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El teatro de los sueños

La millonaria industria de las telenovelas brasileñas refleja los gustos y las esperanzas de una clase media en rápido ascenso.
vie 24 mayo 2013 03:37 PM

En uno de los momentos decisivos de la telenovela Avenida Brasil, uno de los personajes principales, Monalisa, dueña de una peluquería, hace lo que cualquier persona exitosa haría en Río de Janeiro: mudarse a Ipanema. Boyante de dinero gracias al éxito de su negocio en Divino, un barrio ficticio en los polvorientos suburbios del oeste de Río, la pequeña empresaria de orígenes humildes empieza a buscar departamento en la playa más elitista de la ciudad. Pero Monalisa se siente fuera de lugar en el pretencioso barrio de Ipanema al compararlo con la amabilidad de Divino, mucho menos glamoroso.

"¿Trajiste mocotó?", le pregunta a su hijo cuando llega a almorzar al nuevo departamento, refiriéndose a un guisado de pata de res popular entre los inmigrantes del noreste pobre del país. Él responde que no, pues compró comida en una tienda de delicatessen en Ipanema que ofrece ensaladas griegas y platillos extranjeros. "¿Quién es ese ‘Deli' que prepara comida con nombres raros?", pregunta la amiga de su madre, también de Divino, con su acento de clase obrera.

Avenida Brasil, producida por Globo TV, el gigante brasileño de medios, es la primera telenovela que se inspira casi por completo en personajes de la emergente clase media del país. Rompió todos los récords de audiencia durante su episodio final en octubre, con cerca de 80 millones de espectadores y una cuota de audiencia de 84%, muy superior a la audiencia de, por ejemplo, el Super Bowl en Estados Unidos. Fue tan popular que la presidenta Dilma Rousseff tuvo que reprogramar un mitin político que coincidía con el capítulo final de la telenovela, y el operador de la red eléctrica emitió una advertencia sobre posibles apagones debido al aumento en el uso de electricidad.

Aunque la trama era conocida -una mujer joven criada en un basurero vuelve para vengarse de su madrastra rica, con un misterioso asesinato y un triángulo amoroso incluidos- lo que hizo especial a Avenida Brasil fue su enfoque sin precedentes en un nueva clase de personajes. El protagonista no era el clásico hombre de negocios rico de la mayoría de las telenovelas, sino un futbolista millonario, Tufão, que opta por seguir viviendo en el barrio de bajos ingresos de su infancia porque prefiere la vida allí. La telenovela resultó un éxito entre la clase media, que disfrutó tener un espejo en el que verse reflejada, mientras que los espectadores más pudientes se deleitaron con esta ventana imaginaria a la vida de las personas de menores ingresos.

"El elemento subversivo de esta telenovela es que pone a un personaje de la clase media emergente en el papel que antes solía ocupar alguien de la élite", dice João Emanuel Carneiro, autor de Avenida Brasil.

La clase C

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En la vida real, la avenida Brasil es la autopista que conecta el Río de Janeiro de bajos ingresos con la parte adinerada. Divino, por su parte, se inspira en el suburbio occidental de Bangu, un mosaico de barrios pobres y favelas, o barrios marginales, ubicado al final de la avenida Brasil. Ésta es la parte de Río a la que Dios, literalmente, dio la espalda: los brazos abiertos de la estatua del Cristo Redentor sólo abarcan la pudiente ‘Zona Sur' de la ciudad, que incluye sitios como Ipanema y Copacabana.

Sin embargo, los Divinos de Brasil son lugares que ya nadie puede darse el lujo de ignorar. El país más grande de América Latina, durante siglos uno de los más desiguales, experimenta una de las mayores transformaciones sociales del mundo. Una década de cambio convirtió a muchos de los pobres en lo que los brasileños, en el lenguaje de los demógrafos del mercadeo, llaman la "clase C". A pesar de que la brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor en países como Estados Unidos y China, en Brasil, el coeficiente Gini, que mide la desigualdad, disminuye constantemente desde hace una década. Actualmente, es 8% menor que a principios de la década de 1990.

"Estados Unidos está regresando a los extremos de ricos y pobres, mientras que Brasil va en la otra dirección", asegura Carneiro. "Brasil se está ‘americanizando', y Estados Unidos se está ‘abrasileñando'".

El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva es el gran abanderado de la clase C. Como millones de brasileños, creció en el noreste pobre (la avenida Brasil, por cierto, forma parte de la BR101, la gran carretera costera que conecta el sur industrializado con las fuentes de su mano de obra migrante en el noreste) y después emigró a São Paulo. Pero hasta su llegada al poder en 2003, eso era algo inaudito para un presidente.

Con programas de bienestar social, aumentos al salario mínimo y un mejor acceso al crédito, el presidente Lula ayudó a millones de brasileños a salir de la pobreza. En 10 años, el número de personas que ganan entre 291 y 1,091 reales pasó de 38% de la población a 52%. La mayoría de estos nuevos participantes eran de ascendencia africana. La presidenta Rousseff, sucesora de Lula y también del Partido de los Trabajadores, de centro-izquierda, ha seguido estas políticas y es uno de los líderes más populares del mundo.

Si bien este modelo económico parece acercarse a sus límites, ya que la obsoleta infraestructura brasileña se ve rebasada por la gran cantidad de nuevos usuarios que atestan sus carreteras y aeropuertos, ayudó a convertir Brasil en la séptima mayor economía del mundo, el cuarto mercado más grande de automóviles y el tercero de productos de belleza. Y como lo refleja la popularidad de las nuevas telenovelas, como Avenida Brasil o su sucesora Salve Jorge -grabada en el Complexo do Alemão, una enorme favela también ubicada cerca de la avenida Brasil-, esta transformación afecta no sólo la economía brasileña, sino también el sentido de identidad nacional.

El imperio de Globo

Visitar los estudios Projac de Globo en Río de Janeiro es entrar en una gigantesca fábrica de fantasía. Un enorme almacén alberga los sets de interiores, listos para ser usados en cualquier momento. Para los exteriores se construyen paisajes urbanos enteros en cada telenovela e, incluso, hay una iglesia para grabar las bodas que aparecen en la pantalla. La tienda por departamentos, similar a la inglesa Harrods, luce tan real que cualquier visitante podría intentar comprar allí.

La telenovela de horario estelar de Globo, que se transmite a las nueve de la noche, es vista por 40 millones de personas, en promedio, en un país con 59 millones de hogares. Globo tiene 200 escritores, 150 directores y 560 actores contratados. Cada telenovela dura unos 180 episodios, o de seis a ocho meses. Todo esto equivale a un negocio serio. Según informes, Avenida Brasil hizo ganar a Globo 2,000 millones de reales (unos 1,000 millones de dólares) gracias a los anuncios de empresas como Procter & Gamble y Kia.

Como es de esperar, las telenovelas de Globo son influyentes. Después de Avenida Brasil, el ‘charme', una música que se toca en Divino, se volvió popular en todo el país. Sin embargo, se puede debatir si la telenovela tiene más influencia en la vida real, o viceversa.

Flávio Rocha, director artístico de Globo, señala que la prioridad es entretener a tanta gente como sea posible, y que los temas sociales son opcionales. "Algunos escritores son más proclives a introducir temas sociales, otros no", dice en su oficina en el complejo Projac. Más tarde, a la espera de una entrevista con Tony Ramos, una de las mayores estrellas brasileñas de telenovelas, fuimos al set para ver una escena que mostraba a una madre y su hijo. El set de grabación, que incluye una sala, fue retirado rápidamente para hacer espacio para otra telenovela, y por la mañana, lo volverán a montar. Con semejante ajetreo, los actores apenas tienen tiempo para aprenderse sus diálogos, y mucho menos para contemplar el cambio social.

Cuando el bigotudo Ramos finalmente termina de filmar una escena de su telenovela más reciente, llamada Guerra de los sexos, dice que la historia sigue siendo primordial. "Lo que ha cambiado en los últimos años es el poder adquisitivo de esta nueva clase, que ahora puede comprar más cosas y pedir más dinero prestado, pero su actitud al ver la televisión sigue siendo la misma: ¿es una buena historia o no?"

Sin embargo, quizá debido a su necesidad de llegar a una audiencia tan amplia, las telenovelas de Globo siguen siendo uno de los espejos más precisos de la sociedad brasileña. Glória Perez, la autora de Salve Jorge, explica que aunque el propósito principal de una telenovela es entretener, a lo largo de los años ha explorado diversos temas sociales en su trabajo, desde el sida hasta la drogadicción. Salve Jorge es sobre una mujer de favela víctima de los traficantes de personas. Al hablar en su lujoso departamento, que bien podría aparecer en una telenovela, con sus generosas vistas a la playa de Copacabana, dice que el ascenso de la clase C constituye un tema provocativo, sobre todo porque muchos de la clase media emergente tienen ascendencia africana o mulata. Aunque muchos brasileños niegan que exista racismo en el país, los ingresos tienden a variar dependiendo del color de la piel.

"Brasil es muy prejuicioso, tal vez es una forma de prejuicio peor que en Estados Unidos, porque es difícil luchar contra algo que está oculto", dice Pérez. "La gente piensa que es genial que la clase C pueda comprar los productos que la clase media [superior] compra, que puedan viajar en avión. Pero cuando esta clase salta las barreras y entra a tu propio círculo social, a tu casa y se casa con su hijo, es entonces cuando los prejuicios salen a la luz".

Fuera de cámara, la vida real para la gente de menores ingresos en Brasil aún es difícil, pero las recientes mejoras son palpables. Lindacy Menezes vive en Rocinha, una de las más grandes barriadas de Río, ubicada en las montañas detrás de Ipanema. Menezes, que es una mujer diminuta, sube las escaleras imposiblemente empinadas de la favela hacia su modesta casa. Jadeando detrás de ella, pienso que la dificultad de la subida se asemeja a su propio ascenso por el alfabeto demográfico, de la pobreza extrema de la clase E a las comodidades humildes de la vida de la clase C.

Nació en Recife, en el noreste del país, la misma región de Lula. Nunca conoció a sus padres biológicos. Pero después de ver la telenovela Senhora do Destino, a mediados de la década de 2000, sobre el robo de bebés recién nacidos de los hospitales de Brasil, ahora cree que pudo haber sido robada al nacer por su madrastra, que era prostituta y alcohólica. Después de años de tiempos difíciles -crió a cinco hijos en la favela con un marido alcohólico-, las cosas han cambiado. Amplió su casa, casi todos sus hijos adultos tienen trabajo, ayudados por la tasa de desempleo históricamente baja de Brasil, y ella regresó a la escuela e, incluso, desarrolló el gusto por la escritura.

Favelas en desarrollo

Rocinha también evolucionó. Ahora tiene bancos, tiendas de electrónica y servicios del gobierno después de que la policía sacó a los traficantes de drogas armados de la favela en 2011. "Rocinha es ahora una favela rica", cuenta Menezes, en lo que en otros tiempos habría sido una contradicción de términos.

De un mueble saca con reverencia una nueva computadora portátil. Como la mayoría de los miembros de la clase C, la está pagando a plazos. "Aprieto los gastos un poco aquí, un poco allá y compro cosas", dice.

Ella no es la única que usa crédito. Las familias brasileñas dedican hoy más de la quinta parte de sus ingresos al pago de préstamos, un alza en comparación con los bajos niveles del pasado. Y aunque a la gente le preocupa si esto es sostenible, la democratización del crédito -otrora fuera del alcance de los pobres- es un motor fundamental de la prosperidad actual de Brasil.

Fue gracias a un préstamo del banco del gobierno Caixa Econômica que Jacqueline Luzia da Silva y su esposo compraron su nueva vivienda en un sencillo bloque de departamentos en Bonsucesso, un barrio de clase trabajadora cercano a la avenida Brasil. Con crédito y años de duro trabajo y estudio. Jacqueline, que tiene un doctorado (en sociología), algo inusual para alguien de la clase C, dice que se mudó aquí hace dos años para escapar de las guerras entre narcotraficantes en su favela, Maré.

"Es una idea falsa que la clase C sea repentinamente más rica", dice, mientras sirve una cena de queso y baguettes. Lo que cambió es el crédito, sostiene. "Los medios de comunicación siempre le dicen a la gente: compra, compra, compra, puedes hacerlo. La gente por lo tanto se aventura a gastar y lleva sus tarjetas de crédito al límite".

De hecho, muchos de los habitantes menos afortunados de Río todavía viven al filo del precipicio. Si existe un peligro en Avenida Brasil, es que podría servir como un bálsamo para la conciencia de la clase media alta, al sugerir que la pobreza desapareció. No es así. En Vila Olímpica, un centro deportivo y comunitario en el Complexo do Alemão, una señal colocada sobre la alberca da la bienvenida al nadador estadounidense Michael Phelps, quien realizó un evento de caridad aquí hace unos meses. Los niños en el centro cuentan historias similares de cómo merodeaban por las calles llenas de basura de los barrios marginales, vulnerables a la delincuencia y la drogadicción, antes de empezar a venir al centro. El Complexo do Alemão fue liberado de las bandas de narcotraficantes armados apenas en 2010.

"No creo que el cambio se produzca de la noche a la mañana", dice Mario Marcio Leite da Silva, uno de los profesores en el centro. "El Estado estuvo ausente por 40 o 50 años, así que las cosas no van a mejorar en tan sólo dos años".

Clase aparte

Más allá del desafío económico de mantener la movilidad ascendente de la clase C, el otro gran obstáculo para Brasil será manejar las implicaciones políticas y culturales de la gran transformación en marcha. La nueva clase media quiere mejores servicios públicos con menos corrupción. Tiene sus propios políticos, su propia cultura y sus propias personalidades.

La vieja élite se está viendo gradualmente forzada a ceder el control, sostiene Carneiro. En una irónica coincidencia, lo entrevisté en la piscina del histórico hotel de lujo Copacabana Palace, el último bastión de las tradicionales clases altas de Río. "Todas las figuras de importancia en Brasil hoy en día son de la cultura popular, los artistas funk, los futbolistas, las estrellas de las telenovelas", dice. "A veces me pregunto quién será la élite del futuro".

La respuesta se encuentra al oeste, al otro lado de las montañas detrás de Copacabana, donde se supone que se sitúa Divino. En Avenida Brasil, después de su experimento con Ipanema, Monalisa finalmente regresa a Divino, donde se establece con Tufão. "La gente de la zona sur es rara", dice. "Creen que sólo porque están cerca de la playa, viven en el paraíso".

Es la chica de Divino contra la chica de Ipanema. Y la muestra de cuánto está cambiando Brasil es que el sol finalmente brilla para la chica de Divino.

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