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¿Agiotismo institucional?

Todo suena muy bien con el nuevo Programa Nacional de Microcréditos, que pretende dotar de recursos
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

¿De veras cree el gobierno federal que funcionará su plan de impulso a los “microchangarros” con una tasa de interés anual de 72%?

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Cierto: los individuos que hoy desean poner un carrito de hot-dogs, una estación de boleo de zapatos o una máquina de coser no tienen acceso al crédito. Sus únicas alternativas se encuentran en la improbable disposición de recursos familiares o con los agiotistas, quienes prestan dinero con intereses de hasta 10% semanales. Bajo ese argumento, sustentado en la propia realidad que viven millones de personas, la Secretaría de Economía prepara el banderazo de salida del Programa Nacional de Microcréditos, que será administrado por microfinancieras ya existentes.

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Pero el reconocimiento de la extendida práctica del agio no justifica que, de manera matizada, esta se institucionalice. ¿O acaso podría denominarse de otro modo la fijación de tasas de 6% mensuales cuando se pretenden una inflación anual inferior a 7%? La respuesta de Luis Ernesto Derbez, secretario de Economía, no es tan convincente. Dice que, de entrada, se debe reconocer que la realidad entre quienes son sujetos de crédito bancario y quienes no lo son es radicalmente distinta, y actuar sobre esa base. Que el funcionamiento de un esquema que no exige garantías –más que la de comprobar que ese dinero se utilizará en una actividad productiva propia– y que se sustenta en el modelo de préstamos solidarios (al más puro estilo del Grameen Bank, de Bangladesh, creado por el profesor Muhammad Yunus) resulta muy costoso y, por tanto, los réditos elevados sólo contribuyen al autofinanciamento del programa.

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La cuestión es si está demostrado (incluso en México mismo) que la gente menos favorecida es la más cumplidora a la hora de pagar, entonces el nivel de riesgo no justifica una tasa casi 10 veces superior a la del índice de precios. Eso hace sospechar que las verdaderas ganadoras del esquema serán las microfinancieras que, a diferencia del célebre Grameen Bank, no necesariamente son de propiedad social, por lo que el esquema de solidaridad no está por completo detallado –ni garantizado–.

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Con todo, el naciente programa presenta varios puntos positivos: primero, no lo administrará el gobierno, por lo que se disipan un poco los temibles fantasmas de la corrupción, el clientelismo electoral y la burocracia que suelen aparecer con esta vía. Segundo, el propósito oficial de acceso a recursos para quienes están excluidos del sistema financiero tradicional. Tercero, el aliento al espíritu empresarial en un país que requiere de hombres y mujeres de negocios de todos los tamaños. Cuarto, el fortalecimiento del empleo productivo. Lo único que se requiere es que el agiotismo no se apodere de las instituciones.

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