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Sobrevaluación no es solución

Quizá no exista otro aspecto de la política económica tan polémico como el de la conveniencia o
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Son evidentes los niveles de polarización que existen entre los apologistas de la estabilidad –y por ende, de la sobrevaluación de la moneda nacional– y los defensores de una política cambiaria flexible que permita el ajuste oportuno de la tasa de cambio pesodólar, misma que refleje la competitividad real de la economía mexicana frente a la de sus socios comerciales.

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Entre los defensores de la estabilidad se encuentran tanto el Presidente de la República, funcionarios de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México, banqueros, especuladores y dirigentes de casas de bolsa, como académicos de libro de texto y analistas económicos de noticieros televisivos.

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Entre los defensores de la flexibilidad y el ajuste oportuno de la paridad, se tiene a directivos de importantes empresas industriales de México, al conjunto de representantes de cámaras y cúpulas industriales y a sus agremiados, algunos miembros del sector parlamentario y a un número importante de académicos e investigadores con experiencia y conocimiento de la historia y de las tendencias de la economía.

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Las tesis más importantes del primer grupo son:

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1) El deslizamiento y ajuste frecuente del tipo de cambio provoca inflación, incremento de las tasas de interés y distorsión de los precios relativos de la economía;

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2) genera incertidumbre y desconfianza entre los inversionistas;

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3) reduce el poder adquisitivo de la población, sobre todo de quienes perciben ingresos contractuales fijos, y

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4) representa un subsidio injusto para un puñado de exportadores ineficientes.

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Los promotores de la flexibilidad sostienen que la sobrevaluación prolongada:

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1) Conduce a macrodevaluaciones, grandes saltos inflacionarios y crisis recesivas más profundas y dañinas que los ajustes graduales propios de una política de cambios flexible. Las crisis de 1976, 1982 y 1994 fueron precedidas por largos periodos de sobrevaluación cambiaria, y sus efectos negativos aún no han sido reparados;

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2) no aumenta la confianza de los inversionistas y si estimula peligrosos flujos de capital especulativo de corto plazo y gran volatilidad que distorsionan los sistemas de precios;

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3) sus beneficios sobre el poder adquisitivo de los trabajadores no corresponden al crecimiento real de su productividad; son ilusorios y efímeros. Fomentan el consumo excesivo de productos importados provocando déficit crecientes de la balanza comercial, cierre de empresas nacionales, ruptura de cadenas productivas y pérdida de empleos. La ilusión de un mayor nivel de vida termina con el estallido de una nueva macroduvaluación monetaria;

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4) deteriora los términos de intercambio comercial del país con el exterior;

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5) subsidia a los importadores, favorece la ineficiencia de muchos segmentos de la economía que se conforman con ser revendedores de productos importados;

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6) puede considerarse como una conducta desleal del Estado contra las empresas nacionales, que además enfrentan la baja competitividad estructural propia de la economía mexicana;

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7) reduce su competitividad y capacidad de expansión de las empresas exportadoras, las más competitivas, impulsoras de la recuperación del empleo y el crecimiento recientes y que pagan los mejores salarios;

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8) tiende a incrementar el endeudamiento del gobierno y a reducir los márgenes de maniobra de la política económica;

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9) al mantener la sobrevaluación, el gobierno incumple sus compromisos con los sectores productivos y con las estrategias del Programa de Política Industrial y Comercio Exterior. Esto le resta credibilidad y confianza entre los inversionistas, y

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10) es incongruente con los objetivos del modelo de desarrollo económico sustentado en el crecimiento exportador y el fomento de la competitividad internacional de México.

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