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El mejor consejo de mi vida

Seguir o no un consejo puede cambiar el destino de un negocio. ¿No lo crees? Pruébalo tú mismo.
lun 12 noviembre 2012 02:40 PM

Algunos consejos son específicos. Hace 15 años, un estudiante de posgrado de la Universidad de Stanford le mostró a su director de tesis 10 ideas posibles sobre las cuales trabajar. "Ésta me parece interesante", dijo el profesor, llamado Terry Winograd, apuntando con el dedo a una línea que decía: "Investigar la estructura de links de la web". El estudiante le hizo caso. Tan bien investigó la estructura de links de la red que decidió fundar, un año después, el que todavía es el buscador más popular de internet: Google. El estudiante era Larry Page, hoy CEO de la compañía. Si Winograd hubiera puesto el dedo en alguna de las otras nueve ideas, quizás Google nunca hubiera existido.

Otros consejos, en cambio, son más amplios: son útiles para quien lo recibe pero también pueden ser aplicados en distintos contextos.

Marissa Mayer, que también trabajó en Google pero es desde hace unos meses la CEO de Yahoo!, contó que hace unos años se sintió paralizada ante la obligación de tomar una decisión. Tenía varias opciones frente a ella y no podía encontrar una manera de escoger la mejor. Su amigo André le dijo entonces: "Marissa, estás poniendote demasiada presión para elegir la mejor opción. Yo lo veo distinto. Lo que yo veo es una variedad de oportunidades, todas igual de buenas. Escoge una y transfórmala en extraordinaria". Mayer dice que es el mejor consejo que recibió en su vida.

Estas historias reflejan dos vertientes principales del consejo profesional o de negocios.

Por un lado está el consejo específico, que permite a un individuo concreto aprovechar una serie de variables concretas. Y, por otro, el consejo con aplicación inmediata pero también extrapolable: palabras que difuminan la frontera entre el consejo profesional y el consejo personal. Marissa Mayer (y nosotros mismos, que ahora conocemos la historia) podemos usar la visión de su amigo André tanto en nuestras carreras como en una encrucijada personal. No suframos por una decisión, parece decirnos André: aprovechemos esa energía para asegurarnos de transformar nuestra decisión (cualquiera que sea) en la mejor decisión posible.

Esta idea puede adaptarse, a su vez, a todos los consejos: hay consejos mejores que otros, pero sobre todo hay distintas formas de reaccionar ante un consejo. Si uno espera que el consejo le solucione la vida o un problema, se verá decepcionado. Si uno se apropia del consejo y lo convierte en una linterna para iluminar su dilema, podrá ver luz donde antes había sólo oscuridad.

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Estados Unidos tiene una cultura empresarial que desde siempre ha dado mucho valor al consejo de negocios o profesional.

Las grandes consultoras, como McKinsey o Booz Allen Hamilton, son en el fondo grandes máquinas de dar consejos a empresas. Durante mucho tiempo, antes de poner sus propias patas en el pantano de las finanzas reales, el rol de los bancos de inversión fue el de ser consejeros financieros de grandes corporaciones.

La enorme industria editorial dedicada a los libros de management intenta lo mismo, pero por un precio mucho más bajo: dar consejos de liderazgo o gestión o autodisciplina a ejecutivos o empresarios con ganas de superarse.

En un entorno profesional tan competitivo, la idea de estos lectores-ejecutivos es que hasta el más mínimo consejo es útil para generar una ventaja sobre sus colegas. En cada ciudad de Estados Unidos (y de muchos lugares) hay ahora cada día conferencias o seminarios sobre cómo ganar sabiduría comercial o tener acceso a ‘secretos' para negocios exitosos. Siempre son, a su manera, consejos.

Alguien podría decir entonces que existe un exceso de oferta de material consejero. Que una persona podría reunir toda esta abundante literatura disponible y elegir la mejor estrategia, el mejor producto y la mejor política de recursos humanos, prácticamente sin riesgo de fracasar.

Sin embargo, todos sabemos que no es así. Sabemos que tanto en la vida como en los negocios, las decisiones son mucho más complicadas de lo que parecen. Que cada decisión depende de demasiados factores como para poder ser envasados en una lata de consejo o prescripción. Por eso leemos los consejos sobre la vida (los consultorios sentimentales, los libros de autoayuda) con un poco de escepticismo, aunque estemos de acuerdo con ellos.

También leemos los consejos profesionales aceptándolos a medias: los guardamos en un lugar de nuestra memoria, esperando usarlos en algún momento. Pero sospechamos que sería raro que ocurriera una situación que nos permitiera usarlos exactamente como han sido enunciados.

Quizás por eso, muchos líderes empresarios y de todo tipo responden, cuando les preguntan cuál es el mejor consejo que han recibido en sus vidas, con frases de sus padres o sus madres. La autoridad y la credibilidad le dan al consejo un peso especial.

Mohamed El-Erian, CEO de Pimco, uno de los mayores fondos de inversión del mundo, recuerda una conversación que tuvo con su padre, hace muchos años, cuando su padre era el embajador de Egipto en París. El niño El-Erian preguntó por qué en su casa recibían cuatro diarios, por qué no bastaba con uno solo. "Si no recibes diferentes puntos de vista, tu mente se cerrará y te convertirás en prisionero de un solo punto de vista", respondió su padre, según el relato de El-Erian a CNNMoney.

El-Erian obedeció el consejo de su padre: no sólo es uno de los inversores más exitosos (e intelectualmente más respetados) del mundo sino que, además, es uno de los que más se han esforzado por pensar explicaciones alternativas a la crisis financiera.

Richard Branson, el legendario fundador de Virgin, dice que una de sus marcas registradas como empresario la tomó de su madre. "Mi madre siempre me enseñó a no lamentarme ni mirar nunca hacia atrás, sino a pasar página rápido", dijo hace unos años. "Yo me divierto mucho manejando todas las empresas Virgin. Por eso, un traspié nunca es una mala experiencia sino sólo una curva de aprendizaje".

Branson se ha distinguido en estas décadas por no seguir las leyes gerenciales de nadie y hacer siempre lo que quiso. Es decir, no oír ningún consejo. Sin embargo, habla de las palabras de su madre como si fueran un dogma.

¿Les habría prestado atención si hubieran sido pronunciadas por un consultor o un subalterno? Probablemente no. Pero, al mismo tiempo, ¿necesitaba Branson este consejo para convertirse en el empresario que es? Probablemente tampoco.

Branson parece tener el tipo de personalidad necesario como para ser siempre un optimista, parte fundamental del ADN del emprendedor: él es así y habría sido igual (o casi igual) sin aquella frase de su madre.

¿En quiénes confiamos entonces? ¿A quién podemos pedirle ayuda cuando la necesitamos?

En los últimos años, muchas corporaciones han diseñado programas de mentoría, en los cuales ejecutivos más experimentados establecen relaciones con colegas más jóvenes para enseñarles secretos del oficio y la propia corporación. A veces, dice el razonamiento de estas corporaciones, una palabra justa puede ahorrar tiempo y frustraciones.

Sin embargo, la mayoría de los trabajadores de oficina se declaran huérfanos profesionales: se quejan de que casi nunca tienen mentores que se preocupen verdaderamente por ellos y aprovechen su experiencia para guiarlos por el camino correcto.

Enfrentados a una decisión, dice la mayoría de las encuestas sobre satisfacción profesional, los ejecutivos o profesionales se sienten casi siempre solos.

Por eso nos gustan tanto, en las películas o en la vida real, las historias sobre mentores que entregan su sabiduría al aprendiz entusiasta, como un testigo en una carrera de relevos.

Queremos creer que una empresa es mejor cuando el conocimiento fluye fácil entre distintos niveles y distintos sectores, enriqueciéndose a cada paso. Algunas empresas así lo entienden y promueven el uso abierto de la información, que a menudo es indistinguible de un buen consejo.

El caso más famoso (citado mil veces en los libros de management) es el de 3M, la empresa de tecnología que permite a sus ingenieros dedicar 15% de su tiempo a proyectos especiales sólo si después, dos veces por año, los comparten con sus colegas en sendos retiros que son tan espirituales como corporativos. Allí, los empleados de 3M se escuchan unos a otros y conversan sobre cuál es el mejor uso de una tecnología. Se dan consejos. De esta colaboración entre personas que confían entre sí, surgieron muchos productos exitosos: el más famoso, el Post-It.

En empresas con estructuras más viejas, en cambio, casi siempre más piramidales y desconfiadas, el flujo de información está interrumpido o desviado por diques burocráticos. Y también psicológicos. Gerentes preocupados por su propio beneficio retacean su sabiduría, para usarla tácticamente. Es decir: se niegan a dar consejos. O se los dan sólo a aquellos de quienes pueden obtener una ventaja. En este sentido, una organización donde la información y el consejo fluyen con menos táctica y más generosidad es una organización que ha aprendido a colaborar y a mejorarse a sí misma. Es una organización que sabe darse consejos.

En marzo de este año, la feria SXSW invitó a dar una conferencia a Ben Silbermann, el fundador y CEO de Pinterest, un sitio web que se ha convertido en el último fenómeno de las redes sociales. SXSW es un festival que ocurre todas las primaveras en Austin (Texas) y combina juventud, tecnología, arte y negocios: hay ejecutivos y rockeros y expertos en redes sociales y artistas plásticos que intercambian consejos y experiencias.

Cuando le tocó hablar a Silbermann, de 29 años, dijo algo que refleja bien el espíritu de su generación: "No busquen demasiados consejos. Casi todas las personas que dan muchos consejos generalizan a partir de su propia experiencia".

Silbermann, como muchos ejecutivos jóvenes, no sólo rechaza (o minimiza) el consejo ajeno. Ni siquiera confía demasiado en el consejo propio.

"No analicen demasiado las cosas", dijo aquel día. "Simplemente armen cosas y fíjense si funcionan".

Silbermann quizás está exagerando (¿no es el suyo también un consejo generalizado a partir de su experiencia en Pinterest?), pero lo importante de su enfoque es que una manera sana de enfrentarse al dilema del consejo es, precisamente, desconfiar del consejo. Prestarle atención y agradecerlo. Leerlo con detenimiento y saborearlo. Escuchar las historias ajenas e incorporarlas. Pero saber que el camino propio es, precisamente, propio: que nadie nos conoce como nos conocemos nosotros.

Marissa Mayer confiaba en su amigo André, así como Larry Page respetaba y admiraba a Terry Winograd, su director de tesis. Pero las decisiones definitivas las tomaron solos. Escuchándose a sí mismos. Olvidándose por un segundo de los consejos.

CÓMO IDENTIFICAR UN MAL CONSEJO
Hay recomendaciones que es mejor no seguir.
Por Ivonne Vargas y Leticia Gasca
Cuando Federico Bernaldo de Quirós, director general de la cadena de restaurantes Toks, iniciaba su carrera de directivo, recibió uno de los consejos más importantes de su vida: concéntrate en el estado de resultados.
El consejo fue relevante para Bernaldo porque con él descubrió que debía ser precavido con las recomendaciones que seguía. Aunque el directivo prefiere no mencionar el nombre de la persona que le dio esa recomendación, no duda en catalogarlo como un mal consejo: el estado de resultados no necesariamente refleja el estado de la empresa.
“Es una foto de la organización en un determinado momento, pero no te habla de cómo son las interacciones con los clientes ni hacia dónde va la organización”, explica Bernaldo.
Recibir un buen consejo es como encontrar la pieza perdida de un rompecabezas. Un empresario puede sufrir “ceguera de taller” y necesita alguien que lo ayude a ver la situación en su conjunto, explica Rafael Sosa, profesor de Dirección de Personal del IPADE. Además, esas palabras deben ser congruentes con los valores de la persona que recibe el consejo.
La intención es un elemento crucial en materia de consejos. Hay quienes buscan su propio beneficio cuando opinan, es decir, que el aconsejado decida lo que conviene al consejero. En cambio, un buen consejero primero hace varias preguntas para llevar a la persona a una reflexión y a encontrar respuestas, indica el académico del IPADE.
Los buenos consejos vienen de personas que tienen una visión amplia de la vida, muestran adaptación y saben leer el entorno, asegura Ludivina Herrera Luque, directora de Administración y Estrategia de Negocios del Tecnológico de Monterrey. Una forma de identificar una mala sugerencia —dice— es cuando ésta va en contra de los valores de quien recibe el consejo.
Eso le sucedió a Peter Foyo, CEO de Nextel México. Cuando le dieron un consejo que no era congruente con su filosofía de vida, de inmediato supo que no lo seguiría.
“Alguien me dijo: ‘Para avanzar en la vida debes actuar con egoísmo, elige a tu equipo de trabajo de acuerdo a tu conveniencia, fíjate en sus conexiones y en lo que cada uno puede hacer por ti’ —dice Foyo—. Es un mal consejo que nunca apliqué”.
CONSEJEROS ESTRELLA
Hay empresarios que se destacan por su talento para dar consejos.
Por Arturo Rodríguez
Los años de experiencia se reflejan en la habilidad para brindar el consejo indicado en el momento justo.
Un empresario logra ser exitoso porque reunió conocimientos, experiencia y liderazgo. Ésas son tres características que tienen las personas que dan buenos consejos, por eso es natural que un hombre de negocios exitoso dé recomendaciones útiles, explica Ricardo Rosas Martínez, secretario general del Instituto de Estudios Superiores de Dirección de Empresas (IESDE).
“Están orientados a resultados y logros, se ganan la credibilidad de las personas por sus acciones, aprenden a escuchar y se interesan por otros”, dice el académico.
Hay varios empresarios mexicanos que tienen fama de dar recomendaciones acertadas:
Manuel Arango. El fundador de Aurrera (ahora parte de Walmart) es bien conocido por su paciencia al escuchar a quienes le solicitan ayuda. Adriana Martínez, directora general de Laboro 50/50, una red de asesores para empresas, considera que los consejos de Arango fueron muy relevantes en su trayectoria profesional. “Algo que aprendí de él es: ‘Si lo vas a hacer, comprométete’”, dice.
Lorenzo Zambrano. El director general de Cemex se toma muy en serio los consejos que da en el ámbito laboral, dice Rosas, del IESDE, quien participó con el empresario en encuentros de negocios. “(Zambrano) te da mucha confianza, sabe escuchar y lo más importante: conoce las limitaciones y virtudes de las personas”, cuenta.
Lorenzo Servitje. Gracias al consejo del fundador de Grupo Bimbo, Francesco Piazzesi, director de Échale a tu Casa, transformó su ONG en una empresa que lleva vivienda a comunidades de bajos recursos. “Don Lorenzo es admirable por su integridad, además de la virtud de la innovación y la creatividad”, dice José Antonio Fernández, presidente de Grupo FEMSA.
PAREJAS FAMOSAS DE CONSEJEROS Y ACONSEJADOS
El papel del asesor es tan importante como el del líder.
Por Lilián López Camberos y Pablo Zulaica
Carlos Slim Helú y Marco Antonio Slim. Marco Antonio es el segundo hijo del hombre más rico del mundo y actual presidente del consejo de administración de Grupo Financiero Inbursa. Su oficina colinda con la de su padre, quien aprovecha la cercanía para pedirle consejos sobre finanzas.
Mark Zuckerberg y Sean Parker. Después de mudar la compañía a Palo Alto, California, Zuckerberg tenía intenciones de regresar a estudiar a Harvard, pero como Parker (el bandido renegado de internet que fundó Napster) intuía el éxito que tendría Facebook, le aconsejó quedarse en Silicon Valley.
Andrew Carnegie y Charles Schwab. Aunque Schwab era 27 años más joven que Carnegie, fue gracias a sus consejos que Bethlehem Steel (propiedad de éste) logró ser el segundo mayor fabricante de acero en Estados Unidos. “Hay que estimular la competencia —recomendaba Schwab, respecto de los obreros—. No hablo del estímulo sórdido, monetario, sino del deseo de superarse”. Schwab le aconsejó a Carnegie escribir en el piso la cantidad de acero producido por cada obrero y de inmediato los trabajadores comenzaron a competir por puro orgullo. Por los resultados de sus consejos, Schwab fue nombrado presidente de las acererías de Carnegie a los 38 años.
Hillary Clinton y Alec Ross. Ross, de 41 años, es el consejero en redes sociales de Clinton y gracias a los buenos resultados de sus recomendaciones, la secretaria de Estado estadounidense creó un puesto especial para él: consejero senior de innovación. Uno de sus consejos más audaces se materializó en febrero de 2011 cuando Clinton se atrevió a responder preguntas de jóvenes egipcios en una conferencia de prensa a través de YouTube, coordinada por Ross.
Bruno Díaz y Alfred, El Mayordomo. “Conozca sus límites, joven Díaz”, decía Alfred. “Batman no tiene límites”, responde Díaz. “Pero usted sí, señor”. Además de mayordomo, Alfred es mentor y casi padre del magnate desde que éste quedó huérfano.

LOS CONSEJOS DE BUFFETT
Recomendaciones para inversionistas del mejor del mundo.
por Leticia Gasca Serrano
Warren Buffett, CEO del holding Berkshire Hathaway, es conocido como ‘El Oráculo de Omaha’ en honor a su talento para predecir el comportamiento de los mercados.
Cada año publica en su sitio una carta a los accionistas de Berkshire, en la que comparte su visión de las finanzas del mundo y brinda algunos consejos a los inversionistas.
Estos son algunas reflexiones extraídas de la carta que publicó el 25 de febrero de 2012.
“Compra commodities, vende marcas. Es una fórmula para el éxito en los negocios. Esta fórmula ha producido enormes y sostenidos beneficios para Coca-Cola desde 1886 y para Wrigley desde 1891”.
“El acto de invertir es a menudo descrito como el proceso de dar dinero con la expectativa de recibir más dinero en el futuro. En Berkshire tenemos un enfoque más exigente: definimos inversión como el acto de transferir a otros el poder de compra presente, con la expectativa de recibir más poder de compra —después del pago de impuestos— en el futuro”.
“El grado de riesgo de una inversión no se debe medir por beta (un término de Wall Street usado para medir el riesgo), sino por la probabilidad razonada de que la inversión cause la pérdida de poder adquisitivo durante el periodo de tiempo previsto”.
“Las inversiones que están en moneda base, como los fondos del mercado monetario, bonos, hipotecas, depósitos bancarios y otros instrumentos, son consideradas ‘seguras’. La realidad es que se encuentran entre los activos más peligrosos. Su beta puede ser cero, pero el riesgo es enorme. Durante el siglo pasado, estos instrumentos destruyeron el poder de compra de los inversionistas en muchos países”.
“Al invertir, prefiero activos productivos, ya sean empresas, fincas o bienes raíces. Idealmente, en tiempos de inflación estos activos deben tener una salida que con una nueva inversión mínima mantenga el valor del poder adquisitivo”.

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