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La vejez versión 2.0

Cada vez somos más longevos, pero ¿quién se preocupa por el futuro de las personas de la tercera edad?
lun 26 septiembre 2011 12:38 PM

Hace poco, mi esposa y yo nos dimos una vuelta por el norte de Michigan para ver a su familia. Ella es de Estados Unidos. Su padre es un gran aficionado al tenis -no se pierde un solo partido importante de Grand Slam- y a sus 70 años sigue practicando ese deporte en torneos amateur. La parte más memorable del viaje fue el cumpleaños del padre de mi suegro. El abuelo llegó a 100 años y lo festejó bailando música de su época. En la fiesta le regalaron una gorra que decía "un original de 1911".

Dos noticias: una buena y una mala

Frecuentemente escuchamos noticias sobre nuevos hallazgos sobre cómo cuidar mejor nuestra salud para vivir más y mejor. Estas mejoras se han dado de manera continua en las últimas décadas. Los tratamientos para evitar problemas cardiacos, las intervenciones para corregirlos y el entendimiento de qué reduce la probabilidad de padecerlos le han dado más años de vida a muchas personas. Hoy sabemos que una buena dieta y una rutina con ejercicio físico nos ayudan a vivir más y mejor.

La tecnología y el conocimiento médico han cambiado el comportamiento de las personas de todas las edades. Como resultado, el periodo de vejez en la vida de las personas se ha extendido por varios años. Los años de vida que tiene por delante una persona que llega a los 60 han crecido sostenidamente. Además lo han hecho más allá de lo esperado. Los datos usados por los actuarios en Reino Unido lo muestran.

Si en 1980 le hubiéramos preguntado a un actuario hasta qué edad iba a vivir una persona que cumpliera 60 años en 2010, la respuesta hubiera sido: hasta los 81 años. Si le hubiéramos hecho la misma pregunta a ese actuario en 1999, nos hubiera dicho que la misma persona llegaría a los 87 años. En menos de 20 años los actuarios cambiaron su estimación para el mismo grupo poblacional y le auguraron seis años más de vida.

Con base en los datos del crecimiento en la longevidad podemos decir que la buena noticia es que ahora esperamos vivir aún más. Nuestro horizonte de vida es más largo. Buena parte de nosotros llegará a celebrar un siglo de vida. La mala noticia es que en la vejez nuestra productividad es muy baja y los gastos asociados con mantener nuestra salud son muy altos.

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La productividad de la gente mayor no crece y, de hecho, decrece. Este patrón está determinado por sus capacidades físicas e intelectuales. En las últimas décadas, los economistas, encabezados por Jacob Mincer, han analizado cómo cambia el salario de las personas a medida que adquieren más experiencia laboral. Para acumular experiencia laboral hay que envejecer, no hay atajos. Pero para envejecer no es requisito acumular experiencia laboral. Los estudios sobre la trayectoria de los salarios conforme envejecen las personas son claros. El salario deja de crecer y, de hecho, se reduce hacia el final de la vida laboral.

Un grupo de médicos ha seguido desde 1956 a una muestra de personas a medida que envejecen. Este proyecto se conoce como el Seattle Longitudinal Study. Cada siete años, los médicos les han aplicado a los participantes pruebas como la del cociente intelectual (IQ) para medir sus habilidades intelectuales. Con datos a lo largo de varias décadas, los resultados de este estudio muestran cómo esas habilidades decaen. Alcanzan un pico cuando las personas tienen alrededor de 50 años y luego caen hasta acumular una reducción de cerca de 20% al rebasar los 80 años de edad. Sobre la reducción de las habilidades físicas no necesitamos estudios sofisticados. Conforme una persona envejece, sus habilidades físicas y mentales se reducen. Como consecuencia, su productividad baja y eso se refleja en un menor salario.

La demencia agrupa muchos padecimientos que nos afectan en mayor medida cuando envejecemos. El mal de Alzheimer es uno de ellos. La probabilidad de padecerlo se duplica cada cinco años a partir de que cumplimos 65. Para alguien de más de 85 años de edad, el riesgo de tener Alzheimer es de prácticamente 50%. A males como éste hay que sumar otras enfermedades que sin terminar con nuestra vida nos ponen ‘fuera de combate' laboralmente hablando. Estos problemas hacen de los viejos una carga para los jóvenes.

Lento pero seguro, el número de personas mayores como porcentaje de la población va creciendo. Actualmente, en México el porcentaje de la población que tiene 65 años o más es de poco más de 5%. Las estimaciones del Consejo Nacional de Población (Conapo) indican que, en 2050, ese porcentaje será mayor a 20%. En otras palabras, ahora hay un viejo por cada 19 personas jóvenes (incluyendo niños). En 2050 habrá un viejo por cada cuatro personas jóvenes.

La respuesta de las autoridades

La evolución de la longevidad no ha pasado desapercibida. Shripad Tuljapurkar, un biólogo de la Universidad de Stanford, ha propuesto que la edad de jubilación se modifique para responder a los avances en la esperanza de vida. Según Tuljapurkar, en Estados Unidos debe incrementarse "a 85 años para 2050". Ya se han dado algunos pasos modestos en ese sentido.

Recientemente, la edad a partir de la cual es posible jubilarse y obtener una pensión en Estados Unidos ha ido incrementándose, de forma gradual, de 65 a 67 años. Para los trabajadores nacidos antes de 1938, la edad mínima de jubilación es de 65 años. Para los nacidos en 1960 o después se estableció a los 67 años. Otros países ya han avanzado en la misma dirección.

En Francia, el año pasado, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, promovió una iniciativa para incrementar la edad de jubilación de 60 a 62 años. La medida fue aprobada por los legisladores franceses. Pero el proceso causó protestas masivas en las calles. La ‘medicina' fue tan necesaria como dolorosa. Y es posible que veamos que esa tendencia se generalice en Europa.

La canciller alemana Angela Merker propuso, como parte de su Plan para la Competitividad de Europa, que se discuta y se tomen acciones para incrementar la edad de jubilación en los países europeos. Y fue ella misma quien estableció que el apoyo para el gobierno de Grecia -ahora que está en serios problemas de solvencia financiera- debe ser condicionado a que haga algo en ese sentido. Para que la ayuda fluya, los griegos de la tercera edad tendrán que trabajar más.

En nuestro país, el tema también ha sido discutido. Hace unas semanas, el director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) declaró que esa institución se va a meter en aprietos financieros si no hay cambios importantes. El problema de una organización como el IMSS no son sólo las pensiones. Se trata también de todos los gastos médicos asociados con los padecimientos que sufrimos de viejos. Una mayor longevidad significa un mayor gasto en medicamentos, en tratamientos y en atención médica.

Los legisladores de nuestro país también ya dieron señas de querer agarrar el toro por los cuernos. Los diputados pusieron sobre la mesa de discusión la necesidad de incrementar la edad mínima para jubilarse. La diputada priista Janet González señaló que debe trabajarse para aumentar la edad de jubilación de 60 a 65 años. La legisladora dijo estar segura de que "ampliar la edad de jubilación le daría un respiro a las finanzas del IMSS".

La edad mínima de jubilación funciona como lo que algunos científicos sociales llaman un ‘ancla' para tomar decisiones. Imaginemos una botella de refresco de tamaño ‘individual'. En lugar de decidir cuánto tomar de acuerdo con qué tanta sed tenemos, decidimos si nos tomamos la botella o no. El contenido de la botella es el ancla para nuestra decisión sobre cuánto refresco tomar. En su libro Predictably Irrational, Dan Ariely describe con más detalle otros ejemplos de anclas. La edad mínima de retiro es un ancla de la misma forma que el tamaño de una botella de refresco. Aunque es opcional, la vemos y dejamos de preguntarnos si queremos más o menos. Simplemente muchos trabajadores la adoptan sin pensar.

Mi padre tenía pensado retirarse a la edad mínima porque así lo había previsto desde joven. Tomando como referencia a su padre y a otras personas de esa generación, no sonaba como un mal plan. Pero al llegar a esa edad se dio cuenta de que todavía podía dar mucho más. También vio que podía seguir ganando un sueldo mayor a su pensión. Hoy continúa activo y trabajando. Una vez que pasó el ancla de la edad mínima, "¿en qué momento me jubilo?" se volvió una pregunta verdadera.

Los gobiernos pueden tomar medidas como aumentar la edad de jubilación para ayudar a sostener el sistema de seguridad social. Pero si las personas van a quedarse más tiempo en la fuerza laboral, es crucial que protejan e inviertan en su productividad, en sus capacidades físicas y, sobre todo, en su capacidad mental.

Si tú estás planeando un retiro a los 60, vas a ser parte del problema. Vas a dejar de contribuir en una edad en la que todavía tienes mucho por dar. Cuando los trabajos eran físicamente más exigentes y cuando había menos días de descanso, el cuerpo se agotaba. Hoy, la edad oficial de jubilación es inadecuada.

Que cada uno se cuide

Cuando vamos a la escuela estamos aprendiendo todo el tiempo. Cuando comenzamos a trabajar seguimos aprendiendo. También cuando nos casamos y tenemos hijos seguimos aprendiendo. Después llega una época de calma y alcanzamos una ‘zona de confort'. En esa etapa ya sabemos lo que tenemos que saber sobre nuestro trabajo, sobre la vida matrimonial, sobre cómo mantenerse sin problemas, etc. Dejamos de aprender y dejamos de ejercitar la mente.

Vamos subiendo por una curva de aprendizaje y luego nos quedamos estacionados en una planicie. Perdemos el ritmo de estar aprendiendo cosas nuevas, nos oxidamos y dejamos todo listo para que se atrofien nuestras capacidades. Eso es lo que argumenta Norman Doidge en el libro The Brain that Changes Itself. Una parte central de esta obra son los experimentos del doctor Michael Merzenich sobre cómo funciona el cerebro.

Merzenich ha mostrado que el cerebro puede ejercitarse para mantenerse en forma y que hasta puede mejorar su condición. Los adultos de más de 60 años que hacen gimnasia mental mantienen la mente en forma. Merzenich ha probado que los resultados en pruebas de IQ no sólo no caen para quienes hacen ejercicios mentales, sino que pueden subir. La caída en las facultades mentales puede posponerse y también puede revertirse.

Cada uno de nosotros puede ponerse las pilas preparándose para una vida laboral más larga que la de nuestros padres y nuestros abuelos. ¿Cómo? No hay una fuente de la juventud en la que podamos sumergirnos. Como todas las cosas buenas, preservar nuestras habilidades cuesta trabajo. Hay que empeñarse.

Una forma de mantener la mente ejercitándose es aprender un nuevo idioma. Si usted lo ha intentado en su vida adulta, sabe que no es fácil. Es bochornoso y frustrante. Ésa es, precisamente, la parte que ayuda. Requiere toda nuestra atención y nos saca de nuestra zona de confort. Cuando ejercitamos músculos que normalmente tenemos en reposo, terminamos adoloridos. Lo mismo ocurre con la mente. Ejercitarla aprendiendo cosas nuevas puede ser doloroso -particularmente en el orgullo y la autoestima.

Entre más nos cuidemos a nosotros mismos, menor es la carga que vamos a imponerle a la sociedad, a nuestros hijos y a nuestros nietos. Debemos pensar en extender nuestra autosuficiencia lo más posible. Nuestra independencia puede ser por sí mismo un buen objetivo -a nadie le regocija llegar a viejo necesitando que alguien lo asista para ir al baño-. Alargar la vida productiva es bueno para cada uno y también ayuda a la sociedad en su conjunto, porque mejora la solvencia de la seguridad social y del fisco.

James Buchanan, premio Nobel de Economía, argumentaba que a las personas les gusta la autosuficiencia. Según él, no depender de los demás es placentero. Quizá por razones de biología evolutiva saber que podemos valernos por nosotros mismos genera placer. Desde hoy podemos trabajar para que, cuando lleguemos a lo que hoy llamamos vejez, sigamos siendo capaces de valernos por nosotros mismos. Será una nueva vejez, extendida y mejorada; una versión 2.0.

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