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Un borracho de frac

Un día son las estampas de Memín Pinguín, otro los reclamos por temas de narcotráfico o emigraci
mar 20 septiembre 2011 02:55 PM

Hace pocas semanas, la prensa de Estados Unidos y de México explotó a raíz de un personaje de historieta cuyo objetivo principal no parecía apuntar a una carrera en política internacional. De la misma manera en que se puede convertir un dibujo en un símbolo de temas muchos más profundos –en este caso, los estereotipos raciales y las sensibilidades nacionales–, también es posible transformar un tema complejo y multifacético en un personaje de historieta.

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Así, bien podría retratarse la relación Estados Unidos-México en una historieta como un borracho bien vestido, de frac y sombrero de copa, que se tambalea a la salida de un hotel del centro de la ciudad a las 2 am y que se pierde en los callejones oscuros de la urbe amenazante. Tan predecible como cualquier cosa que le pasara a Memím, se sabe que el destino del borracho seguirá un curso predeterminado (y posiblemente poco feliz). Por tanto, es mucho lo que le puede pasar mientras trastabilla de un lado a otro de la vereda. Y en algunas partes del mundo actual lo más probable que le sucediera es que fuera secuestrado.

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La relación Estados Unidos-México está en constante peligro de sufrir la misma suerte. Podría ser presa de un secuestro exprés de pocos días, o cuando mucho de semanas, que ocasionarían dolor, sufrimiento y aflicción a aquellos que se preocupan por ella. El furor provocado por Memín semeja un secuestro exprés.

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Pero a menudo el secuestro puede durar años. Durante las presidencias de Ernesto Zedillo y Bill Clinton, la prensa y los políticos estadounidenses secuestraron la relación en nombre de la guerra contra las drogas. Durante los años de Fox-Bush, la relación fue raptada por los mexicanos en nombre de la emigración. En ambos casos, poco más importaba. La relación tenía poco de positiva. Había sólo un tema de importancia: las drogas y los inmigrantes. Y así como el borracho de la historieta fue privado de su libertad, las personas serias de ambos países carecieron del espacio para mejorar y ampliar la relación.

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Sin embargo, algunos indicios recientes son alentadores, pues sugieren que el borracho y la relación pueden haberse desintoxicado, y que son menos vulnerables al secuestro y más abiertos a pensar seriamente en mejorar.

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Hay dos iniciativas dignas de destacarse. La primera es el acuerdo firmado en marzo de 2005 por los presidentes Fox y Bush y el primer ministro de Canadá, Paul Martin, que dio como resultado la formación de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (Aspan). La segunda es el reporte subsiguiente del Independent Task Force on the Future of North America (Grupo de Trabajo Independiente sobre el Futuro de América del Norte). El Consejo de Estados Unidos para las Relaciones Exteriores patrocinó a este equipo de trabajo compuesto por un grupo de ciudadanos responsables y eruditos provenientes de las tres naciones miembros del Nafta.

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Si bien ambos documentos proponen nuevas ideas para el futuro de América del Norte, no sorprende que el elaborado por el grupo privado, constituido por individuos libres de responsabilidad y autoridad gubernamental, presente una visión más audaz: la creación de una comunidad de América del Norte para 2010.

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Pero hay suficientes similitudes en los dos informes como para ofrecer algunos signos alentadores, pues ambos:

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Reconocen que el futuro de América del Norte se basa en la relación trilateral y no en un juego de bilateralismos múltiples.

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Admiten que, en el mundo de hoy, la seguridad es un tema fundamental que no puede ser ignorado o menospreciado, especialmente por los vecinos de lo que podría ser o trasformarse en el principal objetivo terrorista del mundo.

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Determinan que los niveles más altos de integración económica: la liberalización comercial y la armonización administrativa, son los ejes para promover niveles de vida más prósperos para los ciudadanos de los tres países.

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Y se ocupan, más sinceramente que en el pasado, del próximo gran paso para lograr la integración económica: la formación de una unión aduanera de América del Norte con un arancel externo común. (La Aspan evita este tema extenso, aunque aborda el punto importante de los prerrequisitos en la industria automotriz y aeroespacial).  Más interesante aun, ninguno de estos documentos permite que uno o dos países hagan demandas políticamente insostenibles al tercero. Es lo que podría esperarse del enfoque de la Aspan. Después de todo, no hay nada que hubiera aparecido allí que no hubiese sido cuidadosamente consensuado por los negociadores del gobierno hasta lograr el mínimo común denominador de un acuerdo. Y resulta aún más alentador que las demandas imposibles –como las relacionadas con aperturas inmediatas en energía mexicana o de la inmigración a Estados Unidos– también están ausentes del documento del Grupo de Trabajo Independiente. Al evitar las demandas que no pueden satisfacerse, la visión del segundo documento para un futuro de América del Norte gana credibilidad.

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En junio pasado se reunieron en Ottawa los miembros de los gabinetes de los tres países y emitieron un informe del progreso registrado en 90 días por la Aspan. Una lectura cuidadosa del documento revela que la multiplicidad de grupos de trabajo no produjo mucho más de lo que podría haberse logrado en cualquier otro evento sin la cobertura abarcadora de la Aspan. Se acordaron algunas cláusulas nuevas de seguridad –más entre EU y Canadá que entre EU y México– y también se hicieron planes para mejorar el etiquetado textil y de ropa, de armonizar los sistemas de aeronavegación, de ampliar la infraestructura limítrofe en Nogales, etc. Temas que no pertenecen precisamente a la alta política internacional, pero sí son pasos pequeños y positivos. Y cuando todo esté listo, será así –un paso a la vez– que llegue el progreso a América del Norte.

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Sin embargo, el progreso verdadero dependerá de formular una visión de futuro, aun cuando los detalles de esta visión sean poco claros en este momento. Aquellos que hoy gobiernan y los que serán elegidos mañana deberían garantizar permanentemente que no existe un futuro próspero y seguro para  Canadá, México y Estados Unidos que no incluya mayores niveles de cooperación e integración. Con este reaseguro es menos probable que la relación EU-México tropiece con los secuestros seriales que siempre la han asediado.

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Jeffrey Davidow es ex embajador de EU en México (1998-2002), autor del libro El oso y el puerco espín, y presidente del Instituto de las Américas en La Jolla, California, organizador del seminario “La competitividad latinoamericana y el reto asiático”, que se llevará a cabo el 29 de agosto y 2 de septiembre.

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