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La concentración no siempre es negativa

El que haya una o dos empresas dominantes muchas veces se debe a que, simplemente, otras compañías no son competitivas.
lun 10 octubre 2011 12:19 PM

Si tienes amigos argentinos, debes saber muy bien que son grandes fanáticos del balompié. En la liga argentina los dos equipos con más títulos son Boca Juniors y River Plate. Esos clubes son archirrivales y suman casi la mitad de todos los títulos de primera división. Nadie en su juicio diría que como tienen una parte desproporcionada de los títulos, hay evidencia de que están coludidos: uno deja ganar al otro y viceversa.

Ésa es, tristemente, la inferencia que algunos economistas han hecho con respecto a ciertas industrias en México. Hace unos días, la revista The Economist mencionó los resultados de un estudio publicado por la OCDE sobre la falta de competencia en México. El estudio no se enfoca en el proceso de competencia. Parte de la premisa incorrecta de que la concentración es sinónimo de falta de competencia. La idea es que si hay dos productores muy grandes de leche, esos dos productores están coludidos para cobrar precios altos. Lo mismo supone el estudio sobre el huevo, el pollo, los refrescos, las carnes procesadas, las medicinas y las tortillas de maíz.

Si hay unas cuantas empresas que dominan una industria, la interpretación del estudio es que se coluden. Esa inferencia es equivalente a decir que hay un arreglo entre Boca y River nada más porque entre los dos acaparan la mitad de los títulos del futbol argentino.

Los economistas que estudian la organización de las industrias frecuentemente recurren al cálculo del índice Hirschman-Herfindahl, dos economistas que idearon una medida de qué tan concentrada está una industria: toman el porcentaje del mercado que cada productor tiene, lo elevan al cuadrado y suman los resultados.

Por ejemplo, si dos compañías se dividen un mercado a la mitad, el índice es de 5,000 puntos. Y si 50 empresas se dividen un mercado en partes iguales, el índice es de 200 puntos.

De acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos, los mercados con un índice de entre 1,000 y 1,800 puntos se consideran moderadamente concentrados. Los mercados con un índice de más de 1,800 puntos se consideran concentrados. No pocos han usado ese criterio a rajatabla como indicador de acuerdos ilegales.

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Pero la concentración no nos dice si hay colusión o no. Usando otro ejemplo deportivo, desde 2004 hasta la fecha se han jugado 31 torneos Grand Slam de tenis. Roger Federer ha ganado 15 de esos torneos. Rafael Nadal ha ganado otros 10. Entre los dos han ganado 80% de las competencias en los últimos siete años. El índice Hirschman-Herfindahl para los ganadores de los 31 torneos es de más de 3,500 puntos. Hay una gran concentración, pero ¿quién diría que hay colusión entre Federer y Nadal?

La concentración no es indicador de colusión. De hecho, existen industrias en las que participan muy pocas empresas y en las que la competencia es muy dura. Un ejemplo en el sector financiero se encuentra en una industria que pocas personas ven: las pantallas para realizar operaciones fuera de bolsa (también conocidos en el argot como brokers).

En México sólo hay cinco empresas que proveen esos servicios a los intermediarios financieros. ¿Está concentrada la industria? Sin duda. ¿Hay competencia? Por supuesto. Cada usuario cuenta con las pantallas de los cinco proveedores del servicio y puede decidir en todo momento con cuál irse en cada transacción. Cada proveedor quisiera generar más utilidades vendiendo más. Para ello tiene que cobrar precios más atractivos que sus competidores y ofrecer un mejor servicio. Tanto en esta industria como en cualquier otra, lo que importa es que haya competencia, y no si hay muchos o pocos competidores.

Concluir que "si hay pocas empresas, deben estar coludidas" es tan equivocado como concluir que un estudiante usó un acordeón con sólo ver que sacó una buena calificación en un examen. Sin ver el acordeón sería injusto acusar a un estudiante de tramposo. Algo similar ocurre en materia de competencia.

Si existen empresas que dominan un mercado, ya sean muchas o pocas, no necesariamente están violando la ley o afectando a los consumidores. Si alguien cree que lo están haciendo, esa persona debe mostrarle la evidencia a la Comisión Federal de Competencia. Y la comisión debe estudiar si hay competencia, y no emitir juicios que recaigan en si, para su gusto, hay pocos competidores. Las empresas y los empresarios tienen derechos. Y uno de ellos debe ser la presunción de inocencia, incluso en industrias altamente concentradas.

La competencia económica es un proceso y no debe juzgarse por sus resultados. No importa cuántos ganan, sino cómo ganan y si excluyen a quienes quieren competir.

Por ejemplo, el boxeador filipino Manny Pacquiao es campeón mundial en ocho categorías (ocho pesos distintos). Sin embargo, nada le impide a un boxeador que dé el peso retar a Pacquiao.

Un retador no podría nada más llegar y acordar una pelea con el campeón. Primero tendría que empezar por pelear con los no tan buenos y, poco a poco, subir el nivel de los rivales. Si es bueno eventualmente llegaría a subirse al ring con el campeón. El proceso es competitivo, aunque haya un campeón dominante. Muchos boxeadores mexicanos se han subido al ring con Pacquiao aunque no le hayan ganado. Pero tuvieron la oportunidad de hacerlo.

Las empresas que quieren vender productos y servicios a los consumidores se suben al ring y se ponen los guantes. Unas bajan noqueadas y otras salen victoriosas. No podemos decir que no hay competencia cuando sólo contamos a los campeones (los que han derrotado a muchos rivales).

El proceso de competencia es la pelea. Y aun habiendo pocas peleas pueden ser intensas y obligar a los boxeadores a dar lo mejor que tienen.

Si el número de empresas que operan en una industria no está mecánicamente asociado con el grado de competencia, las intervenciones del gobierno que buscan aumentar el número de competidores pueden no tener efectos positivos. Las autoridades deben enfocarse en que el proceso de competencia funcione, y no en inventar, patrocinar o imponer ganadores de ese proceso. El gobierno debe limitarse a verificar que no haya acuerdos ilegales.

Para rematar, un ejemplo más. Por 10 años, Anatoly Karpov fue el campeón mundial de ajedrez. Entre 1975 y 1985 dominó por completo las competencias internacionales. ¿No había competencia? Por supuesto que la había. El hecho de que haya tenido un ‘monopolio' de los campeonatos no significa que no haya habido un proceso de sana competencia. Cualquier ajedrecista podía competir por el título. Pero Karpov fue mejor.

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