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Se cierra la brecha

Latinoamérica muestra grandes avances en la reducción de los niveles de desigualdad. Brasil y México son un ejemplo.
lun 12 noviembre 2012 04:37 PM

Michael Jackson le dio a Santa Marta sus 15 minutos de fama. En febrero de 1996, el rey del pop aterrizó en helicóptero en la cima de ésa, una de las favelas más conocidas de Río de Janeiro. Los políticos intentaron detenerlo, pero Jackson tenía el permiso de los barones de la droga que gobernaban la barriada. Bailó por los empinados caminos, entre vecindades que se aferran precariamente a la ladera de la montaña, rodeado por una entusiasta multitud compuesta por los ciudadanos más pobres de Río, y allí cantó su éxito ‘They don't care about us' (‘Ellos no se preocupan por nosotros'). El video musical se vio a lo largo y ancho del mundo, y puso los reflectores sobre la pobreza y desigualdad de la ‘Cidade maravilhosa'.

Dieciséis años después, Santa Marta está de nuevo en el escaparate, pero por una mejor razón. Fue la primera favela ‘pacificada' bajo un plan del gobierno para arrebatar el control de las barriadas de Río a los capos de la droga. El ejército tomó por asalto el lugar en 2008. Ahora cuenta con una estación de policía, y es tranquilo. Es un pujante ejemplo del auge que se vive en la parte inferior de la sociedad brasileña.

La jovial Salete Martins, de 42 años, es una muestra. Su familia se mudó a Santa Marta desde el noreste de Brasil cuando ella tenía ocho años. Durante el día hace una pasantía como guía turística y muestra a los visitantes su barrio para Rio Top Tours, un grupo sin ánimo de lucro financiado por la ciudad. Por las noches estudia turismo en una universidad local. Los fines de semana vende comida bahiana en un bullicioso puesto cerca de la entrada de la favela. Y entre una cosa y otra, vende una popular línea de productos de belleza. Su ingreso mensual es de unos 2,000 reales (985 dólares), cuatro veces lo que ganaba cuando vendía sándwiches hace tres años y más de tres veces el salario mínimo. Planea lanzar su propia empresa de tours antes de finales de año.

El éxito de Martins es sorprendente, incluso en Santa Marta. Sin embargo, refleja una tendencia que se extiende a toda América Latina. Los ingresos de la gente pobre se han disparado en la última década, lo cual ha producido una fuerte caída en la desigualdad. En la mayoría de los países de América Latina el coeficiente Gini (mide los grados de desigualdad del ingreso en una población) en 2010 fue menor que en el año 2000. El promedio de la región, en 0.5, ha descendido desde casi 0.54 hace una década, y está en su nivel más bajo de los últimos 30 años, aunque sigue siendo alto si se compara con otras regiones. A juzgar por la evidencia de Argentina, el único país latinoamericano que publica estadísticas sobre las declaraciones de impuestos de los que más ganan, el 1% más rico todavía está muy por delante del resto. Pero esa concentración se compensa con la disminución de la brecha más abajo en la escala de ingresos.

Los dos cambios se reflejan en la cultura popular. Mulheres ricas es un nuevo reality show sobre los ultrarricos de Brasil ("me baño en agua mineral todos los días", dijo una mujer en uno de los primeros episodios). Pero la telenovela más popular del país en horario estelar es Avenida Brasil, que documenta la vida de la nueva clase media. Aunque el PIB de América Latina sólo creció la mitad de lo que aumentó el de las economías emergentes de Asia en los últimos 10 años, la tasa de pobreza se redujo en un 30%. Cerca de una tercera parte de esa disminución se debe a mejoras en la distribución del ingreso.

¿Cómo consigue un continente que había sido notoriamente desigual desde que los conquistadores se apoderaron de sus tierras de repente cambiar de rumbo? No fue a causa de la nacionalización y de la redistribución radical. América Latina tiene unos pocos gobiernos de izquierda dura propensos a la expropiación, en particular Argentina y Venezuela, pero la desigualdad también ha disminuido en países que siguen una ruta económica más ortodoxa, como Chile y Colombia. El cambio tampoco ha sido exclusivamente un efecto secundario de la bonanza de las materias primas. La desigualdad ha disminuido en países que dependen, en gran medida, de las exportaciones de productos básicos, como Perú, pero también en aquellos donde la manufactura juega un papel más importante, como México. La causa principal tampoco es la demografía. Las familias más pobres se han vuelto más pequeñas, lo cual reduce la desigualdad, pero estos cambios ya estaban en marcha en las décadas de 1980 y 1990.

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Gasto social dirigido

De acuerdo con Nora Lustig, economista de la Universidad de Tulane y uno de los primeras en documentar la disminución de las brechas de ingresos de la región, dos cosas marcan una gran diferencia. En primer lugar, la exclusividad de los trabajadores calificados ha disminuido: un aumento en la educación secundaria hizo crecer la oferta de trabajadores albafetizados y razonablemente bien educados, y los años de crecimiento constante incrementaron la demanda relativa por los menos calificados en el mercado laboral formal, ya sea como obreros de la construcción o trabajadores en sectores como la limpieza. En segundo lugar, los gobiernos de América Latina reforzaron la reducción de las diferencias salariales al dirigir el gasto social a las personas con los ingresos más bajos. Esto incluye pensiones más generosas y transferencias condicionadas de efectivo, que son esquemas que ofrecen pagos a las familias más pobres a cambio de cumplir unas condiciones específicas, como por ejemplo, asegurarse de que sus hijos vayan a la escuela.

El cambio más notable se ha producido en la educación. En el pasado, los gobiernos de América Latina vertían dinero en las universidades. Las escuelas públicas primarias y secundarias carecían de fondos suficientes y la calidad era terrible. Ese sesgo contra toda lógica a favor de la educación superior benefició principalmente a los hijos de los ricos, que habían asistido a escuelas privadas primarias y secundarias. Pero desde principios de 1990 el gasto en educación se ha hecho mucho más progresista, con una enorme expansión de la educación secundaria pública entre los pobres. De acuerdo con Karla Breceda, Jamele Rigolini y Jaime Saavedra, tres economistas del Banco Mundial, los gobiernos de América Latina, en promedio, ahora gastan una mayor proporción del PIB en educación para los niños que pertenecen al 20% más pobre que Estados Unidos.

El gasto más progresista ha producido resultados. Algunos países han visto un aumento de 20 puntos porcentuales en la proporción de niños que terminan la escuela secundaria. Otro estudio del Instituto Mundial de Investigaciones de Economía del Desarrollo en Helsinki, realizado por Guillermo Cruces, Carolina García Domench y Leonardo Gasparini, mostró que la brecha entre ricos y pobres en matrículas en la escuela secundaria disminuyó en todos los países, excepto El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua.

Muchos países de América también están abogando por la educación preescolar. El gobierno de la ciudad de Río de Janeiro, por ejemplo, aumentó drásticamente su red de escuelas infantiles desde 2009, al construir 74 nuevos centros en los últimos tres años. Cualquier niño de una familia por debajo del umbral de la pobreza tiene garantizado un lugar gratuito en un guardería a partir de los seis meses.

Las transferencias condicionadas de efectivo (TCE) refuerzan este énfasis en la educación. Estos estipendios cuestan relativamente poco (normalmente entre 0.2 y 0.8% del PIB) pero influyen en las prioridades de muchos. Cerca de una cuarta parte de la población de Brasil ahora obtiene algún dinero de Bolsa Família, el esquema de TCE del gigante sudamericano. Los gobiernos estatales y locales aprovechan el impulso. En Río de Janeiro, por ejemplo, la ciudad complementa los pagos de Bolsa Família para 700,000 de sus familias más pobres. Si a los niños les va excepcionalmente bien en los exámenes, paga una prima. Si faltan a las clases, el pago se detiene. Martins sólo se dio cuenta de que su hijo de 14 años estaba faltando a la escuela cuando cortaron su estipendio mensual. Varios estudios académicos en México muestran que los niños en los esquemas de TCE permanecen más tiempo en la escuela.

Un empujón en la dirección correcta

Una mejor educación impulsa la movilidad social. Históricamente, la relación entre la educación de padres e hijos ha estado más vinculada en América Latina que en cualquier otro lugar. En Perú, por ejemplo, casi 70% de los logros educativos de un niño se puede predecir a partir de la escolarización de su padre. Pero un próximo informe del Banco Mundial sugiere que la actual generación de niños latinoamericanos está mejor educada que sus padres y se mueve relativamente más rápido en la escala educativa. Y, al igual que las castas más pobres de India, las personas indígenas desfavorecidas han hecho grandes avances.

Estos trabajadores recién educados disfrutan perspectivas mucho mejores en la fuerza de trabajo formal que sus padres. Las pensiones estatales se volvieron más generosas. Países como Argentina y Bolivia han introducido regímenes no contributivos de pensiones, en la práctica, una promesa de apoyo del gobierno para los ancianos. Los salarios mínimos en todo el continente se han disparado. El de Brasil se incrementó en más de un 50% en términos reales desde 2003. Y puesto que las pensiones están vinculadas al salario mínimo, las dos tendencias se refuerzan mutuamente.

La contribución precisa de una mejor educación, mejores oportunidades para los trabajadores menos calificados y mayor gasto social varía según el país. Un análisis realizado por Lustig y Luis López Calva, del Banco Mundial, junto con Eduardo Ortiz Juárez, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, indica que las brechas salariales más pequeñas explican la mayor parte de la reducción de la desigualdad en la región. Según los cálculos de Marcelo Neri, del Instituto de Investigación Económica Aplicada, las transferencias gubernamentales explican alrededor de un tercio de la disminución de la desigualdad en Brasil.

Hasta ahora, todo bien. Pero ¿perdurarán estos avances? En la educación, el gran desafío es complementar la cantidad con la calidad. América Latina ha cosechado los beneficios que se obtienen simplemente al lograr que más niños vayan a la escuela por más tiempo. Pero la mayoría de las escuelas públicas siguen siendo muy inferiores frente a sus equivalentes privadas. Prácticamente todos los niños de clase media y alta todavía van a escuelas privadas primarias y secundarias. Hasta que no se eliminen esas brechas en la calidad, las desigualdades educativas persistirán. Éstas están detrás de la reciente ola de protestas sobre la educación en Chile.

El reto más inmediato es cómo pagar por todo esto. Los estados latinoamericanos tradicionalmente no han sido progresistas en su perspectiva. Dicho de manera cruda, los gobiernos elevaron los ingresos provenientes de los más acomodados, y luego lo gastaron en generosas pensiones públicas para esas mismas personas. Incluso ahora, 60% de los gastos de transferencia en Bolivia, por ejemplo, se dirige a personas que no son pobres. Saavedra lo llama un "contrato social fragmentario". Los gobiernos no logran proporcionar buenos servicios públicos, y la gente de clase media depende de la educación y la salud privadas. Pero ellos reciben generosas pensiones a cambio de sus impuestos.

El largo boom de la década de 2000 permitió un cambio sin dolor en este contrato social. El crecimiento sostenido trajo suficientes ingresos fiscales para aumentar tanto el gasto en educación como las transferencias en la parte más baja de la pirámide sin elevar las tasas impositivas. El auge también permitió un enorme incremento en el salario mínimo sin daño aparente al empleo. Pero a medida que el crecimiento se desacelere y aumente el valor real de subir los salarios mínimos, esa combinación se hace inviable.

Para mantener las mejoras en la desigualdad habrá que tomar decisiones difíciles. Se deberá reducir los subsidios de la clase media y muchos países de América Latina tendrán que decidir si invierten en los niños más pobres o siguen pagando generosas pensiones para las personas mayores y más ricas.

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