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Déjà Vu

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sáb 04 enero 1000 11:23 PM

La industria de las telecomunicaciones, que mueve millones de millones de dólares, está atrapada nuevamente en el frenesí de crear acuerdos y construir redes. Ésta cree que ha alcanzado una estrategia brillante para ofrecer servicios nuevos y garantizar el crecimiento futuro, aunque eso implique el gasto de enormes sumas de dinero. Eso sí, al final sólo prosperarán aquellos que se adhieran a esta nueva visión; el resto quedará rezagado. Éste era el panorama a fines de los 90, cuando docenas de empresas con los mismos planes de negocios se lanzaron a la construcción de redes de fibra óptica para manejar el creciente aluvión de internet, ese que muchos consideraban (erróneamente) que duplicaría su volumen cada 100 días.

La misma situación se planteó en 2000, cuando los operadores de teléfonos móviles de Europa pagaron sumas gigantescas por las licencias que les permitieran construir una red de celulares de tercera generación (3G), para ofrecer videollamadas, por ejemplo. Desgraciadamente, ambos planes resultaron demasiado optimistas y terminaron en grandes colapsos financieros.

Ahora, de nuevo, la industria está usando esos viejos trucos. Hoy su mantra es “la convergencia”. ¿Se trata de otra ilusión colectiva que acabará en lágrimas?

Tal como ocurrió con la fibra óptica y la manía 3G, la moda de la convergencia se presenta como una gran oportunidad: servicio de voz, banda ancha y video (antes a cargo de diferentes redes) a través de una sola vía. Este fenómeno llamado triple play está eliminando la diferencia entre industrias que antes estaban bien separadas.

No todos ganan
La perspectiva de ciertas compañías para ingresar a nuevos mercados a través de ‘paquetes de servicios’ es un tema que convierte la convergencia en una estrategia atractiva, pero no es la única.

Las empresas de telecomunicaciones ven la convergencia como la mejor defensa contra la caída de ingresos en las llamadas de línea fija y la migración de tráfico hacia los celulares. Los operadores de televisión por cable esperan que, al ofrecer estos paquetes que incluyen llamadas telefónicas, sus clientes no los abandonen por los servicios de televisión de sus rivales. Asimismo, las empresas pueden hacer ahorros remplazando todas sus redes por una sola que les permita lanzar rápidamente sus ofertas. Y una vez que los clientes han contratado un paquete de servicios, es probable que se sientan menos tentados por la competencia.

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Todo suena bien, pero hay suficientes razones para pensar que la industria está siendo otra vez demasiado optimista. Por un lado, las encuestas a los clientes sugieren que no todos quieren comprar paquetes, aun cuando se ofrezcan a precio de descuento: muchos prefieren elegir servicios de distintos proveedores.

Otro problema del triple play es que todos los operadores lo están implementando y, por definición, no todos pueden ser los más competitivos, ágiles y capaces de retener al mismo número de clientes.

Tampoco está comprobado que la convergencia les vaya a generar grandes ingresos. El gasto en telecomunicaciones y entretenimiento en el mundo creció durante la década de los 90, cuando las familias contrataban servicios de banda ancha y telefonía celular, pero la tendencia alcista se ha estancado y la verdadera batalla entre los operadores de esta convergencia es la lucha por su propia participación de mercado.

Los defensores del triple play insisten en que los nuevos servicios inauguran un nuevo y lucrativo nicho en el sector. Pero así como el servicio de voz sobre internet (VOIP), tipo Skype, alejó a las llamadas del teléfono fijo, por qué no podría YouTube poner distancia ante las ofertas de servicio de televisión y banda ancha.

La convergencia sí tiene algunos méritos (no hay que olvidar la reducción de costos y el incremento de eficiencia), pero tanta promoción es completamente errónea.

Se avecina una competencia mucho más agresiva en la industria de las telecomunicaciones. Será una batalla sangrienta para las empresas involucradas, pero la victoria final será, sin duda, para sus clientes, que tendrán los beneficios de mayores opciones y precios más bajos.

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