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La pérdida de la corona

El control de Grupo Modelo por parte de una empresa extranjera podría tener un impacto mayor al que hasta el momento se ha estimado.
lun 20 agosto 2012 12:27 PM

El gigante cervecero AB InBev, propietario de Budweiser y Stella Artois, no se conformó con la botella medio llena, y adquirirá 100% de las acciones de Modelo una vez obtenida la autorización de los reguladores. La operación está valorada en más de 20,000 millones de dólares. Desde hace algunos años el control de la sociedad estaba en poder de las familias fundadoras, que ostentan 56% de los derechos de voto en el consejo.

El 90% de los ingresos de la filial estadounidense de InBev se genera en la región de las Américas, donde México es el cuarto mayor mercado de consumo de cerveza. Corona, por su parte, es la cerveza importada más vendida en Estados Unidos.

¿Es irrelevante la venta de Modelo para la economía mexicana? Lamentablemente no. Son varios los analistas que esperan que la empresa belga-brasileño-estadounidense lleve a cabo un importante recorte de personal en Grupo Modelo.

La nacionalidad de las empresas no es irrelevante desde el punto de vista del desarrollo económico de un país, como han puesto de relieve muchos autores, que no pueden ser calificados como proteccionistas o de izquierda, como Michael Porter en La ventaja competitiva de las naciones.

Según la postura del libre mercado, la nacionalidad del capital no importa ni debería importar, porque para que una empresa sobreviva debe aumentar al máximo sus beneficios. El patriotismo, en consecuencia, es un lujo que no puede permitirse.

Siguiendo al economista Ha-Joon Chang (23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo), a pesar de la creciente trasnacionalización del capital, la mayoría de las compañías trasnacionales siguen siendo empresas nacionales con actividad internacional, no empresas realmente apátridas. El grueso de sus actividades principales, como la investigación de alto nivel y la estrategia, las llevan a cabo en sus países. Cuando tienen que cerrar fábricas o recortar empleos suelen dejar a su país en último lugar por una serie de razones políticas, pero también, lo que es más importante, económicas. A consecuencia de ello, el grueso de los beneficios de una compañía trasnacional va a parar a su país de origen.

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En la mayoría de las empresas, por muy trasnacional que pueda parecer su actividad, las grandes decisiones siguen en manos de ciudadanos del país de origen (es decir, del país donde reside su titularidad), a pesar de que la gestión a distancia puede reducir la eficacia gestora.

El sesgo nacional de las empresas no se limita al nombramiento de los principales directivos. También es muy pronunciado en la investigación y el desarrollo, que en los sectores más avanzados resulta esencial para la competitividad. La mayoría de las actividades de investigación y desarrollo (ID) de las empresas se quedan en casa. Si se relocalizan en el extranjero, suelen hacerlo en otros países desarrollados y con un marcado sesgo regional. Desde hace un tiempo se instalan cada vez más centros de ID en naciones en vías de desarrollo, como China e India, pero la investigación que realizan tiende a situarse en los niveles más bajos de sofisticación.

Existen pocas empresas trasnacionales en el sentido estricto de la palabra. La inmensa mayoría sigue concentrando el grueso de su producción en el país de origen. Mantienen claramente sus raíces nacionales, sobre todo cuando se trata de decisiones estratégicas. Eso que dicen de que el mundo ya no tiene fronteras es, siguiendo a Chang, una exageración.

El autor es doctor en Derecho Económico, profesor investigador de la UAEM (Morelos) y responsable del área de competencia y consumidores del despacho Jalife y Caballero.

Comentarios: opinion@expansion.com.mx

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