Muchos hemos disfrutado o criticado sus películas Cilantro y perejil, Profundo carmesí, Todo el poder y El segundo aire, entre otras, pero pocos conocen el rostro de este productor y director mexicano, tan interesante como sus cintas.
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¿Ha tenido un segundo aire?
-Siempre estoy de segundo aire, en todos los aspectos de mi vida.
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¿La cama es para iniciar la contienda o la reconciliación?
-Para las dos, mientras más buena haya estado la pelea, mejor la reconciliación. La cama es buena para todo.
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¿Cada cuándo va al cine?
-Voy menos de lo que yo quisiera: una vez a la semana. En una época maravillosa de mi vida iba dos veces al día. Veo muchas películas en casa en DVD.
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¿Qué disfruta más cuando trabaja en una película?
-La parte más gozosa es la dirección, descubrir que las cosas que estaban escritas adquieren otra dimensión cuando son actuadas.
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¿Y la más sufrida?
-Es cuando te metes entre el público y ves la película. Pasas por un proceso de odio, porque la has visto 200 veces y terminas ya no queriendo verla; de pronto, cuando la gente te responde riéndose donde tú querías y conmoviéndose con lo que tú querías, te reconcilias con la película.
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¿Qué le causa mayor estrés?
-El momento en que la cruda realidad te dice: "tienes tantas semanas y tantos pesos y ¡hazle como puedas!" Llegas al set y ves que el tiempo, el material, los inesperados, todo está en tu contra. Luego descubres que la escena que tenías en mente la debes resolver de modo absolutamente diferente a como la habías pensado.
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¿Cómo ve el cine mexicano comparado con el de Hollywood?
-La gran diferencia entre hacer una película con recursos mexicanos (de $1 millón de dólares) y una que puedas hacer en Hollywood (de $20), es competir contra las grandes ligas, que lo tienen todo, y luchar en tu país frente a una crítica descarnada del público y la prensa. Directores como Woody Allen o Kubrik, por dar sólo algunos nombres, filman, paran, editan, vuelven a filmar, vuelven a parar, no les gusta la escena, la rescriben y así se la llevan haciendo escenas más de 10 veces. En México no te puedes dar esos lujos.
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