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Futuro pintado de negro

La compra de Comex por Sherwin-Williams es una muestra más de que vamos en sentido contrario en la ruta de la competencia.
lun 24 diciembre 2012 10:20 AM

En una transacción por 2,340 millones de dólares, sujeta a la autorización de la Comisión Federal de Competencia (CFC), Comex, el mayor productor y distribuidor de pinturas de México, será vendido a la estadounidense Sherwin-Williams, la mayor fabricante del ramo en Estados Unidos, según un comunicado de la compradora.

Con este anuncio suman ya cuatro las operaciones de absorción de exitosas empresas mexicanas por corporativos trasnacionales en menos de cinco meses, que implican un monto total de 23,900 mdd. Las operaciones más cuantiosas se concretarán a comienzos de 2013. Esa cantidad es mayor a los 20,357 mdd que ingresaron al país como inversión extranjera directa (IED) durante todo el año pasado.

Según el banco central, durante los dos sexenios del Partido Acción Nacional la inversión extranjera directa ascendió a 126,000 mdd. De esa cantidad, alrededor de 80% entró a la economía mexicana pero, más que a abrir nuevas empresas, se destinó a comprar las que estaban funcionando.

Entre junio y noviembre de 2012 se anunciaron cuatro operaciones por las que otras tantas empresas mexicanas fueron absorbidas por compañías globales de capital netamente extranjero: Coca-Cola Company anunció la compra de la lechera Santa Clara por 200 mdd; Comercial Mexicana informó sobre un acuerdo para vender su participación accionaria en Costco México a su socio Costco Wholesale Corporation en una operación valuada en 980 mdd, y la compañía cervecera belga-brasileña Anheuser-Busch InBev adquirió la totalidad de las acciones que le faltaban de Grupo Modelo.

Lo desconcertante es que estas operaciones -y otras similares a nivel internacional- se hayan realizado al amparo de las autoridades mundiales de competencia que las han bendecido con sotana y agua bendita. Pero lo más triste es que se hayan concluido cuando las agencias antimonopolio cuentan con un marco jurídico amplio, herramientas técnicas y experiencia acumuladas por décadas. ¿Qué ha pasado? ¿Quién es el culpable? Décadas de repeticiones cual ‘mantras' del Consenso de Washington, en la que académicos, gobernantes y empresarios han alabado las ‘bondades' de la competencia, pero han dejado los mercados en manos de oligopolios, predicando sin el ejemplo, cooptando las universidades y los think tanks, gastando  millones en cabildeos legislativos y reescribiendo la historia sólo desde su guión.

Los resultados están a la vista: el sector mundial de la cerveza controlado por dos grandes (Anheuser-Busch InBev y Heineken); las telecomunicaciones globales repartidas entre agentes económicos que caben en los dedos de una mano (Verizon, Telefónica, AT&T, América Móvil); la industria aérea internacional concentrada en pocas empresas (las fusiones de Iberia y British Airways, de KLM y Air France y Continental les dieron la puntilla); las consultoras y auditoras internacionales -antes las big eight- ahora son iguales en número a los cuatro puntos cardinales; la banca internacional comida por siete grandes apostadores, ya no too big to fail, sino too big to exist (increíble pero cierto).

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¿Por qué se dio este fenómeno? Por considerar que los mercados se autorregulan, que en el largo plazo siempre se logra la competencia, que no importa la estructura del mercado para que haya rivalidad competitiva, que da igual el tamaño de las empresas. Hay que llevar a la tumba intelectual a Hayek y a Milton Friedman y sus secuaces. El descrédito del ciudadano por  las grandes empresas es un termómetro confiable.

La libre oferta y demanda no resuelve muchos problemas. Los seres humanos no solemos ser muy racionales, hace falta volver a los orígenes de la Ley Sherman y el tratado que dio lugar a la Unión Europea. Dificultar mucho más la aprobación de las fusiones y adquisiciones de empresas; supervisar cual policía el comportamiento de los mercados: volver a la competencia por el mercado en lugar de la competencia en el mercado (Joseph Stiglitz).

Comentarios: opinion@expansion.com.mx

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