones con el narcotráfico que se le han atribuido en Estados Unidos.

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Bartlett es quien lleva la delantera en el handicap por la candidatura priísta, pero este hecho de ninguna manera le garantiza la nominación presidencial. En esta sucesión, en que podría no haber una designación por “dedazo” en el PRI, ya no rige el viejo requisito expresado en la frase de Fidel Velázquez –“el que se mueve no sale en la foto”–, de suerte que quienes no han dicho “yo quiero” están en desventaja frente a Bartlett, pues éste no sólo habla reiteradamente de sus aspiraciones, sino incluso ha recibido el apoyo de algunos grupos, significativamente el de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), e incluso de la llamada Corriente Crítica del PRI.

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Gurría y la irritación
El secretario de Hacienda, José Ángel Gurría, sería el candidato de los tecnócratas y los financieros, pero sus posibilidades, si bien no pueden descartarse, no parecen muy sólidas: debe cargar con la inconformidad generalizada que han producido asuntos como las alzas de tarifas públicas e impuestos, los problemas del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) y la animadversión de la mayor parte de la Cámara de Diputados, donde sus comparecencias han ocurrido bajo el signo de la irritación.

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Más aún, tras su comparecencia del jueves 26 de noviembre, se generalizó la opinión de que perdió toda posibilidad presidencial. En esa ocasión, Gurría se negó a informar a los diputados a cuánto ascendía hasta esa fecha el monto del Fobaproa y llamó “circo” a la Cámara. Otro factor en contra suya es el todavía no abierto “candado” priísta relativo a la experiencia en algún puesto de elección popular como requisito para aspirar a la candidatura presidencial. Este obstáculo, empero, no parece insalvable.

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Un factor importante en favor de Gurría es que tiene la confianza de los círculos políticos y financieros estadounidenses. Por otra parte, la declaración formulada por el presidente Zedillo en Tokio, el pasado 16 de noviembre, en el sentido de asumir la responsabilidad por las medidas económicas que tanta irritación han causado en todos los estratos sociales, parece encaminada a limpiar de culpa a Gurría y abonarle el camino a la popularidad que tanto necesitaría en el caso de que fuese elegido candidato.

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Labastida y la seguridad
El secretario de Gobernación y ex gobernador de Sinaloa, Francisco Labastida Ochoa, está en un puesto privilegiado –la dependencia a cargo de la política interior–, pero el conflicto armado de Chiapas y la creciente inseguridad pública en el país son asuntos que pueden afectar sus aspiraciones. La detención de grupos de policías delincuentes en varias entidades del país, la aprobación de leyes más rígidas contra la delincuencia y el aumento del presupuesto para seguridad pública son puntos a su favor.

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Labastida tiene clara la relevancia del problema de seguridad y por ello ha puesto gran énfasis en él. Así, por una parte ha lanzado la Cruzada Nacional contra la Delincuencia y promovido la constitución de una Policía Federal Preventiva y por la otra, en noviembre pasado declaró que en un lapso de entre seis meses y un año –es decir, en el periodo en que el PRI nominará a su candidato– culminará la depuración en los cuerpos de seguridad pública y privada del país, lo cual equivale a pronosticar un notable avance antidelictivo, lo que se anotaría en el haber del secretario de Gobernación.

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Otros políticos que participan en la carrera presidencial son: el secretario de Desarrollo Social, Esteban Moctezuma Barragán; el secretario del Trabajo, José Antonio González Fernández; el secretario de Comunicaciones y Transportes, Carlos Ruiz Sacristán e, incluso, el secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente y el ex presidente nacional priísta, Humberto Roque Villanueva, quien ha dicho “yo quiero”, pero a quien no se le otorga posibilidad alguna.

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Zedillo en la sucesión
Una gran incógnita en la sucesión presidencial del 2000 es si, como lo ha dicho varias veces, el presidente Zedillo no ejercerá realmente uno de los más importantes privilegios que el sistema político le confirió al monarca sexenal mexicano: designar al candidato presidencial priísta.

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“Yo no escogeré en ningún sentido al candidato presidencial del PRI”, ha dicho el Presidente, pero hasta ahora muy pocos le creen, e incluso se duda de la capacidad de los priístas para elegir libremente a su abanderado presidencial, si esa posibilidad se les diera.

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Por lo pronto, ha habido voces de prominentes priístas que le han pedido al Presidente que sí intervenga en la nominación de su partido, porque de otro modo se haría el caos en el PRI. Entre tales personajes figuran los ex dirigentes nacionales Gustavo Carvajal Moreno y Roque Villanueva.

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Es preciso, por tanto, tener en cuenta un escenario en que Zedillo sí interviene en la nominación presidencial de su partido. Si éste fuera el caso, el primero en las preferencias presidenciales muy probablemente sería José Ángel Gurría, secretario de Hacienda, porque él garantizaría la continuidad del proyecto económico zedillista, que para el Presidente es una prioridad casi absoluta. Fobaproa, elevación de impuestos y tarifas, el talante autoritario de Gurría y sus enfrentamientos con los diputados podrían, sin embargo, augurarle malos resultados en las urnas y generar mal ambiente entre los priístas. Este conjunto de desventajas para Gurría podría influir para que el favor presidencial se inclinara entonces por Labastida.

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El delfín
Esteban Moctezuma es, por muchos motivos, el delfín que el presidente Zedillo quisiera ver en el trono sexenal, pero difícilmente podría imponerlo en el supuesto de que deseara hacerlo. El hoy secretario de Desarrollo Social, quien comenzó el sexenio como secretario de Gobernación y renunció, fue luego dirigente priísta y senador, con lo cual superó los “candados priístas” –los requisitos de haber sido dirigente partidario y haber ocupado un puesto de elección– y posteriormente fue devuelto al primer círculo del poder.

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Acaso la mayor dificultad de Moctezuma sea que es rechazado en algunos círculos priístas y hay quienes, inclusive, prevén un cisma en el PRI si fuera postulado. Lo previsible es que, una vez más, se cumpla la tradición política: el precandidato más cercano al afecto presidencial no es el que finalmente es ungido candidato.

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Lo más probable es que Gurría y Labastida sean el par del que saldrá el candidato si el Presidente decide, y Labastida y Bartlett sean los más importantes contendientes si la nominación priísta fuera más o menos abierta, es decir con participación decisoria de las bases priístas por sí o por delegados. Por supuesto, si esta participación no superara un carácter formal, sería el ropaje para vestir una nominación por “dedazo” o con fuerte influencia presidencial.

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Una pregunta obvia es qué pasaría con las ambiciones del ex gobernador de Puebla si Zedillo influyera en forma decisiva en la designación del candidato priísta y el escogido no fuera él. La impresión general es que Bartlett arriaría banderas, se disciplinaría y usaría para futuras ambiciones el capital político reunido con su precampaña. Naturalmente, también podría rebelarse ante la intervención presidencial y entonces ardería Troya.

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Cárdenas y el DF
El único precandidato que no necesita realizar una campaña intensa para darse a conocer en el país es el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Cuauhtémoc Cárdenas, por la obvia razón de que él tiene ya presencia nacional, a consecuencia de sus dos recorridos por el país como candidato presidencial.

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Su contundente victoria de 1997 para el cargo que actualmente ostenta, puso al PRD en el punto cimero de su joven vida y arrastró decenas de triunfos comiciales, al grado de que dejó sin victorias al PRI en el Distrito Federal.

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Pero el primer año de Cárdenas en la administración defeña no puede calificarse de exitosa y su popularidad ha ido en descenso, como lo indican no sólo las encuestas sino también el espontáneo plebiscito ocurrido durante la inauguración de la temporada taurina en la Plaza México, donde recibió uno de los más sonoros abucheos que se recuerdan en el coso.

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Para las elecciones presidenciales del 2000, Cárdenas es el más sólido precandidato perredista. Resulta casi imposible que pierda una elección interna en su partido, aunque Porfirio Muñoz Ledo, líder de la fracción perredista en la Cámara de Diputados, crea lo contrario.

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El primer semestre de 1999 será decisivo para Cárdenas. En los próximos seis meses podría remontar la percepción negativa que de su gobierno tienen amplias porciones capitalinas. Si el éxito no llegara y él no tuviera la certeza de que posee altas probabilidades de ganar la elección, es posible que decidiera no postularse. Si ello ocurriera, las posibilidades de Muñoz Ledo, que ya anda en plena precampaña y tiene el apoyo de segmentos importantes perredistas, ampliaría sus posibilidades, pero difícilmente se quedaría solo en la contienda.

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El casi seguro oponente de Muñoz Ledo, en tal escenario, sería el actual líder saliente perredista, Andrés Manuel López Obrador, quien por lo pronto ha dicho que no buscará la postulación, pero difícilmente mantendría su decisión si Cárdenas declinara.

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