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¿Quién gana en el ring?

La TV encuentra un nicho de gran audiencia en los enmascarados... pero se quedan con una pequeña ta
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Como sus grandes figuras, la lucha libre es un negocio del que muy pocos conocen el verdadero rostro tras la máscara. Con más de 70 años de historia en México, el deporte de los costalazos vive un gran auge de popularidad gracias a la televisión . No es gratuito. En aras de convertirla en un producto de consumo masivo, los empresarios que la manejan han sacrificado hasta el romanticismo de las huracarranas por las exigencias de espectacularidad de la pantalla chica.

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Para los programadores de televisión los enmascarados protagonizan “el segundo deporte más visto en el país”: de acuerdo con la empresa de medición de audiencia Ibope, los combates obtuvieron en 2001 un promedio anual de 6.75 puntos de rating, por encima de todos los demás excepto el futbol, que es el más popular y que alcanzó un nivel medio de nueve puntos.

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Antonio Peña, dueño de la Triple A (una de las asociaciones involucradas en esta actividad), considera que la TV es “fundamental” para la existencia de este negocio. “El día –advierte– que la lucha tenga el mismo apoyo de los medios que tiene el futbol, ¡aguas!”

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El Hijo del Santo reconoce que la televisión ha difundido los combates, pero critica que “ha provocado que algunas compañías utilicen la pantalla para hacer de la lucha algo más parecido a un circo que a un deporte”. En pos de mantener la popularidad, apunta el heredero del enmascarado de plata –el más popular de los luchadores mexicanos–, las empresas de lucha libre ceden a las exigencias de la televisión.

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Según Alejandro Vázquez, director de Programación de la televisora de MVS, “el problema es que se tiene que hacer un espectáculo televisivo de ello y en México la lucha aún no conjunta todos los elementos para ello.”

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Los empresarios del giro y los luchadores no parecen ser los más beneficiados económicamente del negocio que generan. “Algunos promotores no piden nada a la televisión, excepto la difusión del espectáculo. Su interés no es el dinero. Salvo la Triple A”

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Cuando a Peña se le pregunta por su poder de negociación con Televisa, responde lacónico: “Tenemos una buena relación. Decir más llevaría a que mis competidores empiecen a hacerse chaquetas mentales y a decir tonterías que no valen la pena”.

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¿Cuál es la ventaja para los promotores? La popularidad de sus luchadores, responde El Hijo del Santo. Si un empresario logra tener un elenco exitoso puede vender boletos a mayor precio y asegurar que las arenas, en México o el extranjero, capten más público.

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Razones de pantalla
Las primeras transmisiones televisivas de lucha libre iniciaron en los años 50 por iniciativa del empresario Emilio Azcárraga Vidaurreta. Pero fue al comienzo de los años 90 cuando la relación pantalla-cuadrilátero se estrechó, con los convenios que Televisa firmó con Francisco Lutteroth, propietario de Empresa Mexicana de Lucha Libre, conocida como Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), que realiza más de 100 funciones al año en las capitalinas arenas México y Coliseo, y con la empresa Promociones Antonio Peña, conocida como Triple A, de la cual el gigante de medios fue socio durante dos años.

-Hoy, señala Alberto Sosa, director de Televisa Deportes, según tales convenios, los promotores se encargan de organizar las funciones y entregar un producto terminado con todos los costos que ello implica; la televisora, por su parte, paga los gastos de producción y transmisión del programa. La comercialización de publicidad fija en las arenas es para el promotor y la que se transmite en pantalla para Televisa.

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Actualmente, el grupo que dirige Emilio Azcárraga Jean transmite de tres a cuatro horas de lucha libre a la semana por su canal Galavisión. El producto por venta de espacios publicitarios es de entre $1.7 y $2.3 millones de pesos semanales, sin contar anuncios virtuales que se insertan dentro de los contenidos de los programas.

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Televisa desplaza un equipo de 30 personas y de ocho a 10 cámaras para cada función.

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La mecánica de negociación y producción es similar en la televisión restringida. El canal ESPN2 transmite las funciones de lucha libre desde la arena de Naucalpan a sus casi 3.5 millones de suscriptores en México, Centroamérica  y los países septentrionales de Sudamérica. Ellos comercializan la mayor parte de los seis minutos por hora de tiempo publicitario permitido para televisión de paga, y el resto lo vende la empresa PCTV, que les provee los servicios de producción.

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El arreglo de la alianza entre ESPN2 y PCTV con la arena Naucalpan, explica Jorge Berthely, director de Ventas a Afiliados en ESPN, incluye la transmisión de una función semanal (algunas veces en vivo), así como varias retransmisiones para completar un mínimo de ocho y hasta un máximo de 12 horas por semana.

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La experiencia de MVS es diferente. La cadena comenzó a programar lucha libre estadounidense en sus canales de pago por evento. Luego realizó un programa piloto desde el Palacio de los Deportes; la producción fue técnicamente exitosa, pero se enfrentaron a la falta de elenco, pues los luchadores no estaban debidamente contratados por estar en litigio con sus promotores. “Hay una gran falta de profesionalismo”, acusa Vázquez. A partir de ahí la empresa optó por comprar programas grabados de la World Wrestling Entertainment (WWE, antes WWF), la liga de luchadores de la unión americana.

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Pese a que el contrato con ésta limita la comercialización de MVS y el precio de los derechos es hasta el triple que los $75 ,000 pesos que cuesta la grabación de una función en México, la televisora prefiere a los estadounidenses pues “es mejor como espectáculo para la pantalla que la lucha mexicana, aunque la calidad deportiva de los luchadores nacionales sea mayor”.

-Los programas de la WWE figuran entre los primeros cinco de mayor audiencia en el Canal 52 de MVS. Aún así, concede Vázquez, la empresa está abierta a estudiar las propuestas de promotores de lucha libre.

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Vivir de la lona
Peña, con 11 años al frente de Triple A, cree haber logrado en una década lo que el resto de las empresas no han podido hacer: revolucionar el “ballet” aéreo de los 120 kilos.

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A diferencia del estilo luchístico ortodoxo del CMLL, Peña introdujo elementos novedosos como pirotecnia, vistosas edecanes, efectos de luz y de sonido. “Siempre se me ha criticado pero, al final, los demás promotores terminan por seguir mis pasos.”

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En México, la lucha libre está dominada por las dos empresas con las que trabaja Televisa. Mientras el CMLL programa su centenar de funciones anuales en el Distrito Federal por ser dueño de las arenas Coliseo y México, la Triple A realiza alrededor de 1,400 funciones al año en los distintos estados de la república.

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Considerando que la mayoría de los locales tienen una capacidad promedio para 2,000 asistentes, y que los precios oscilan entre $30 y $90 pesos por entrada,  los ingresos en taquilla de la lucha libre no bajan de $180 millones de pesos al año. Como excepciones que salen del promedio  están los casos de algunas ciudades como Tijuana –una de las plazas más peleadas por los promotores–, donde el precio de cada boleto alcanza hasta $250 pesos, y el Distrito Federal, donde un solo lugar, la Arena México, puede recibir hasta 17,000 espectadores.

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Cada una de las dos grandes promotoras representa al menos a 150 luchadores. Los del Consejo pueden trabajar por su cuenta con otras firmas independientes, pero los de la Triple A tienen que observar reglas de “exclusividad” las que Peña preserva al guardar para sí el registro de los nombres, vestimenta  e imagen asociada a cada uno de sus combatientes en el pancracio.

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Mientras el CMLL es dueño de sus propios locales, la Triple A prefiere rentarlos a terceros (estadios, auditorios e incluso palenques).

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Ambas empresas alquilan sus elencos a empresarios independientes que llevan el deporte-espectáculo a sus poblaciones; normalmente  los primeros se quedan con la recaudación de la taquilla, mientras que los segundos comercializan la publicidad estática y los productos de consumo que se venden en el interior del local.

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En cada función se realizan en promedio cuatro enfrentamientos entre rudos y técnicos, generalmente en grupos de tres por bando. Los luchadores principiantes reciben entre $500 y $1,000 pesos cada uno; los intermedios, entre $3,000 y $5,000, mientras que los llamados taquilleros, los más populares, llegan a cobrar hasta $12,000 pesos por presentación.

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Los luchadores estelares –relata Caballero Negro, funcionario del gobierno del DF, quien a sus 43 años lucha por hobbie y “por ego”– no son los que poseen más dotes sobre el ring, pero sí los que aparecen más en televisión; aparte de garantizar taquilla, los venden más caros en funciones ocasionales. Los promotores, para darle mayor vistosidad al evento, prefieren a los más aptos para las acrobacias y coreografías que para la técnica.

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Protagonistas olvidados
El Hijo del Santo cuenta que, si bien algunos empresarios han empezado a firmar contratos con sus luchadores y a garantizarles los gastos médicos en  que incurran debido a los combates, como el CMLL, no ocurre lo mismo con la mayoría de los promotores que actúan en el medio local, que no ofrecen nada de eso.

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Hasta hace ocho años los enmascarados mexicanos tenían un sindicato, pero los malos manejos que se hicieron a su interior y la entrada de la televisión extinguieron la organización, recuerda Caballero Negro.

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Uno de los últimos intentos del gremio fue conseguir el pago de regalías de parte de las televisoras. Para presionar, recuerda  El Hijo del Santo, se pidió a los luchadores que no se presentaran a la arena,  pero éstos no acataron el llamado; consideraban más valioso aparecer en una pantalla.

-Como luchador independiente, el hijo del enmascarado de plata negoció el cobro de una compensación por sus apariciones en TV, pero fue una excepción.

-Si quiere vivir de la lucha, un enmascarado tiene que sudar sobre el ring al menos tres veces por semana para obtener un ingreso suficiente. Pero eso depende de que los promotores asociados a la televisión lo programen en sus carteles.

-Hace 20 años, cuando El Hijo del Santo debutó en el cuadrilátero, existían en el DF cerca de 50 arenas; hoy no suman más de seis. “La gente ya no necesita pagar por vernos porque nos tiene gratis en su televisor; si dejaran de transmitir, el público regresaría a las arenas. Porque eso sí, la lucha libre no va a morir.”

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