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¿Hacia donde vamos?

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

El autor publicó recientemente su libro Banqueros y Revolucionarios: la soberanía financiera de México, 1914-1929, editado por el Fondo de Cultura Económica, 1994.

- La estrategia de gobierno, que durante largas semanas no aparecía por ninguna parte, se desprende ahora (de manera incipiente y tentativa) del programa de ajuste económico que, a su vez, se deriva de las condiciones pactadas con el Tesoro estadounidense para poder recibir el paquete de Asistencia financiera (de $20,000 millones de dólares más $17,000 millones de dólares).

- Estas restricciones macroeconómicas giran en torno a un superávit fiscal propuesto para 1995, y tienen como objetivo central la estabilización del tipo de cambio. Pero uno y lo otro sólo pueden alcanzarse a través de la imposición "ortodoxa" (léase: estricta) del programa de ajuste a través de un control brutal del gasto público; algo que está en contradicción evidente con la ayuda financiera (vía UDIs) que el gobierno decidió otorgarle -por razones políticas- a la banca comercial y a un grupo selecto (y seleccionado) de empresas.

- La incapacidad de llevar el programa económico hasta sus últimas consecuencias sociales es comprensible si se considera la debilidad de origen del actual gobierno, aunada a la oposición generalizada que despertaron las medidas que comprende dicho ajuste.

- El presidente Ernesto Zedillo ha optado, pues, por abrir algunas válvulas de escape a las posibles consecuencias de la austeridad, para beneficiar en el proceso a los que, como algunos banqueros y empresarios y, más recientemente, algunos gobernadores, tienen la suficiente influencia a nivel federal como para demandar y obtener ayuda financiera especial.

- Esto ha venido a entrampar al gobierno entre las dos fuerzas que luchan por erigirse por encima de la crisis devaluatoria: el Departamento del Tesoro de Estados Unidos (junto con el FMI) y algunos grupos particulares de banqueros-empresarios-gobernadores en México. La suma de sus presiones ha venido a conformar lo que podría denominarse la estrategia real de gobierno del presidente Zedillo.

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- Que esta estrategia sea una respuesta a las condiciones impuestas por Washington, junto a las necesidades de refinanciamiento de instituciones mexicanas individuales, no significa, sin embargo, que vaya a funcionar en términos estrictamente económicos o que incluso sea viable políticamente.

- Para empezar, el aumento en la deuda gubernamental y/o en la oferta monetaria que significa la ayuda financiera que el gobierno le está brindando a esta coalición (desarticulada) de empresarios-banqueros-gobernadores, socava la pretensión macroeconómica de cerrar el año con un super fiscal de 0.5% del PIB (y probablemente también la de reducir el déficit en cuenta corriente a un mínimo al término del año).

- Entre paréntesis, no se puede olvidar que ambos objetivos fueron pactados con el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Robert Rubin, a cambio de los $20,000 millones de dólares de los que depende la frágil estabilidad del peso mexicano. Y que violarlos pondrá en peligro la continua asistencia externa o, más probablemente, obligará al gobierno mexicano a extender el programa de ajuste recesivo durante un periodo más largo del esperado.

- Finalmente, el hecho de que se están desembolsando apoyos financieros, por muy cruciales que les resulten a empresas o individuos particulares, no significa que se vaya a lograr de manera automática establecer con ello una coalición duradera para gobernar el país. En especial, porque si el rescate financiero se encuentra desprovisto de una estrategia política paralela, que mire más allá en el tiempo y considere los intereses de largo plazo de los participantes, se puede agotar junto con los recursos materiales que lo integran.

- Además, hasta ahora el gobierno ha carecido de una propuesta coherente que corresponda a esta posible coalición-en-formación y, en cambio, ha enviado señales contradictorias sobre 1) la dirección (política) que pretende seguir y 2) con quiénes quiere acompañarse en ese trayecto. El aterrizaje del ajuste económico todavía está, por ello, muy lejos de concretarse y, más aún, de mostrar la dirección que seguirá el país en el futuro.

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