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¿Quién puede gobernar México?

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mar 20 septiembre 2011 02:55 PM

Reconozcámoslo: desde septiembre de 1997 ningún Presidente ha podido realmente gobernar al país, por lo menos no en el sentido de impulsar reformas y darle un rumbo claro. Tanto Ernesto Zedillo como Vicente Fox se han visto impedidos de hacer algo más que simplemente administrar la estructura de gobierno, porque nunca tuvieron la forma de llevar a cabo reformas estructurales.

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Esto es sorprendente en un país en el que durante mucho tiempo pensamos que teníamos una Presidencia muy poderosa. Lo que hemos encontrado desde 1997, cuando el mandatario perdió por primera vez la mayoría absoluta en el Congreso, es que tal institución es muy débil. Y, lo peor de todo, es que tenemos un sistema electoral diseñado para impedir el surgimiento de mayorías parlamentarias que faciliten la gobernabilidad.

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Esa Presidencia tan fuerte que pensamos que teníamos está realmente atada de manos. De esto nos hemos percatado no sólo con el fracaso de Zedillo y Fox para impulsar cualquier reforma de fondo, sino incluso con hechos tan banales como la negativa del Congreso en dos ocasiones para darle permiso al mandatario de viajar fuera del país.

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Nuestros procedimientos electorales, con su fuerte sistema de representación proporcional y las reglas que le dan un lugar en el Congreso a un partido con sólo 1.5% de los votos, hacen poco probable que se pueda superar en el futuro la actual ingobernabilidad estructural. Otras naciones tienen reglas para permitir una más fácil formación de mayorías.

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En los sistemas parlamentarios esto se logra porque un gobierno, para existir, tiene que formar una alianza que le dé un voto mayoritario de confianza. Si el Parlamento rechaza alguna iniciativa importante del gobierno, se disuelve éste y se debe llevar a cabo una nueva elección. En Estados Unidos y otros países de tradición anglosajona existe un sistema puro de votación directa, sin representación proporcional, el cual hace que sólo dos o tres partidos tengan escaños en el Congreso.

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A todos los partidos mexicanos les convendría modificar estas reglas para permitir una mayor gobernabilidad, porque finalmente todos tienen la esperanza de alcanzar algún día la Presidencia. Pero hay en su actuar una actitud perversa. Ninguno quiere que un presidente de otro partido tenga la libertad de gobernar realmente y de hacer reformas conforme a un proyecto claro de nación. Prefieren sacrificar los poderes de un posible mandatario propio que permitir que uno surgido de otro partido tenga poderes reales para gobernar.

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*El autor es columnista de Reforma.

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