Este es el año en que el mundo ha descubierto a Sydney, la excitante, soleada y cosmopolita capital del estado australiano de Nueva Gales del Sur. Aunque resulta costoso trasladarse hasta allá, una vez llegado a su destino el viajero encuentra razonables los precios.
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Con una población de casi cuatro millones de personas y una gran extensión, Sydney provoca cierta confusión. Los mejores hoteles son los próximos al puerto, en el barrio The Rocks, rebosante de bares (pubs) y restaurantes.
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Hoy día la ciudad es hogar de personas procedentes del mundo entero. De ahí que los restaurantes sean tan buenos, pues ofrecen arte culinario de casi cualquier parte del mundo. Las cervezas son excelentes y los vinos sobresalientes.
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Un buen sitio para iniciar una visita es la Torre Sydney para irse acostumbrando al ambiente. Más abajo, el barrio Circular Quay, alberga la Opera de Sydney —el edifico es mundialmente famoso—, el Museo de Arte Contemporáneo y el embarcadero. Siempre es divertido tomar el Manly Ferry para cruzar la bahía. Al regresar de esa excursión podrá pasear por Darling Harbour y tal vez abordar el monorriel para bajar al centro de la ciudad.
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El arte aborigen es preferido por los que van de compras. Y si bien la idea de visitar el zoológico puede sonar a algo trillado, este es el lugar para conocer no sólo canguros y koalas, sino también osos australianos (wombats), ornitorrincos y demonios de Tasmania, en su suelo nativo.
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Aunque los Juegos Olímpicos parecen la principal atracción de la ciudad, Sydney tiene mucho más que ofrecer al viajero.